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El indescriptible salvajismo del genocidio que se está desarrollando en Gaza y la absoluta impunidad de los genocidas israelíes y sus patrocinadores occidentales han provocado ondas de indignación en todo el mundo y desencadenado una intifada global de solidaridad con Palestina.  Los palestinos están luchando contra más de 75 años de colonialismo, ocupación y apartheid, sin duda.  Pero hay más en el genocidio de lo que parece.  Nos muestra tanto el pasado como el futuro, una reedición de la oscura historia del colonialismo europeo que alcanzó su cenit en los siglos XIX y XX y también una visión horrorosa del futuro de un capitalismo global cuyo impulso de exterminio está en pantalla completa ante una crisis sin precedentes.

El genocidio en Gaza y la represión y criminalización de la solidaridad palestina cuentan una historia más amplia de la crisis.  El salvajismo absoluto del genocidio en desarrollo ha tocado una fibra sensible en todo el mundo precisamente porque pone de manifiesto lo mucho que está en juego a medida que se desarrolla la dinámica de esta crisis global.  Estructuralmente la crisis es de sobreacumulación.  El estancamiento crónico ejerce una presión creciente sobre los agentes políticos y militares del capital transnacional para que abran violentamente nuevos espacios de acumulación.  Al mismo tiempo, estos agentes tienen que contener la rebelión desde abajo provocada por el descontento generalizado con el estatus quo global.

Pero la crisis es tanto política como económica.  La creciente desigualdad, el empobrecimiento y la inseguridad de las clases trabajadoras y populares después de décadas de penuria social provocada por el neoliberalismo socavan la legitimidad del Estado, desestabilizan los sistemas políticos nacionales, ponen en peligro el control de las élites y dan impulso al surgimiento de una derecha neofascista.  Las guerras de Ucrania y Gaza, junto con la Nueva Guerra Fría entre Washington y Beijing, están acelerando la violenta ruptura del sistema internacional posterior a la Segunda Guerra Mundial.

El último medio siglo de globalización capitalista ha acarreado una nueva y vasta ronda de acumulación primitiva y expulsiones en todo el mundo.  El álter-ego del excedente de capital es el excedente de trabajo.  Cientos de millones de personas han sido desplazadas del campo del antiguo Tercer Mundo y en el antiguo Primer Mundo millones más han sido arrojados al desempleo y el abandono por la desindustrialización y el neoliberalismo.  Las filas del excedente de mano de obra, de aquellos estructuralmente excluidos y relegados a los márgenes de la existencia, ascienden ahora a miles de millones.  

El nivel de desigualdad en todo el mundo no tiene precedentes.  El uno por ciento de la humanidad controla el 52 por ciento de la riqueza del mundo y el 20 por ciento de la humanidad controla el 95 por ciento, mientras que el 80 por ciento restante tiene que conformarse con sólo el cinco por ciento de esa riqueza.  Miles de millones de personas no pueden sobrevivir a medida que se extiende la desintegración social.  Regiones y países enteros están colapsando.  Millones más enfrentan continuos desplazamientos por conflictos, cambio climático, colapso económico y persecución política, étnica y religiosa.

No hay símbolo más potente y trágico del destino del excedente de humanidad que el genocidio que ahora está perpetrando Israel.  El proletariado palestino en Gaza dejó de servir como mano de obra barata para la economía israelí cuando se impuso el bloqueo en 2007 y el territorio se convirtió en un vasto campo de concentración al aire libre.  De ninguna utilidad para el capital israelí y transnacional, los habitantes de Gaza obstaculizan la expansión capitalista global en el Medio Oriente y son completamente desechables.  El ataque de la resistencia palestina del 7 de octubre de 2023 se produjo justo cuando Israel y Arabia Saudita iban a normalizar las relaciones, lo que a su vez se suponía estabilizaría el Medio Oriente, profundizaría la integración económica regional árabe-israelí que ha despegado en los últimos años y allanaría el camino para una nueva ronda de inversiones corporativas y financieras transnacionales en toda la región.

Si bien el ataque suspendió temporalmente esos planes, el gobierno israelí, incluso en medio del genocidio, se dedicó a conceder licencias a empresas transnacionales de energía para la exploración de gas y petróleo frente a la costa mediterránea de Gaza, mientras que las empresas inmobiliarias israelíes anunciaban la construcción de casas de lujo en barrios bombardeados de Gaza, y otros hablaron de resucitar el Proyecto del Canal Ben Gurion.  El yerno de Donald Trump, Jared Kushner, un magnate de inmobiliarios, ha hablado abiertamente de apoderarse de propiedades inmobiliarias de primera línea frente a la playa en Gaza.  En el panorama más amplio, el asedio aparece como una forma de acumulación primitiva mediante el genocidio.

El impulso de exterminio del capital

Si estas son las circunstancias históricas particulares que constituyen el trasfondo de la guerra de Gaza, también nos ayudan a comprender cómo la coyuntura histórica mundial de globalización y crisis puede activar el siempre latente potencial de exterminio del capital.  Gaza y otros espacios similares alrededor del mundo deben ser despejados para la expansión capitalista.  La clase dominante teme levantamientos masivos ante la creciente y constantes protestas populares.   Gaza es un microcosmos y una manifestación extrema del destino que les espera a las clases trabajadoras y al excedente de humanidad a medida que el orden global se endurece hasta convertirse en formas de dominación cada vez más virulentas y violentas, lo que simboliza una nueva etapa radical en las modalidades de control de la clase dominante, la creación de nuevas geografías de contención y matanza generalizada de poblaciones excedentes que se interponen a la apropiación y expansión capitalista transnacional.

Gaza, como gigantesco campo de concentración al aire libre, puede ser un caso extremo de gestión del excedente de humanidad, pero este tipo de geografías de mega-prisiones se están extendiendo por todo el mundo.  En 2023, el gobierno salvadoreño inauguró su draconiana mega-prisión, el Centro de Confinamiento del Terrorismo, la más grande del mundo, en la que encerró a 40.000 presos, prácticamente todos ellos jóvenes desempleados y empobrecidos.  Si Gaza nos muestra la opción del exterminio, El Salvador proporcionó un modelo de control sobre la humanidad superflua en la manipulación de la inseguridad y la inducción del miedo frente al crimen y la violencia social, que en sí mismas son consecuencia de la pobreza, el desempleo y las privaciones crónicas.

Las mega-prisiones como método para contener el excedente de humanidad se han extendido muy rápidamente.  Después de que se abrió la prisión salvadoreña, Brasil, China, Turquía, Tailandia, Filipinas e India, entre otros países, anunciaron planes similares para prisiones que albergarían a decenas de miles de personas.  Entre 2016 y 2021 comenzó en Turquía la construcción de nada menos que 121 nuevas prisiones.  En Sri Lanka, el gobierno anunció en 2021 planes para construir un complejo penitenciario de 200 acres que permitiría detener a 100.000 personas en todo el país, más de tres veces la población carcelaria de ese año. Egipto anunció ese año que pronto abriría una nueva prisión para encerrar a 30.000 personas.  Si bien ya había unas 200 prisiones privadas con fines de lucro en todo el mundo, muchas de las que estaban en construcción iban a ser “asociaciones público-privadas”, con corporaciones contratadas para construir y administrar prisiones –para obtener ganancias considerables, por supuesto.

Las insurgencias paramilitares y los despliegues militares multinacionales han desplazado a más de siete millones de personas en el Congo en los últimos años, la mayoría de ellas en las provincias orientales, con el objetivo de abrir el acceso a los vastos recursos minerales del país, incluidos abundantes depósitos de oro, diamantes, plata, cobalto, coltán, estaño, petróleo, gas natural y más.  A menudo reportadas como conflictos étnicos o luchas entre facciones locales por el control político, estas son causas próximas de guerras transnacionales por parte del capital transnacional y Estados para apoderarse de recursos en las que se fusionan las dos dimensiones del estado policial global: acumulación militarizada, o acumulación de capital y apropiación de recursos a través de la guerra y la conquista, y acumulación por represión, o acumulación de capital mediante represión masiva de las clases trabajadoras y populares.

Las fronteras se convierten menos en marcadores físicos del territorio que en ejes en torno a los cuales se organiza un control intensivo sobre los expulsados.  Están cada vez más militarizadas.  En el medio siglo de globalización capitalista, se han construido no menos de 63 muros fronterizos en todo el mundo para encerrar o mantener fuera el excedente de humanidad.  Además de la represión impuesta por los Estados, los migrantes transnacionales están sujetos a la depredación de traficantes de personas, esclavistas, cárteles de la droga y otras bandas criminales.  Las fronteras entre jurisdicciones nacionales se convierten en zonas de guerra y zonas de muerte.  La patrulla fronteriza de EE. UU. informó más de 7000 muertes en la frontera entre México y EE. UU. entre 1998 y 2023, probablemente una gran subestimación ya que no tiene en cuenta aquellos cuyos cuerpos no fueron recuperados ni los muchos que murieron en el largo viaje a través de Centroamérica. y México.  Las cifras de muertes en el Mediterráneo son absolutamente impactantes: más de 20.000 personas se ahogaron o desaparecieron entre 2014 y 2023.

Gaza, el Congo y otros infiernos similares son señales de alarma en tiempo real de que el genocidio puede convertirse en una poderosa herramienta en las próximas décadas para resolver la intratable contradicción inherente al capitalismo entre el excedente de capital y el excedente de humanidad.  En pocas palabras, el caos político y la inestabilidad crónica pueden crear condiciones bastante favorables para el capital.  Es difícil no prestar atención a la alarmante llamada de atención cuando las poblaciones de clase trabajadora abandonadas por los partidos que alguna vez las representaron recurren a ideologías etnonacionalistas y personajes carismáticos, mientras el estado policial global perfecciona sus mecanismos de vigilancia y represión con la ayuda de tecnologías cada vez más sofisticadas, y mientras nuestras comunidades están siendo continuamente saqueadas y convertidas en tierra arrasada, haciendo que el planeta sea cada vez más inhabitable para vastas franjas de la población mundial.

La urgencia del momento histórico

Este es el “panorama general” detrás de la intifada de solidaridad con Palestina y del significado global del genocidio en Gaza.  En Estados Unidos, desde donde escribo, hemos emprendido un movimiento de solidaridad con Palestina sin precedente.  En el año académico recién concluido, en más de 200 universidades los estudiantes tomaron los recintos y establecieron plantones.  Los administradores universitarios atacaron brutalmente nuestra libertad de expresión, libertad académica, y libertad de asamblea, llamando a la policía y a las fuerzas paramilitares a reprimir con una insólita violencia las protestas estudiantiles pacíficas.

Pero estos administradores no actuaban solos.  Estaban respondiendo a la amenaza que representaba la ola de solidaridad con Palestina para los intereses del capital corporativo transnacional y del Estado capitalista, especialmente el complejo militar-industrial-seguridad-inteligencia-gran tecnología-finanza – el mero meollo del poder capitalista.  Las universidades están fuertemente financiadas por corporaciones que a su vez están entrelazadas con las agencias militares, de seguridad y de inteligencia del Estado.  Mi propio campus, la Universidad de California en Santa Bárbara, recibe cada año financiación multimillonaria de Northrop Grumman, Lockheed Martin, Raytheon, General Dynamics, Caterpillar, Hewlett Packard, etc., en coordinación con agencias estatales.  Estas corporaciones invierten mucho en Israel (y más generalmente, en los sistemas de guerra y represión en todo el mundo), incluida en asociación con las Fuerzas de Defensa de Israel para desarrollar y desplegar el equipo y la tecnología militares utilizados en el genocidio.

La exigencia de los estudiantes y profesores que nuestras universidades retiren sus inversiones en estas corporaciones es una amenaza directa a los intereses de la clase capitalista transnacional (CCT).  No debería sorprender que un grupo de multimillonarios de la ciudad de Nueva York ordenara al alcalde Eric Adams que enviara a la policía a asaltar el recinto universitario Columbia y otros campus de esa ciudad.  El director ejecutivo de Palantir, Alex Karp, dejó claro lo mucho que había en juego en las protestas, según creía el TCC. Palantir, una corporación multimillonaria de alta tecnología con sede en Silicon Valley que vende software y productos de inteligencia artificial a la policía y los agencias gubernamentales anti-inmigrantes, firmó un acuerdo a principios de 2024 con el Ministerio de Defensa israelí para suministrar a las Fuerzas de Defensa de Israel inteligencia artificial y otras tecnologías digitales que se utilizaron en el genocidio de Gaza.  “Las protestas en los campus universitarios no son un espectáculo secundario.  Ellos son el espectáculo”, dijo Karp. «Si perdemos la batalla intelectual, nunca jamás podremos desplegar nuestros ejércitos» con impunidad.

Estamos en medio de una guerra civil global, no en el sentido de que haya dos ejércitos opuestos en combate, sino más bien en el sentido de que el proletariado global y las clases populares se enfrentan en todas partes a los grupos dominantes y los Estados que controlan, desde Kenia a Argentina, Francia a Estados Unidos y Bangladés a Nigeria.  El futuro es indeterminado porque los resultados dependerán de las luchas entre fuerzas sociales y de clases antagónicas, de las políticas que surjan de esas luchas y de circunstancias contingentes que se presentan de maneras a menudo difíciles de anticipar.  Sin embargo, no hay duda de que se vislumbran trastornos catastróficos en el horizonte.  Llegó la hora de la resistencia transnacional en masa.  Es urgente tejer agendas populares viables y transfronterizas contra la agenda del exterminio del capital.

El autor es profesor distinguido de Sociología, Universidad de California en Santa Barbara