Aviso

 

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Sí, ya lo sabemos. Cuando la concentración de capitales llegue a su extremo, los trabajadores expropiados expropiarán a los capitalistas expropiadores. ¿Y después? Declararán la propiedad social de los medios de producción. ¿Y después? En el socialismo, trabajará cada quien de acuerdo con sus capacidades, y será remunerado según su trabajo. ¿Y después? En el comunismo, trabajará cada quien de acuerdo con sus capacidades, y será remunerado según sus necesidades. ¿Y después? Caerán las vendas de la ideología, y veremos el mundo tal cual es, y no como nos lo representan los intereses de clase. ¿Y después? Terminará el Reino de la Necesidad, y comenzará el Reino de la Libertad. ¿Y después?

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Para no seguir en el juego de las preguntas y las respuestas, cedamosle la palabra al Padre de la Criatura, Carlos Marx, en El Capital: “El reino de la libertad solo empieza allí donde termina el trabajo impuesto por la necesidad y por la coacción de los fines externos; queda, pues, conforme a la naturaleza de la cosa, más allá de la órbita de la verdadera producción material. Así como el salvaje tiene que luchar con la naturaleza para satisfacer sus necesidades, para encontrar el sustento de su vida y reproducirla, el hombre civilizado tiene que hacer lo mismo, bajo todas las formas sociales y bajo todos los posibles sistemas de producción. A medida que se desarrolla, desarrollándose con él sus necesidades, se extiende este reino de la necesidad natural, pero al mismo tiempo se extienden también las fuerzas productivas que satisfacen aquellas necesidades. La libertad, en este terreno, solo puede consistir en que el hombre socializado, los productores asociados, regulen racionalmente este su intercambio de materias con la naturaleza, lo pongan bajo su control común en vez de dejarse dominar por él como por un poder ciego, y lo lleven a cabo con el menor gasto posible de fuerzas y en las condiciones más adecuadas y más dignas de su naturaleza humana”. Vale decir, la “economía” no dominará a los hombres, sino que será controlada por la voluntad racional de ellos. Advierte sin embargo Marx: “Pero, con todo ello, siempre seguirá siendo éste un reino de la necesidad. Al otro lado de sus fronteras comienza el despliegue de las fuerzas humanas que se considera como fin en sí, el verdadero reino de la libertad, que, sin embargo, solo puede florecer tomando como base aquel reino de la necesidad. La condición fundamental para ello es la reducción de la jornada de trabajo” (1982, volumen III, sección séptima, capítulo XLVIII; p. 759, Fondo de Cultura Económica, México).

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Son palabras que acaso siembran tanto pavor como dicha. El verdadero Reino de la Libertad es entonces “el despliegue de las fuerzas humanas que se considera como fin en sí”, vale decir, como trabajo creativo cuyo motivo es la creación misma, y no como trabajo alienado, impuesto por otros, realizado para otros. “La condición fundamental para ello es la reducción de la jornada de trabajo”, puesto que si parte de la labor debe ser todavía para cumplir con “el reino de la necesidad”, la libertad consiste en el tiempo dedicado a la propia creación o al ocio.

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Los socialismos reales han sido creados a partir del subdesarrollo, de una continuada agresión o de una destrucción bélica que debieron ser superadas mediante una intensificación y exaltación del trabajo que a veces llevó a la idolatría de éste. Así sucedió con el llamado “Stajanovismo” o sobrecumplimiento voluntario de las metas laborales. Pero no son revolucionarias ni la prolongación indefinida de la propiedad privada sobre los medios de producción, ni la sujeción esclavizante al trabajo, ni la pauperización salarial, la negativa de derechos laborales ni la prolongación de la jornada. No olvidemos que la Urss fue el primer país en garantizar el pleno empleo, la seguridad social y la jubilación digna a los 55 años para las mujeres y a los 60 para los hombres (https://archivo.juventudes.org/nikolai-efimov/5-diferencias-entre-el-sistema-sovi%C3%A9tico-de-pensiones-y-el-sistema-capitalista). También fue el primero en garantizar la igualdad de oportunidades y de remuneración de las mujeres; y desde 1917 concedió una licencia por maternidad que a la larga se extendió por tres años (https://sputniknews.lat › Noticias).

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Veamos lo que opina sobre el Reino de la Libertad Friedrich Engels: “Con la toma de posesión de los medios de producción por la sociedad se elimina la producción mercantil y, con ella, el dominio del producto sobre el productor. La anarquía en el seno de la producción social se sustituye por la organización consciente y planeada. Termina la lucha por la existencia individual. Con esto el hombre se separa definitivamente, en cierto sentido, del reino animal, y pasa de las condiciones de existencia animales a otras realmente humanas. (…). A partir de ese momento harán los hombres su historia con plena conciencia; a partir de ese momento irán teniendo predominantemente y cada vez más las causas sociales que ellos pongan en movimiento, los efectos que ellos deseen. Es el salto de la humanidad desde el reino de la necesidad al reino de la libertad” (Anti-Dühring, sección tercera, capítulo II, http://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/78ad/78AD302.htm ).

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¿Cuán cerca o cuán lejos estamos del Reino de la Libertad? Hoy en día existen los medios técnicos y científicos para librar a la Humanidad del hambre, cubrir sus necesidades esenciales y garantizarle altos niveles de educación e información. También existen los recursos financieros: bastaría y sobraría con aplicar a ello el gasto armamentista y la enorme concentración del capital especulativo que adjudica al 1% de la humanidad más de la mitad de la propiedad global, y al 10% de la población el 80% de dicha riqueza. La automatización podría lograr la drástica reducción de la jornada de trabajo, en algunos casos, la desaparición de ésta. Tal transformación ya está resuelta en el aspecto técnico, pero no en el político y social. No esperemos que el capital nos devuelva voluntariamente lo que nos ha arrebatado desde el primer instante de su existencia. El Reino de la Libertad está a nuestras puertas. Tengamos el valor de trasponerlas.