por Thierry Meyssan
Erróneamente, muchos creen que la derrota del gobierno de Kiev en Donetsk y Lugansk, así como en Jerson y Zaporiyia, marcará el fin de los combates. Ante la resistencia a la aplicación de la resolución 2202 del Consejo de Seguridad de la ONU, el presidente Putin ha señalado que quedan por liberar las regiones de Odesa y Transnistria, enfrentamiento que el Pentágono ha venido preparando desde 2019. Estados Unidos ya prepara el “segundo round” en Moldavia. Pero no porque Washington quiera defender a los ucranianos ni a los moldavos sino porque le interesa seguir debilitando a sus propios aliados para hacerlos todavía más dependientes de Estados Unidos.
Las cifras de la OTAN sobre la guerra en Ucrania –constantemente repetidas por las agencias de prensa occidentales– hacen pensar que el pueblo ucraniano está unido, junto al gobierno de Kiev, y que resiste gracias al armamento occidental.
Pero las cifras del Mosad israelí, publicadas por el sitio web turco Hürseda Haber, demuestran que la realidad es muy diferente.
Y no es nuevo este fenómeno. Durante la guerra en Kosovo, yo mismo editaba un boletín diario donde “cruzaba” los despachos de las agencias de prensa occidentales con los de las agencias de prensa de los Balcanes, así que no me sorprende el abismo existente entre las cifras de la OTAN y las del Mosad. La OTAN tiene una larga experiencia en el “arte” de mentir a la opinión pública occidental. Y es que la OTAN no divulgaba simples exageraciones sino mentiras descaradas. Los lectores más veteranos seguramente recuerdan que aquellas mentiras conquistaron los corazones de la ciudadanía de las potencias occidentales, incluyendo a los mismos que las inventaban. Y que al final de aquel conflicto, cuando la alianza atlántica aceptó “generosamente” que lo que quedaba del ejército serbio –en aquella época se decía “yugoslavo”– se replegara bajo la protección del ejército ruso, todos pudieron ver con estupefacción cantidades de tanques y aviones salir intactos de sus refugios subterráneos.
Es que en plena guerra resulta imposible saber con precisión todo lo que sucede en el campo de batalla. Cada ejército contabiliza sus bajas pero no sabe si todos los hombres que faltan están muertos o heridos, prisioneros o en fuga. Los oficiales se ven obligados a tomar decisiones en medio de la “bruma de guerra”, sin disponer nunca de estadísticas precisas, como las que pueden existir en tiempo de paz.
En todo caso, mientras que los gobiernos ya saben –todos– que Rusia ha ganado la guerra y que seguirá avanzando para liberar la Novorossiya hasta alcanzar la región de Transnistria, algunos fingen creer que los rusos ahora quieren invadir Moldavia… como hicieron en Ucrania. Nadie quiere recordar que cuando la URSS se disolvió, la población de Transnistria proclamó su independencia… como la de Crimea. Lo que importa es seguir presentando a Rusia como una tiranía que ha iniciado una guerra de conquista y que aplasta todo lo que encuentra a su paso.
También hay que recordar que cuando Moldavia proclamó su propia independencia también reconoció como nulas las consecuencias del Pacto germano-soviético de 1939, principalmente… la inclusión de Transnistria en la entidad política moldava [1]. Pero, poco después, Moldavia reclamó Transnistria como su territorio. En junio de 1992, el coronel Howard J. T. Steers, oficial de la inteligencia militar de Estados Unidos y consejero de la OTAN, coordinó una operación para conquistar Transnistria. Y no se limitó a movilizar el pequeño ejército de Moldavia sino que también movilizó el ejército de Rumania y numerosos delincuentes comunes rumanos sacados de las cárceles.
La región llamada Transnistria es un pequeño valle dotado de un microclima que propició que se instalara allí una base secreta del complejo militaro-industrial soviético. Por consiguiente, la población de Transnistria se componía simultáneamente de los pobladores originales de esa región y de numerosas familias de científicos soviéticos y contaba con la protección de una pequeña base, sede del 14º Ejército de las fuerzas armadas de la URSS. El presidente ruso Boris Yeltsin se negó a defender Transnistria, como también rechazó el regreso de Crimea a la Federación Rusa.
Cuando Moldavia, alentada por el coronel estadounidense Howard J. T. Steers, quiso ocupar Transnistria, el 14º Ejército, que ya no era soviético sino ruso y contaba con más de 1 000 hombres, recibió de Moscú la orden de no intervenir. Pero miles de mujeres de la población local rodearon la base militar rusa. Los soldados rusos no dispararon sobre aquellas mujeres sino que, desobedeciendo las órdenes del presidente Yeltsin, las dejaron entrar en la base.
Aquellas mujeres se apoderaron así de 1 000 fusiles Kalachnikov, de un millón y medio de cartuchos y 1 300 granadas y el pueblo armado de Transnistria rechazó la embestida del ejército rumano, que seguía las órdenes del coronel Steers.
Esa derrota de la OTAN nunca llegó a mencionarse en Europa. Sólo pudimos conocerla los que viajamos a Transnistria [2]. Fue un hecho tan impresionante y conmovió tanto a quienes lo vivieron que algunos incluso cambiaron de bando. Ese fue el caso del jefe de la estación de la CIA, Harold James Nicholson, quien meses después de lo sucedido en Transnistria se puso al servicio del KGB ruso.
Transnistria se presenta hoy como la única verdadera heredera de la Unión Soviética e incluso conserva lo mejor del sistema soviético, sin sus aspectos autoritarios y burocráticos.
Cuando la RAND Corporation planificó la actual guerra en Ucrania, procedió a explicar los pormenores a la Cámara de Representantes del Congreso estadounidense. Eso ocurrió el 5 de septiembre de 2019 y la RAND Corporation se apoyó para ello en 2 informes [3]. En esos informes, la RAND Corporation explica que el objetivo de la operación es hacer que Rusia se ve obligada a desplegarse más allá de sus ya muy extensas fronteras. Para eso es necesario que Rusia tenga que entrar en Ucrania y, después, en Transnistria.
Para entender lo que está haciendo el Pentágono hay que ir más allá de las fábulas que cuentan las agencias de prensa occidentales y ver la situación desde el punto de vista de la RAND Corporation, la cual prevé un “segundo round” que ya no sería ni siquiera alrededor de la Novorossiya sino de Transnistria.
El secretario de Defensa estadounidense, el general Lloyd Austin, sigue instando a sus aliados a que entreguen su armamento y sus municiones… para que se sientan todavía más dependientes de la protección de Estados Unidos. Al mismo tiempo, ahora acaba de obligarlos a aceptar que se modifique el funcionamiento de la OTAN. Con las modificaciones –ya aceptadas– la alianza atlántica puede convertirse en una “coalición de voluntarios” para la realización de operaciones militares que nada tendrían que ver con el famoso Artículo 5, o sea sin que haya existido una agresión contra alguno de los miembros de la OTAN.
Eso no es nada nuevo. De hecho, eso fue lo que sucedió con la operación de la OTAN contra Libia, cuando los países miembros de la alianza que se oponían a la guerra simplemente fueron mantenidos al margen mientras que otros, no miembros de la OTAN, como Qatar, participaban en la agresión. En aquel momento, la OTAN violó sus propios estatutos… pero ya no tendrá que hacerlo porque acaba de modificarlos.
En la práctica, eso quiere decir que el Consejo Atlántico ha perdido todo su poder. Ya ningún miembro de la OTAN podrá oponerse a que la alianza entre en guerra y Estados Unidos utilizará de todas maneras los medios de la alianza, en una “coalición de voluntarios”.
Por consiguiente, la derrota de Ucrania –que ya ha perdido el Donbass y 4 oblast– no significa el fin de la guerra. El Kremlin ha explicado que todavía le queda por liberar Odesa y conectar con Transnistria las regiones liberadas y la OTAN ya pule su retórica. Se trata de confundir a la opinión occidental haciéndole creer que Transnistria –hoy denominada República Moldava del Dniéster– es parte de Moldavia y que el “oso ruso” arremete también contra esta última.