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Los latinoamericanos ya están hablando abiertamente sobre la necesidad de frenar las relaciones con los EE.UU. 

 

A pesar de las presiones de los Estados Unidos, los países de América Latina y el Caribe demuestran cada vez más sus deseos de cortar vínculos con Washington y, como naciones independientes, implementar sus propias políticas dirigidas a proteger los intereses nacionales en beneficio de la calidad de vida de sus ciudadanos.

A pesar de las presiones de los Estados Unidos, los países de América Latina y el Caribe demuestran cada vez más sus deseos de cortar vínculos con Washington y, como naciones independientes, implementar sus propias políticas dirigidas a proteger los intereses nacionales en beneficio de la calidad de vida de sus ciudadanos.

Una muestra de la vocación de desapego a los Estados Unidos la evidencian los presidentes de los partidos Avanza País, Hernando de Soto y Renovación Popular, López Aliaga, del Congreso Nacional del Perú, quienes están pidiendo muy activamente un cambio en la política exterior de este país, y además, terminar

la cooperación estrecha con los EE.UU.. En su opinión, las actividades del Perú en el ámbito internacional, así como el respaldo y promoción de las posturas estadounidenses inciden negativamente en el desarrollo de las relaciones con otros Estados, incluido Rusia, y también conducen a la pérdida de beneficios políticos y económicos. Paralelamente, parlamentarios peruanos, así como gobernadores y alcaldes, critican a Washington por entrometerse en los asuntos internos de la república y de la región en su conjunto, razón del deterioro de la situación socioeconómica regional.

Cabe destacar que otros países del continente también dejan ver una disminución en la dependencia de los EE.UU. Así, lo expresa Frederic Schnatterer, columnista de la edición alemana de Junge Welt en el artículo “Occidente fue derrotado en América Latina” (23 de julio de 2022), donde sostiene que la guerra económica desatada por la Casa Blanca y sus aliados contra Rusia se convirtió en el motivo de la reorientación de los países del Mercado Común del Sur (Mercosur) hacia el este.

Al mismo tiempo, las sanciones contra Rusia convencieron a los líderes latinoamericanos de que el gobierno de los EE.UU. no es confiable para las naciones occidentales. Para muestra, un botón: gigantes económicos como Argentina y Brasil recientemente ampliaron de manera significativa los lazos comerciales con la Federación Rusa. Según el autor, este hecho atestigua la pérdida gradual de la fuerza de Washington en el continente y, a su vez, la intención de los Gobiernos de desarrollar vínculos comerciales y económicos con socios extranjeros en términos de beneficio mutuo.

Por su parte, la Casa Blanca no cesa en los intentos de mantener su influencia en los países de América Latina y el Caribe y sigue actuando de manera egoísta buscando solo el beneficio propio y sin mostrar el mínimo respeto al derecho internacional. La confirmación es la decisión de EE.UU. de incluir a Cuba en la lista de países que supuestamente apoyan el terrorismo, sin aportar si quiera un solo fundamento legal que sustente tal afirmación. De esta manera, los cubanos se convirtieron en víctimas de la política de Washington destinada a castrar cualquier intento de los países de la región de seguir una política libre, soberana y autónoma de los mandatos estadounidenses.

Además, la administración de Joseph Biden busca capitalizar cada situación y extender sus “valores estadounidenses” a todos los países. Tras el inicio de la operación militar especial rusa en Ucrania, Evo Morales, expresidente de Bolivia y actual presidente del partido de gobierno Movimiento al Socialismo, se pronunció en su cuenta de Twitter condenando la injerencia de Washington en el “enfrentamiento entre ambos países”. Afirmó que Europa no debería convertirse en “un teatro de guerra estadounidense contra Estados soberanos”.

Las actividades de Washington en Ucrania, así como en América Latina, son idénticas y conducen por un lado al sufrimiento y sacrificios innecesarios entre la población de estos países, sufrimiento y sacrificio que solo beneficia la prosperidad de las empresas estadounidenses. Los latinoamericanos ya están hablando abiertamente sobre la necesidad de frenar las relaciones con tal “socio”, así como la conveniencia de actuar únicamente en sus propios intereses nacionales y fortalecer la cooperación con aliados reales en aras del beneficio mutuo que respete la libertad, soberanía y autodeterminación de los pueblos.