Aviso

 

El primer aviso de la tragedia fueron los cadáveres abandonados en las calles de Guayaquil, en Ecuador, desde fines de marzo. Luego vendrían las tumbas colectivas en la brasileña Manaus y contenedores refrigerados para conservar los muertos en varias ciudades, y ahora volvieron los muertos en las calles, esta vez en Bolivia.

La covid-19 se propagó aceleradamente en América Latina y el Caribe desde entonces y se acercan a 200 000 sus víctimas fatales, según datos oficiales que se consideran subestimados. Mitad de los ocho países con más casos de contagio registrados en el mundo pertenece a la región, como también un tercio de los 15 países con más muertos.

La pandemia se diseminó de forma y en velocidad muy dispares entre los países y dentro de los territorios nacionales, en concordancia con la desigualdad social de que la región es campeona mundial.

Pocos países lograron bajar el promedio de casos nuevos y de muertes y no se puede asegurar que los que lo hicieron haya sido de forma sostenible. En general se vive aún la expansión de la pandemia, aunque algunos países parecen haber estabilizado el promedio de decesos diarios, aunque en una cota elevada: poco más de 1000 en Brasil y unos 200 en Perú, por ejemplo.

Brasil concentra 48 por ciento del total de muertos regionales hasta este viernes 31, pero Perú registra el mayor índice, con 588 decesos debido a la covid por millón de habitantes, seguido de Chile, con 493, y Brasil, con 432, según cálculos de IPS.

Los datos divulgados por las autoridades sanitarias son poco confiables y comparables, por los distintos criterios estadísticos y escasez de diagnósticos, pero la cantidad de muertos, aunque subregistrada, indica una tendencia y un acercamiento a la realidad, ya que es difícil ocultar cadáveres.

La covid se propagó con fuerza en la región, entre otros factores, porque encontró “sistemas de salud subfinanciados, segmentados y fragmentados”, con presupuestos “lejos de la meta de seis por ciento del producto interno bruto (PIB) recomendado por la Organización Panamericana de Salud”, limitados a 3,7 por ciento”, señaló Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).

Además, 54 por ciento de los trabajadores ocupados, es decir 158 millones, están en el mercado informal, “sin seguro de desempleo”, y sin condiciones de aislarse, porque tienen que trabajar para obtener algún ingreso cada día, acotó en una rueda de prensa virtual, en que participó el jueves 30 desde Santiago de Chile.

La pandemia genera una “triple crisis”, en el sistema de salud, en la protección social y la economía, destacó la directora de la Organización Panamericana de Salud (OPS), Carissa Etienne, al hablar desde Washington en la comparecencia compartida con Bárcena para lanzar el informe Cepal/OPS “Salud y Economía: una convergencia necesaria para combatir la covid-19 y retormar la senda hacia el desarrollo sostenible«.

Brasil, en realidad, vive también una crisis política agravada por la confrontación entre el gobierno central, presidido por el ultraderechista Jair Bolsonaro, y la mayoría de los gobernadores de sus 27 estados. El presidente se opone al aislamiento social impuesto por los gobernadores como forma de contener la pandemia y presiona por la reanudación de todas las actividades económicas.

El país ocupa el segundo lugar mundial, luego de Estados Unidos, en cantidad de infectados, más de 2,6 millones, y muertos, 91 263 el 30 de julio según los registros oficiales. Desde el comienzo de junio mueren de covid un promedio de cerca de 1000 brasileños cada día.

Pero no fue Bolsonaro el principal factor del “fracaso” brasileño, sino “la falta de coordinación y planificación nacional” y una orientación equivocada, que abandonó la atención básica y los preceptos de la salud pública, según puntualizó el epidemiólogo Eduardo Costa, asesor de Cooperación Internacional de la Escuela Nacional de Salud Pública, en Río de Janeiro.

“Brasil tiene 286 000 agentes de salud en su Sistema Único de Salud (SUS), pero ellos fueron dispensados, prácticamente desmovilizados” en la lucha contra esa pandemia, que se concentró “exclusivamente en los hospitales”, dijo a IPS por teléfono.

De esa forma, se abandonó el rastreo y la búsqueda activa de los infectados y sus allegados, para aislarlos y así romper la cadena de transmisión del coronavirus. “Ese es el mecanismo central” para controlar las epidemias, explicó.

Por eso el alabado SUS, apuntado como uno de los factores decisivos de Brasil contra la covid-19, “fue incapaz de superar las dificultades creadas por Bolsonaro”, según Costa.

Se habló mucho de ampliar el testeo, ya que Brasil es uno de los países que menos aplicó exámenes de diagnóstico para la covid, pero la cantidad por sí sola no resulta eficaz. Hay que usarlos para prevenir el contagio, como hicieron países exitosos en la tarea, como Alemania y Corea del Sur, ejemplificó.

Lo que sí serían muy útiles sería consolidar los servicios de salud primaria, como las unidades comunitarias, los médicos de familia y los agentes de salud, “desactivados incluso por la recomendación de quedarse en la casa y solo buscar asistencia médica en casos graves”, acotó.

Recomendaciones como esa incrementaron la mortalidad por otras enfermedades, las muertes en la residencia y la búsqueda tardía de cuidados.

“Aplicar esa inteligencia epidemiológica es indispensable para la vuelta a las escuelas y la reactivación de la economía”, sostuvo.

También Perú no logra hace varias semanas bajar el promedio de muertes. “La enorme cantidad de trabajadores informales que se aglomeran en los mercados callejeros” es un factor de esa mortandad, señaló Eduardo Gotuzzo, médico infectólogo, profesor emérito de la Universidad Peruana Cayetano Heredia.

Una cuarentena de 110 días tuvo éxito al comienzo, pero luego el contagio y la mortalidad aumentaron gradualmente. Las muertes se estabilizaron en cerca de 200, desde mediados de junio, sin lograr desescalar desde esa meseta.

El aislamiento fue parcial, solo en las noches de las 20 horas hasta las cinco y total en el domingo, explicó Gotuzzo, quien dirigió durante 22 años el Instituto de Medicina Tropical Von Humboldt y hace parte del comité de expertos que asesora el gobierno en la pandemia. Algunas ciudades mantienen el confinamiento, mientras otras las suspendieron.

“Para los informales no hay cuarentena posible”, sostuvo el médico a IPS, por teléfono desde Lima.

Además “un servicio de salud sin organización nacional y el mal manejo de la pandemia en las regiones, con dirigentes mal informados”, contribuyeron al desastre, acotó.

Y la ayuda gubernamental a los informales, para paliar las pérdidas, provocó “colas gigantescas delante de los bancos, resultó nuevos problemas y amplió el contagio”, lamentó.

La pandemia que llegó transportada por migrantes peruanos que regresaron al país desde España e Italia, se agravó porque se extendió por Lima al norte y a la Amazonia, luego a las “zonas altas” andina, donde no había al inicio”, recordó. “Lima sigue en situación crítica”, evaluó.

La migración explica también la tragedia de Ecuador, con más migración a España, entre 600 000 y 800, según Gotuzzo.

La Cepal prevé una «abrupta recesión» este año, con un producto regional que caerá al menos 9,1 por ciento. Los 45,4 millones de nuevos pobres, elevará a 230,9 millones los latinoamericanos sometidos a la pobreza, de los cuales 96,2 millones, o 15,5 por ciento de la población total, en la extrema pobreza.

Un ingreso básico de emergencia durante seis meses, a un costo de dos por ciento del PIB, subsidios a 2,6 millones de microempresas y otras amenazadas de quiebra, son algunas propuestas de Cepal y OPS para zanjar la crisis.

Pero “sin controlar la pandemia es imposible pensar en la reactivación económica”, advirtieron las dirigentes de esas dos agencias regionales de las Naciones Unidas.

ED: EG

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