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El 10 de noviembre, el presidente de Bolivia Evo Morales Ayma fue destituido de su cargo. Técnicamente Morales renunció, pero las condiciones de su renuncia fueron establecidas por la oligarquía boliviana (alentada durante trece años por el gobierno de Estados Unidos, como Noam Chomsky y yo indicamos en una declaración el día anterior al golpe). Habiendo ganado la reelección por cuarta vez, Morales enfrentó una insurrección abierta de su oponente, el expresidente Carlos Mesa, quien perdió la elección de manera definitiva. Un equipo de la Organización de Estado Americanos (OEA), institución abiertamente hostil, legitimó el golpe a través de un informe sobre las elecciones que era largo en acusaciones y corto en hechos. Utilizando este informe de la OEA —totalmente apoyado por Estados Unidos— como justificación, la policía se amotinó y luego el ejército (que había permanecido neutral) le dijo a Morales que debía renunciar. No había opción.

Un golpe de Estado es algo curioso. Quienes hacen el golpe nunca admiten que han hecho un golpe. Aseguran que están restaurando la democracia o que están tomando medidas extraordinarias para establecer las condiciones para —en última instancia— la democracia. Esta es precisamente la razón por la que la definición de los eventos es tan tensa. Pero no todos los golpes son iguales. Hay al menos dos tipos de golpe militar: el golpe del general y el golpe del coronel.

Ha pasado mucho tiempo desde que vimos un golpe de coronel clásico, quizás el último exitoso fue en Alto Volta (ahora conocido como Burkina Faso) en 1983, cuando el capitán Thomas Sankara asumió al cargo. Estos golpes de Estado, desde el de Egipto en 1952 en adelante, están dirigidos por suboficiales que tienen una lealtad profunda con la clase trabajadora, el campesinado y lxs pobres de la ciudad. Usualmente estos golpes son en contra de la oligarquía y a favor de algún tipo de socialismo (la Revolución Nacional Boliviana de 1952 cae dentro de esta categoría).

Por otro lado, el golpe del general es conducido por un oficial que proviene de la oligarquía y cuyos intereses están estrechamente asociados a ella. Estos golpes contrarrevolucionarios son los más comunes (y han sido muy comunes en Bolivia: 1964, 1970, 1980 y 2019). El general Williams Kaliman, quien solicitó la renuncia a Morales y quien fue entrenado por EE.UU. en la famosa Escuela de las Américas, ha dirigido efectivamente un golpe de general contra el gobierno del Movimiento al Socialismo (MAS).

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Acontecimientos como un golpe de Estado son simplemente eventos de una estructura de largo plazo, una larga lucha entre las fuerzas del imperialismo y las de la descolonización. En 1941, el Consejo de Relaciones Exteriores con sede en EE.UU. produjo un documento clave para el Departamento de Estado de EE.UU.: Métodos de colaboración económica: el rol de la Gran Área en la política económica estadounidense (traducción libre). El Consejo definió la “Gran Área” como la que abarca todo el hemisferio occidental, grandes partes de Europa, el Imperio Británico, las Indias Orientales Holandesas, y los países de la costa del Pacífico (incluyendo a China y Japón). Los países del hemisferio occidental, que incluía a todos los países del Caribe y América Latina, serían “fuentes de materias primas y mercados para productos manufacturados”; esta era la versión del siglo XX de la Doctrina Monroe de 1823.

Unos años más tarde, el Departamento de Estado de EE.UU. sostuvo que “Buscar menos que el poder predominante sería optar por la derrota. El poder predominante debe ser el objeto de la política estadounidense”. Pero era clave que EE.UU. buscara este tipo de poder sin la apariencia de colonialismo. En 1962, la administración de Kennedy destacó este problema: “Es importante que EE.UU. permanezca en segundo plano, y si es posible, que limite su apoyo a ofrecer entrenamiento, asesoría y materiales, para que no perjudique los esfuerzos del gobierno local ni exponga innecesariamente a EE.UU. a acusaciones de intervención y colonialismo”. Las tácticas utilizadas para luchar contra la descolonización son lo que denominamos “guerra híbrida”. Es mejor dejar que los generales —desde Pinochet a Kaliman— hagan el trabajo sucio, mientras la embajada de EE.UU. permanece inmaculada y mientras finalmente se alcancen los objetivos del capital internacional.

 

Desde que Morales fue elegido por primera vez en 2006, ha dirigido el mejoramiento de los medios de subsistencia del pueblo boliviano. Dos tercios de lxs bolivianxs son indígenas, como Evo Morales. El que priorizara el bienestar de la mayoría indígena irritó a la vieja oligarquía. Este año en las Naciones Unidas, Evo dijo que desde 2006 Bolivia ha reducido la tasa de pobreza de 38,2% a 15,2%, ha aumentado la esperanza de vida en nueve años, ha desarrollado un sistema universal de salud, y se ha asegurado de que más de un millón de mujeres obtengan tenencia de tierras. Hoy, el país está alfabetizado al 100% y tiene un parlamento en el que más del 50% de las autoridades electas son mujeres. ¿Cómo hizo esto Bolivia? “Nacionalizamos nuestros recursos naturales”, dijo Morales, “y nuestras compañías estratégicas. Hemos tomado el control de nuestro destino”.

“Bolivia”, dijo Morales, “tiene un futuro”. Ahora ese futuro está en duda.

Morales y sus colaboradorxs más cercanxs se refugiaron en México. A medida que el régimen golpista ha comenzado a consolidar su poder, el MAS dijo que el pueblo de Bolivia “comienza el largo camino de la resistencia para defender los logros históricos del primer gobierno indígena”. Mientras redactaban el texto, el régimen sacó las Wiphalas (la bandera indígena) de los edificios, las quemó y las reemplazó con la bandera nacional boliviana. “Los próximos días”, dijo el MAS, “seguirá la cacería de compañeros. Y nuestra responsabilidad es cuidarnos entre hermanos, recomponer el tejido social, cuidar y proteger a los dirigentes perseguidos. Hoy es el momento de la solidaridad, mañana será el momento de la reorganización”. La gran humanidad de Morales se reflejó cuando señaló —ni siquiera un día después del golpe—que “como ser humano” pide a los trabajadores de salud y educación volver a prestar servicios a la población con “calidez y solidaridad”.


En 1868, el embajador británico insultó al general Mariano Melgarejo, el dictador de Bolivia. Melgarejo paseó al embajador por las calles de La Paz sobre un burro. Al escuchar  esto, la reina Victoria del Reino Unido exigió que la Marina Real bombardeara la ciudad. Cuando le dijeron que La Paz estaba sobre Los Andes, respondió “Bolivia no existe”.

Puede que Bolivia haya sido borrada de los mapas, pero siguió siendo una gran fuente de plata y estaño para las empresas transnacionales de Europa y Estados Unidos. Actualmente continúa siendo una gran fuente de estaño y alberga más del 70% de las reservas mundiales de litio. Se espera que la demanda de litio —usado para baterías de automóviles eléctricos y aparatos electrónicos como teléfonos móviles— al menos se duplique para 2025. El gobierno de Morales estableció altos estándares para sus socios mineros: exigió que al menos la mitad del control de las minas permaneciera con las empresas mineras bolivianas, y que las ganancias sean utilizadas para el desarrollo social. Las empresas transnacionales demandaron a Bolivia por romper sus contratos, y rechazaron los nuevos estándares del gobierno de Morales. Las únicas empresas que accedieron a los términos bolivianos fueron las de China. Los acuerdos de Morales con estas compañías chinas irritaron no solamente a las empresas transnacionales, sino también a sus gobiernos (de Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea). Un objetivo del golpe de Estado es que estas empresas vuelvan a controlar los recursos naturales bolivianos, especialmente el litio, que es esencial para hacer automóviles eléctricos.


Lula en las calles de São Paulo, noviembre de 2019.

Otro objetivo es eliminar un polo en el “giro a la izquierda” en América del Sur, que incluye la victoria electoral de la izquierda en Argentina y la liberación del expresidente brasileño Lula de la cárcel. Las palabras del vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera, son un recordatorio de las turbulencias de la lucha de clases, que se encuentra en las valientes luchas contra el golpe del pueblo boliviano en las calles:

Tocan tiempos difíciles, pero para un revolucionario los tiempos difíciles es su aire. De eso vivimos, de los tiempos difíciles, de eso nos alimentamos, de los tiempos difíciles. ¿Acaso no venimos de abajo, acaso no somos los perseguidos, los torturados, los marginados, de los tiempos neoliberales? Traemos en el cuerpo las huellas y las heridas de luchas de los años 80 y 90. Y si hoy provisionalmente, temporalmente, tenemos que volver a esas luchas de los 80, de los 90, de los 2000, bienvenido. Para eso es un revolucionario. Luchar, vencer, caerse, levantarse, luchar, vencer, caerse, levantarse. Hasta que se acabe la vida, ese es nuestro destino.


Tweet de la autoproclamada presidenta Jeanine Áñez Chávez.

 

Mientras tanto, hay registros de declaraciones de la autoproclamada presidenta de Bolivia, Jeanine Áñez Chávez, diciendo: “Sueño con una Bolivia libre de ritos satánico indígenas, la ciudad no es para los indios que se vayan al altiplano o al chaco!!”. Además de todo, este fue un golpe racista.

La Tricontinental