Los indígenas, sindicalistas, estudiantes y campesinos, tuvieron el sartén por el mango. Pudieron hacer una mejor negociación. Pero mataron el tigre y se asustaron con el cuero.
Doce días de enfrentamientos, 7 muertos, 1340 heridos y 1152 detenidos, fueron necesarios para que en el Ecuador se derogara el Decreto 883 que desmontaba el subsidio de los combustibles, y se llegara a un acuerdo para establecer un nuevo Decreto, igual impositivo, pero con un nuevo ingrediente: concertado. Este saldo lleva a concluir que tras las movilizaciones y el desespero que rodeó por muchos días al presidente Lenin Moreno y a los miembros de su gabinete, no hubo ganadores ni perdedores. Quedaron en tablas.
Hoy cuando la histórica avenida sexta de Quito comienza a ser limpiada de escombros, silenciosas evidencias de los enfrentamientos entre la fuerza pública y los manifestantes, cabe reflexionar que un movimiento popular que logró concitar la participación de miles de indígenas y que pudo sentar las bases para frenar cargas impositivas por parte del
gobierno nacional, concluye con la decisión de establecer mesas de trabajo que permitan suavizar las medidas que se avecinan. Pañitos de agua tibia.
Nuevas medidas económicas en el horizonte cercano
Se anticipa que las medidas tributarias y de ajuste fiscal proseguirán porque el presidente Moreno acusa a su antecesor, Rafael Correa, de mantener durante su gobierno, los subsidios a la gasolina de 87 octanos y al diésel, que tenía una vigencia de cinco décadas, así como de avivar el paternalismo estatal a través de los subsidios. En su criterio, hay que resolver el asunto.
Bajo ese convencimiento, asumió el costo político y tomó la decisión de emitir el polémico decreto, el pasado 1 de octubre, acto administrativo que desató la inconformidad masiva ya que el ajuste a los combustibles en todo país está ligado al incremento en los precios para la movilización de pasajeros, de mercancías, de víveres y de productos agrícolas y pecuarios, entre otros. En pocas palabras, les toca el bolsillo a todos.
Analistas como Walter Spurrier Baquerizo, de amplio reconocimiento en la opinión ecuatoriana, señalan que se requerirán medidas adicionales, pues es inminente reducir los gastos fiscales en alrededor de 5.000 millones de dólares y el Decreto 883, iba a aliviar la presión económica en al menos 2.000 millones de dólares.
Economistas como él, que tienen acogida en el ámbito gubernamental, se inclinan por un aumento del IVA del 15%, la disminución de la los empleos estatales y cargas tributarias que recaerán sobre la clase media y media baja. Para ponerlo, en otros términos, los miles de indígenas que han comenzado a regresar a sus regiones, serán quienes tendrán sobre sus hombros la enorme responsabilidad de llevar el país a un punto que gobernantes y sector privado, consideren como óptimo.
Otra perspectiva
Desde la otra orilla, el expresidente Rafael Correa, asegura que la actual crisis financiera se produjo desde dentro, por los equívocos en las políticas adoptadas por su sucesor. Como consecuencia, se han desencadenado el desempleo, la inseguridad, el clientelismo burocrático, la corrupción y la inequidad, si se tiene en cuenta que las estadísticas nacionales hablan de un aumento de 500 mil pobres durante el gobierno del presidente Moreno.
Durante los sucesivos períodos de gobierno de Correa, la deuda externa creció de 13.000 a 27.000 millones de dólares, es decir, 14.000 millones de dólares. Por su parte, durante los 2 años de Moreno, esa misma deuda externa se ha incrementado en 15.000 millones.
Mientras los líderes de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador –CONAIE–, presidente Lenin Moreno trina diciendo que “Una solución para la paz y para el país: el Gobierno sustituirá el decreto 883 por uno nuevo que contenga mecanismos para focalizar los recursos en quienes más los necesitan. ¡Se recobra la paz y se detienen el golpe correísta y la impunidad!” y Rafael Correa, por su parte, afirma en redes sociales que el actual mandatario debe renunciar, lo que se avizora en el mediano horizonte es un panorama ensombrecido.
Los indígenas, sindicalistas, estudiantes y campesinos, tuvieron el sartén por el mango. Pudieron hacer una mejor negociación. Pero mataron el tigre y se asustaron con el cuero. Moreno, por su parte, regresa a Quito, pero tiene claro que, en cualquier momento, se encenderá nuevamente la antorcha de la inconformidad y, probablemente, la histórica calle Pichincha y las avenidas Amazonas y la sexta, volverán a estar tachonadas de manifestantes y barricadas y vendrán nuevas cuotas de dolor y sacrificio antes de llegar a un pretendido acuerdo de fondo…
Por Fernando Alexis Jiménez | @misnotasdeldia