Lo que comenzó como manifestaciones por el alza de los impuestos a los combustibles, se convirtió en un movimiento popular en todo el país, frente a la perdida del poder adquistivo y contra el gobierno de Macron, quien hizo concesiones que han sido rechazadas por el movimiento popular.
Es una “catástrofe para los comercios, una catástrofe para nuestra economía”, estimó el ministro de Economía Bruno Le Maire, después de cuatro sábados consecutivos de protestas que degeneraron en actos violentos.
Macron hizo concesiones. Anuló el alza del gravamen a los combustibles, que formaba parte de un plan para combatir el cambio climático, y congeló los precios del gas y la electricidad durante los próximos meses. Pero tendrá que ir más allá para calmar la cólera de las calles.
Una ira que pone en jaque al gobierno y que según el ministro de Exteriores, Jean-Yves Le Drian, no se debe tomar a la ligera; el ministro está preocupado por la democracia debido a los llamados “a la insurrección”. “El peligro es que se cuestionen nuestras propias instituciones”, advirtió.
Convocatoria. El presidente francés, Emmanuel Macron, convocó ayer a los sindicatos y a la patronal para consultarlos este lunes, y sobre todo, presentarles las medidas con las que pretende abordar la crisis de los “chalecos amarillos”, la más grave en los diecinueve meses que lleva en el poder.
Según la emisora France Info, también está previsto que acudan los presidentes de la Asamblea Nacional y del Senado a la cita, fijada para las 10:00 hora local, así como responsables de asociaciones de municipios y regiones. El encuentro precederá a una esperada intervención pública de Macron después de días de silencio.
Este movimiento con el liderazgo de trabajadores de “ chaleco amarillo”, representa sobre todo a la población de clase modesta, que considera que la política social y económica de Macron beneficia a los ricos. Aunque se inició en París, las violentas protestas se han extendido a las más importantes ciudades francesas.