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El secretario de Estado de EE.UU., Antony Blinken, viaja este fin de semana a China, en la primera visita de un titular de Exteriores de su país en cinco años, en un intento de limar asperezas y evitar un hipotético conflicto bélico por Taiwán.

De momento, el viaje de Blinken entre los próximos 5 y 6 de febrero sigue adelante, pese a que este jueves EE.UU. denunció que había detectado sobre su territorio una supuesto globo aerostático espía de China.

De materializarse finalmente la visita, el jefe de la diplomacia estadounidense viajará a China en medio de un ambiente de tensión creciente entre ambos países que recuerda a la Guerra Fría.

De hecho su objetivo es evitar que la tensión acabe en un conflicto bélico, explicó el jueves el portavoz del Departamento de Estado, Ned Price.

“Se trata simplemente de una cosa -dijo Price-, que abordemos la relación bilateral más relevante y compleja del planeta pensando que la competencia (entre ambos) no deriva en un conflicto”.

Desde la Casa Blanca, el portavoz del Consejo de Seguridad Nacional, John Kirby, anticipó que las conversaciones entre Blinken y los responsables chinos se centrarán en la guerra en Ucrania y otros asuntos, como las fuerzas armadas de ambos países y la crisis climática.

Para la Casa Blanca, esos temas han sido dejados de lado después de que China lanzara maniobras militares de gran envergadura para protestar contra la visita a Taiwán en agosto pasado de la entonces presidenta de la Cámara Baja de EE.UU., la demócrata Nancy Pelosi.

Por ello, Blinken pretende lograr que las conversaciones sobre estos asuntos “se restauren y revitalicen”, indicó Kirby.

Hasta el momento, el Gobierno estadounidense no ha corroborado si durante su estancia en China Blinken se reunirá con el presidente, Xi Jinping, como ha adelantado el diario británico Financial Times, que citó personas conocedoras de los planes de este viaje.

La visita del jefe de la diplomacia estadounidense se produce después de la reunión que Xi y Biden mantuvieron en Bali (Indonesia) en noviembre pasado antes de la cumbre del G20, en su primer cara a cara presencial desde que el estadounidense llegó al poder en enero de 2021.

Ese encuentro sirvió para escenificar un acercamiento entre ambos con la meta de impedir que la rivalidad entre las dos potencias desemboque en un conflicto abierto, aunque ambos fueron firmes con sus líneas rojas, especialmente respecto a Taiwán.

Tras esa reunión, el Gobierno de EE.UU. anticipó que iba a trabajar con China para hacer posible la visita de Blinken a principios de 2023.

Pese a la importancia del gesto que supone este viaje, expertos del Centro de Estudios Estratégicos (CSIS, en inglés), un laboratorio de ideas con sede en Washington, descartaron en una charla esta semana que la visita vaya a arrojar grandes resultados.

Así lo manifestó el analista especializado en China de ese centro Jude Blanchette, quien, no obstante, opinó que el viaje en sí no es mala idea, “dado el deterioro de la relación en los últimos cinco años”.

A su juicio, “la Casa Blanca ve este viaje como un paso más” a la hora de seguir distendiendo la situación tras el encuentro de Biden y Xi.

“No lo dicen de esa manera, pero creo que el objetivo es básicamente hacer que esta Guerra Fría avance a su fase de distensión, y esquivar así una ‘crisis de los miles de Cuba”, reflexionó Blanchette.

Este experto descartó que EE.UU. y China se estén precipitando hacia un conflicto, como se extrajo la semana pasada de una circular interna del general estadounidense Mike Minihan de la Fuerza Aérea.

“Espero estar equivocado. Mi intuición me dice que lucharemos en 2025”, puede leerse en el texto de Minihan, con fecha del 1 de febrero, publicado por medios estadounidenses.

Sea o no cierta esa corazonada, lo cierto es que Filipinas y EE.UU. dieron el jueves un paso al frente en su histórica alianza en seguridad pactando el acceso de tropas estadounidenses a cuatro bases “estratégicas” en el archipiélago asiático, un movimiento clave ante una posible invasión de Taiwán por parte de China y su expansionismo en el Pacífico.

También el jueves, el Pentágono alertó de la presencia del presunto globo espía de China de grandes dimensiones que decidió no destruir por el temor de que la caída de sus restos supusiera un peligro para la gente en la superficie.

Y es que desde el Departamento de Defensa estadounidense se lleva asegurando desde hace tiempo que por mucho que EE.UU. esté apoyando a Ucrania con material castrense a defenderse de la invasión rusa, su principal foco de interés y preocupación es China.

En este contexto de rivalidad a largo plazo, la tensión entre Washington y Pekín se disparó en agosto pasado tras la visita a Taiwán de Pelosi, aunque tampoco es que anteriormente no hubiera habido asperezas.

EE.UU. siempre ha afirmado que apoya el principio de “una sola China”, que significa que el único Gobierno chino al que Washington reconoce es el que tiene sede en Pekín, lo que lo aleja de las aspiraciones independentistas de Taiwán.

Sin embargo, EE.UU. se comprometió en 1979 a defender esa isla sin dejar claro, eso sí, si intervendría en caso de un ataque chino, en una política conocida como “ambigüedad estratégica”.

Durante la Administración del republicano Donald Trump (2017-2021), EE.UU. declaró la guerra comercial a China con la imposición de aranceles a sus productos y el propio mandatario mantuvo una retórica combativa hacia el país asiático durante la pandemia con sus alusiones al “virus chino” para referirse al coronavirus.