Mientras transitamos este remolino que se llama era digital, en el las redes sociales acaparan espacios y roles, hay quienes se empeñan en sostener al periodismo como oficio insustituible para la sociedad. Él es uno de ellos.

Cuando Antonio Núñez Aldazoro escribe, lo hace como componían sus canciones los viejos trovadores.

Va hilando de eso que bebe a diario, mejor dicho, de lo que observa, lee o escucha. Así que, si usted es uno de sus amigos, o alumno o compañero de trabajo, no debe extrañarse que alguna conversación que surja, termine siendo el argumento, o la tesis, dice él, de sus artículos de opinión.

No lo hace desde la indiscreción de la farándula, no. Antonio es un periodista de oficio y vocación. Uno de esos periodistas que se empeña en sacar a la profesión del hueco en que lo sumió la polarización partidista de la primera década del 2000.

Lo hace con la pluma y el ejemplo, porque Antonio es, desde 1999, profesor del Departamento de Lengua y Literatura de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Central de Venezuela (UCV). También es profesor de Semiótica Narrativa para Escritura de Guiones en la Escuela de Medios y Producción Audiovisual de Ávila TV (Empa),  en la Fundación Cinemateca Nacional, en el Módulo: El cine y lo audiovisual como expresión de la cultura, en el Diplomado de Conservación Preservación del Material Audiovisual. Así mismo es docente de la Maestría de Historia del Centro Nacional de Estudios Históricos, y desde 2015 también imparte clases como profesor internacional permanente de la Maestría de Gestión Estratégica de la Comunicación de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA) de El Salvador.

Pero antes de eso ha ocupado todas las posiciones posibles que puede ocupar un periodista en esta profesión: desde reportero, hasta director de medios, pasando por la dirección de oficinas de comunicación en la administración pública y la empresa privada.

Este 27 de junio, día nacional de periodista, le fue conferido el Premio Nacional de Periodismo de Opinión, por los artículos que, semanalmente, publica en este diario.

Con él, con el periodista y también con el profesor, hacemos esta charla…

—Antonio, siempre es un gusto encontrarme con vos… ¿Comenzamos?

—Cuando usted disponga…

—Bien… Antonio, trabajaste de reportero, coordinador editorial, gerente de comunicaciones en empresas públicas y privadas, es decir, jugaste en todas las posiciones de la cancha ¿qué te llevó a optar por la docencia universitaria?

—En la época que ingresé a la Escuela de Comunicación Social de la UCV (ECS-UCV), a principios de los 90, aún la institución mantenía un ambiente de bohemia. Yo ya tenía una carrera técnica previa y tenía tiempo trabajando en Comunicaciones Corporativas de un banco muy grande. Así que veía el mundo del periodismo y de su enseñanza muy ligado a las artes, la literatura y la vida bohemia. Entonces, como funcionario de relaciones públicas, realmente lo veía de lejos. Al entrar a la ECS se abrió un mundo de posibilidades asociadas al mundo intelectual. De hecho, aún eran profesores Earle Herrera, Leoncio Barrios, Juan Barreto, entre otros, cuya práctica profesional estaba ligada a la enseñanza universitaria. Y esa práctica es muy venezolana. Se da en la Universidad del Zulia (LUZ) y en otras escuelas de entonces, en las que, era natural, que periodistas, intelectuales, poetas, literatos, fuesen docentes, porque era como un solo mundo. Así que casi desde que entré como estudiante, además como ya estaba grande, tenía 27 años, tuve muy claro que no solo era mi ingreso como estudiante sino también como docente, algo que ocurrió incluso antes de graduarme, ya que fui preparador y auxiliar docente, previo a obtener el grado.

“EL MUNDO DIGITAL, ES EL ÚLTIMO ESTADIO NO SOLO DE LA COMUNICACIÓN INTERPERSONAL INDIVIDUALISTA, SINO TAMBIÉN LA COMUNICACIÓN MEDIÁTICA”.

—Esa “bohemia” que mencionas ha hecho que UCV sea una cantera de donde ha libado, durante décadas, el periodismo nacional. ¿Qué retos enfrentan hoy las nuevas generaciones de periodistas?

—“Un mundo raro”, diría José Alfredo Jiménez, pues se enfrentan a un ámbito laboral totalmente distinto al que yo, y quienes me antecedieron, se enfrentaron. Hoy vivimos un proceso de transformación vertiginosa de la comunicación mediática, en la que los medios tradicionales, como tú y yo conocimos, si aún existen dependen totalmente de los nuevos soportes, canales y plataformas, que son las que ofrecen el entorno digital. Eso ha transformado el ejercicio profesional y la representación social que teníamos del “periodista” hasta los 90 como un intelectual, sensible a las artes en general y muy involucrado en la política. Ahora, el mundo digital, es el último estadio no solo de la comunicación interpersonal individualista, sino también la comunicación mediática. Y en ese entorno no es raro las expresiones que “todos son comunicadores” o que “el periodismo murió”. La primera puede tener algo de verdad, pero la segunda no. Porque el periodismo, como ejercicio profesional y práctica social aún existe.

“LUEGO DE LA PANDEMIA DEL COVID-19, SE DIO UN SALTO CUALITATIVO Y CUANTITATIVO ¡Y CUÁNTICO! EN LA FORMA DE INFORMAR E INFORMARSE”.

—Ese escenario sin medios tradicionales y con periodistas sin el rol tradicional es, al menos, difícil, entonces te pregunto: ¿cómo se enseña periodismo en esta época de redes sociales?

—Creo que esa sensación se ha dado los últimos años, y mucho más, luego de la pandemia de Covid-19. En cuarentena se dio un salto cualitativo y cuantitativo ¡y cuántico! en la forma de informar e informarse. En esta época, en la que el mayor porcentaje de cantidad de información (texto, video, imagen y audio) pasa por el entorno digital, por supuesto que hay que tomarlo en cuenta en la enseñanza, pero sin descuidar la tradición de pensamiento crítico, analítico y de un gran componente intelectual, que siempre caracterizó la enseñanza de la comunicación en general y el periodismo en particular en Venezuela. Mi gran temor es que las instituciones de enseñanza universitaria de la comunicación profesional en Venezuela, se han orientado más hacia lo técnico, abandonado en los pensa, la discusión, la investigación y el aula, el trabajo intelectual y de pensamiento crítico creyendo, erróneamente, que el auge de las redes sociales y la comunicación digital, al quitarle espacio a los medios tradicionales, obliga a una enseñanza técnica, del mero hacer, sin reflexión crítica.

—Imagino, que eso se lo repites a tus estudiantes… ¿es un consejo frecuente que ofreces?

—Soy muy vehemente en esto del pensamiento crítico y en la necesidad de desarrollar la capacidad de análisis crítico en los estudiantes. Por eso, todos los consejos van por esa vía. Repito una frase de Sabina que reza: “Tranquilos que vendrán tiempos peores”. Para que entiendan que deben estudiar, prepararse y tener categorías de análisis, porque el mundo y la sociedad local, regional y global, cada vez se hará más compleja, y el profesional competente será aquel que tenga la capacidad de leer esas realidades.

—Si nos detenemos en esa “complejidad” que planteas pareciera que los medios de comunicación tradicionales han perdido la batalla contra las redes sociales ¿Crees que es así?

—¡No! Cuando uno analiza lo que desde hace más de dos décadas comenzaron a hacer los medios estadounidenses: adaptar sus formas de comunicar, informar y entretener al entorno digital. Entonces no hubo batalla, sino una integración para seguir ejerciendo el control ideológico sobre grandes contingentes de personas, y ahora a escala global. La comunicación envolvente, o transmedia, permite a las grandes corporaciones de la información lograr mejor sus objetivos políticos y financieros. Lo que hay que ver con cuidado no es una batalla, sino cómo se adaptaron para seguir cumpliendo su papel de control social.

—Antonio permíteme seguir complejizando los escenarios… últimamente hemos visto que ya existen narradores de noticias virtuales, por ejemplo, o software que generan contenidos. Pregunto: ¿la Inteligencia Artificial (IA) se llevará en los cachos al periodismo?

—Se pueden suplantar a los narradores y presentadores porque leen un guion. Lo que no se podrá sustituir será el análisis crítico que, por ahora, solo puede hacerlo un ser humano. Las nuevas herramientas de IA pueden generar textos, imágenes, audios y videos, pero no pueden analizar, discernir, y mucho menos, explicar la realidad social, política y cultural. Y eso aún es función, no solo de los periodistas, sino también de todos los trabajadores intelectuales, hombres y mujeres que hacen literatura, academia, periodismo e, incluso, entretenimiento.

—Sin ánimos de pedirte un ejercicio de prestidigitación, te comparto esta idea: así como la última grabación de The Beatles o el más reciente disco de The Rolling Stone, ¿veremos un retorno de los medios tradicionales?

—Claro. El presidente Nicolás Maduro lo dijo en estos días. No solo por el aspecto romántico o vintage, sino precisamente para dar tiempo al análisis y la reflexión. Mucha gente está volviendo al libro físico y al periódico en formato material. Eso no descarta el consumo en otros formatos, fundamentalmente el digital. Pero fíjate cómo las grandes editoriales siguen publicando libros físicos, se dan ferias editoriales y, en el caso que planteas de los medios tradicionales, siguen editándose.

 
—Visto así, ¿cuáles serían las oportunidades del periodismo en la era digital?

—En un futuro, en el que el uso de herramientas de IA sea ya, algo normalizado, incluso romantizado y hecho sentido común, pensar, analizar, discernir y, en general, reflexionar críticamente, será algo muy codiciado y muy valorado. Creo que más bien será una oportunidad para los periodistas y el periodismo en general, para ofrecer análisis críticos y allí, el periodismo de opinión tiene una gran oportunidad.


—Entramos en un tema espinoso, digo yo. Vivimos una era en la que todo el mundo opina y publica esas opiniones en sus redes. La viralidad no distingue mentiras de verdades. ¿Cuál es tu análisis sobre el discurso mediático actual?

—Jaron Lanier, el gurú del mundo digital y un crítico acérrimo del mal uso de las herramientas de la IA, lo ha advertido: solo el pensamiento crítico nos permitirá diferenciar la propaganda de la información. Lo viral ahora es sospechoso, como lo generado por IA, y el discurso mediático actual está lleno de eso. Chomsky lo lleva al mundo académico, un discurso lleno de vaciedad intelectual, porque mucho ha sido generado por herramientas de IA que, además, se alimentan de una metadata conformada, fundamentalmente, por información basura. Lo mismo pasa con los medios. Mucha información proviene de data basura que la alimenta y, lo peor, de intencionalidades comerciales, políticas e ideológicas, que están creando dos públicos y dos tipos de profesionales. En palabras de Humberto Eco, apocalípticos e integrados. Los segundos celebran todo esto, los primeros lo vemos con cuidado. Y creo que a pesar de que hay una gran masa de los segundos, los primeros están llamados a conformarse como la nueva intelectualidad en el mundo digital.


—Insisto con esto, ¿los medios de comunicación siguen teniendo oportunidad en la construcción de la realidad?

—Claro, por lo que te dije antes. Las megafusiones corporativas así lo confirman. Los grandes conglomerados mediáticos ahora tienen empresas de comunicación digital para la información periodística y el entretenimiento. Se cumple lo que te dije de una comunicación envolvente y transmedia, que favorece intereses meramente corporativos de crear una nueva realidad mediática, más cercana a los individuos y de manera global.

—Ahora te cambio un poco el tema. Te han concedido el Premio Nacional de Periodismo de opinión ¿qué significa eso para ti?

—La mención Opinión es un gran honor porque reconoce la escritura y el pensamiento crítico. Basta ver quiénes lo han obtenido desde la creación del premio. Resalto por eso dos aspectos: la escritura, porque también hay quienes la ven amenazada como ejercicio intelectual y crítico. Y el segundo aspecto, el pensamiento. El periodismo de opinión, tradicionalmente, ha sido el lugar de discusión, diálogo y debate, y eso no ha cambiado.

—Antonio ¿y qué pasa cuando tus opiniones no agradan al poder político?

—Creo que el secreto está en la forma de cómo argumentar y plantear tus señalamientos. Lo que ha ocurrido, como he señalado, fue la terrible distorsión que tuvo el periodismo de opinión, al ponerse al servicio de un sector, cuando su papel es de argumentación, en la noción clásica griega, de fomentar análisis de la realidad inmediata a partir de categorías.


—Por cierto, ¿te has visto en la situación de autocensurarte porque sabes el efecto de una opinión?

—El que diga que no ha pasado miente. La autocensura no es decir o no decir lo que debes, sino que me he visto en la obligación de no hablar de un tema hasta que no tenga todos los argumentos, categorías y herramientas para plantearlo con propiedad. Repito, el problema es que se cree que el periodismo de opinión es para opinar y no es así. Es para argumentar con propiedad. Eso nos decía Earle Herrera en su último semestre en la ECS: “El periodismo de opinión no es para opinar, sino para argumentar”.


—¿Que el presidente de la nación te hiciera entrega del premio, pudiera ser un condicionante de tus opiniones?

—Esta edición del Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar creo que demostró apertura. Mis textos no son complacientes con el gobierno y no están orientados, en lo absoluto, a favorecer o atacar un sector o bloque político, sino a fomentar precisamente el pensamiento crítico. Creo que la excesiva polarización política que hemos vivido, desde hace algunos años, le hizo mucho daño al periodismo informativo, pero también al de opinión. Ello, porque ninguno de los dos estuvo orientado a la reflexión, sino a la defensa o al ataque. Escribí hace poco que los intelectuales no deben regañar o exponer sus puntos vista, porque a fin de cuentas son personales, sino más bien, señalar problemas, apuntar peligros, advertir riesgos, no su particular visión de mundo.

“EL PERIODISMO HA CUMPLIDO UN PAPEL ERRÓNEO DE DEFENDER LO QUE EN ESENCIA DEBE REVISARSE”.


—En eso coincido contigo. Lo he comentado en otras entrevistas. En mi opinión, desde el año 2002, el periodismo venezolano se quedó “atrapado” en una vorágine de información y opinión, ¿Cuál es tu percepción del actual periodismo de nuestro país?

—Creo que estamos saliendo de eso. Aún hay quienes se han quedado pegados en eso de que los medios, a la vieja usanza de los organismos multilaterales, crean democracia, pero ya esa discusión ha llegado a la conclusión, de que ese modelo de democracia, fue el que se impuso desde en un modelo liberal, burgués y moderno, que no sirve para nuestra cultura. No es una apreciación trasnochada. Es una afirmación que proviene de la teoría deconolonial, la cual ha determinado que esas ideas legadas a la fuerza por la ilustración en nuestra región, nos organizó institucionalmente, pero ahora, con lo que ha pasado los últimos 25 años en Venezuela, en toda Nuestra América y en el sur global, se confirma que obligatoriamente hay que revisar y repensar. Y allí el periodismo ha cumplido un papel erróneo: defender lo que en esencia debe revisarse, precisamente porque perdió su carácter crítico y tomó un papel, no político, sino extremadamente politizado. Pero te repito: creo que estamos saliendo de eso.


—Para poder terminar de salir de ese atolladero, ¿cuál debe ser la función de un periodista que se dedica a la opinión?

—Señalar problemas, marcar posibles caminos, advertir riesgos. Por eso escribo sobre el peligro de no fomentar el pensamiento crítico, el peligro de una educación, en todos sus niveles, orientada más al hacer que al pensar críticamente. Por eso escribo sobre la crisis intelectual que atraviesan las universidades. Por eso escribo sobre el periodismo y sus retos actuales. Y por eso escribo sobre lo importante que es conocer nuestra historia reciente.


—¿Es deber de un periodista de opinión, opinar acerca de todo?

—No. Sobre lo que no tiene conocimiento, categorías, argumentos o información precisa, debe evitar hablar de eso. Es la diferencia entre doxa y episteme. Opinar sin fundamento es doxa, es decir, pareceres personales, visiones particulares y creencias. Argumentar es episteme, en otras palabras, es discernir y explicar con conocimiento de lo que se habla.


—Tus posiciones personales permean tus opiniones, cómo las de todo el mundo, pero dónde está el límite de la verdad en un artículo de opinión

—Pasa lo mismo con el término verdad. La verdad tiene varias acepciones. Por eso se cambió a “verosimilitud”. Lo demás, como dije, es doxa, creencia, opinión sin fundamento. Los periodistas que hacemos opinión debemos plantear explicaciones, análisis o incertidumbres sobre hechos veraces.


—Cierro con esto. Cuando recibiste el Premio Nacional Periodismo regalaste al presidente una estampa de Oscar Arnulfo Romero ¿ese regalo es también una forma de opinar?

—Viví ocho años en El Salvador, la tierra de Monseñor Óscar Arnulfo Romero, de los sacerdotes mártires de la UCA (Universidad Centroamericana José Simeón Cañas), de las monjas norteamericanas asesinadas, y eso impacta en lo más profundo de quien tenga la oportunidad de vivir una experiencia tan larga e intensa, sobre todo cuando uno se siente del lado de los pobres de la tierra, de los oprimidos y de los que no tienen voz. Claro que quise plantearle al presidente Maduro, más que eso, recordarle, porque sé que él lo tiene muy claro y así lo manifestó, que nuestra batalla está del lado de los menos favorecidos, de quienes defienden la verdad y que son capaces de dar la vida por ello. Y uno de los símbolos icónicos de eso en Nuestra América, es sin duda, Monseñor Romero, hoy santo.

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Ernesto J. Navarro es periodista y escritor, autor de tres poemarios y la novela Puerto Nuevo. Ganador del Premio Nacional de Periodismo 2015. RRSS: @ernestojnavarro.