Pasqualina Curcio
Hemos actualizado el monto de la pérdida económica en Venezuela consecuencia de la guerra imperial. Asciende a 258.095 millones de dólares entre 2016 y hasta el 2020. Para nosotros los venezolanos, eso equivale a 60 años de importación de alimentos y medicamentos, o a 2 veces el pago de la deuda externa, o a 1 año y 9 meses de producción nacional. Son 51.000 millones de dólares de pérdidas anuales en promedio. Ha sido una guerra criminal, despiadada, inhumana.
Los 258.095 millones de dólares corresponden a lo que hemos dejado de producir estos 5 años (233.182 millones de dólares) más el dinero que nos tienen retenido y bloqueado en el sistema financiero internacional incluyendo los activos de Citgo y el oro que está en Inglaterra (24.913 millones de dólares).
El imperialismo nos ha sabido golpear, y lo ha hecho de manera precisa, ha apuntado al corazón de cualquier economía, las exportaciones y la moneda. Es la combinación perfecta de dos armas para asfixiar a los pueblos. Ellos lo saben, no por casualidad son parte esencial de sus históricos manuales de guerra no convencional.
De los 233.182 millones de dólares que hemos dejado de producir, 58.842 millones han sido consecuencia directa de la caída de las exportaciones que, en nuestro país son histórica y principal[1]mente (95%) petroleras. Comenzaron manipulando los precios del petróleo que, por primera vez en la historia cayeron durante 4 años consecutivos, pasaron de 103,46 US$/barril en 2012 a 34,02 US$/barril en 2016. A partir de 2017 comenzaron a recuperarse los precios de los hidrocarburos, pero recordemos que fue ese año cuando Donald
Trump oficializó el bloqueo contra Pdvsa y emitió la Orden Ejecutiva 13.808 contra la industria petrolera, lo cual ha implicado no solo la dificultad para colocar nuestro petróleo en los mercados internacionales, sino también y sobre todo para importar la materia prima y la tecnología afectando directamente los niveles de producción que han caído 76% desde el 2017, pasando de 2.372.000 a 568.000 barriles diarios (Opep).
En Venezuela, como en cualquier país del mundo, las exportaciones impactan directamente sobre los niveles de producción, y no nos referimos exclusivamente a la caída de la producción petrolera que corresponde solo al 15% del PIB, sino al resto de la producción nacional debido a que, al disminuir las exportaciones disminuye el ingreso de divisas al país y, por lo tanto, la posibilidad de importar insumos, materias primas, repuestos y tecnología para la producción no petrolera. Entre 2016 y 2020 hemos dejado de exportar US$ 98.526 millones como consecuencia del bloqueo a Pdvsa que, aunado a la mala gestión y a la corrupción dentro de la industria, ha implicado US$ 58.842 millones menos de producción nacional entre 2016 y 2020.
Los otros US$ 174.339 millones que hemos dejado de producir entre 2016 y 2020 están explicados por el ataque al bolívar, el arma más poderosa en cualquier guerra económica la cual develamos en 2016 cuando publicamos el libro “La mano visible del mercado. Guerra económica en Venezuela”. Arma que fue posteriormente, en 2019, confesada por el senador estadounidense, Richard Black.
Recordamos cómo actúa esta arma letal y cuál es la secuencia en el ataque:
1) El imperialismo manipula el tipo de cambio del bolívar con respecto al dólar a través de los medios de comunicación, portales web y redes sociales, induciendo la depreciación de nuestra moneda. Desde el 2013 hasta hoy han atacado 5.178.365.937.759% nuestro bolívar: en 2013 dábamos 8,69 BsF/US$ y hoy debemos dar 450.000.000.000 BsF/US$ (equivalente a 4,5 BsD/US$). El ataque ha sido sin duda criminal. No hay manera de explicar con teorías económicas dicha “depreciación”, los números no dan, la explicación es política, y más que política, de guerra, ha sido una vil manipulación por la vía de la alteración de la escala monetaria.
2) El mayor tipo de cambio, aunque sea ficticio, sirve de referencia a los industriales y comerciantes para fijar el precio en bolívares de las mercancías induciendo una inflación de 671.045.856.034% entre enero de 2013 y octubre de 2021 (BCV).
3) Como el salario mínimo legal solo ha aumentado 16.867.469.780% durante el mismo período, el poder adquisitivo de la clase obrera, que somos el 95% de la población ocupada se ha pulverizado 99%, al punto que, mientras la canasta básica tiene un precio de 1.727 BsD, el salario mínimo sigue en 7 BsD. Esta situación ha implicado una caída de la cantidad de bienes y servicios demandados. Según el BCV entre 2014 y 2018 el consumo de los hogares cayó 50%. Muy probablemente la caída ha sido mayor a la fecha de hoy. Por ello la importancia de que los salarios aumenten en la misma proporción que los precios de los bienes y servicios de manera de evitar la pérdida del poder adquisitivo de los trabajadores, y la necesidad entonces de la indexación para neutralizar el efecto del ataque al bolívar.
4) Debido a que el presupuesto de gasto público para la salud, educación, transporte, servicios básicos, etc, se aprueba en bolívares y no se ajusta cada vez que aumentan los precios, se genera una insuficiencia presupuestaria que incide en el desempeño y la calidad de los servicios que presta la administración pública, haciendo que dicho costo, de paso, recaiga sobre los hogares venezolanos. El gasto público en 2013 representaba el 33% del PIB, hoy no llega al 3%, lo que también ha implicado una caída de las cantidades demandadas por parte de la administra[1]ción pública, que según el BCV ha sido del 30% entre 2013 y 2018, seguramente mayor hasta la fecha de hoy. Aquí la necesidad de indexar el presupuesto de gasto de la administración pública.
5) Tanto la caída de las cantidades demandadas de bienes por parte de los hogares como por parte del gobierno (según el BCV ha sido de 62% entre 2013 y 2018) ha obligado a los oferentes, dueños de las empresas, a reducir los niveles de producción porque no tienen quién les compre su mercancía, es por ello que se ha dejado de producir US$ 174.339 millones entre 2016 y 2020, consecuencia, por una parte, del ataque al bolívar que ha inducido la inflación y por la otra, del no ajuste proporcional del salario y del gasto público.
El problema central no son los US$ 233.182 millones de dólares que no se han producido como consecuencia de la guerra, sino lo que ese monto significa para cada mujer, hombre, niño y anciano venezolanos en su día a día, en su buen vivir que es lo que, en definitiva, le interesa afectar al imperialismo.
El problema central es que, a pesar de que estamos produciendo menos y que la torta a repartir es menor, ésta se está distribuyendo de manera cada vez más desigual entre trabajadores y burgueses debido, justamente, a que mientras los precios aumentan el salario nominal y el gasto público se ha mantenido congelado. Según el BCV en 2014 la burguesía se apropiaba del 31% del PIB y los trabajadores del 36%, mientras que en 2017 los porcentajes fueron 50% y 18% respectivamente. Desigualdad que es la causa determinante de la pobreza. Más allá de los números, esa es la afectación que verdaderamente importa y preocupa.