
«El infierno de los vivos no es algo que será; hay uno, es aquél que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos.
Italo Calvino, Las ciudades invisibles
«El infierno no es algo que tengamos por delante, sino esta vida, aquí
August Strindberg, Hacia Damasco
Esta, Sirât, es la segunda película que veo del director hispano nacido en Paris, Oliver Laxe; y desde luego me atrevo a señalar que sus películas no son la alegría del huerto, no apta pa optimistas, para quienes tenga esperanzas en horizontes luminosos y gloriosos, de los que todo lo ven en positivo, ya que si en la anterior cinta, O que arde (2019)se presentaba una inquietante situación que podría traducirse en el sartreano el infierno son los otros, en esta ocasión, con tonos cercanos al apocalipsis, somos aprehendidos por una atmósfera que refleja que son tiempos de desastre, de desesperanza: un viaje del desmadre a los límites del desierto, que va a poner a prueba a los viajeros, consigo mismo y con el medio hostil. En toda la película no hay tiempos muertos y los que lo parecen, están bien vivos enganchando la mente del espectador. Antes de continuar, parece de interés aclarar que el título, Sirât, corresponde a un término árabe, que significa la tenue línea que separa el infierno del paraíso, línea fina y cortante como el de una navaja.
Desde la brutal entrada sonora que toma las escenas de un rave en que la música tecno retruena, penetrando en los sentidos del espectador, que siente como que el director le dice: te vas a enterar; la música electrónica no deja de vertebrar la historia desde la tralla inicial a otros momentos y algunos tramos finales en los que la angustia se apodera a la par que unos sonidos que se asemejan a ruidos de ventosas y de desagües arremolinados, que por momentos recuerdan a algunas interpretaciones de Tangerine Dream. Los jóvenes danzan al ritmo que destilan los enormes bafles, y sus cuerpos se entregan a un desbocado baile allá en el desierto del sur de Marruecos. A tal lugar llegan padre, Luis, e hijo, Esteban (Sergi López y Bruno Núñez)en busca de Mar, hija y hermana que hace tiempo que de ella nada saben; la última vez en que supone de su paradero fue en una fiesta de las características de la que se desarrolla en este momento. Precisamente es lo que les empuja a ir a tal fiesta, en la que desde luego no casan con la peña bailona, sino que desentonan ante el tipo de jóvenes que allá se congregan. Padre e hijo reparten las fotos de Mar entre los asistentes para ver si alguien la ha visto y puede encaminarles hacia su localización. Entre ellos, hay un grupo que les hablan de que es posible que la chica asista a otra rave a la que ellos tienen la intención de ir. El caso es que llega el momento en que se acabó la diversión, llegaron los militares y mandaron parar alegando que había sido decretado el estado de alarma y que debían irse; los raveros, a lo que anteriormente he mencionado, dispuestos a continuar la fiesta en otro lugar, salen pitando y padre e hijo, con su furgoneta que nada tiene que ver con los dos vehículos en los que viajan los otros, vehículos preparados para terrenos complicados, les siguen, a pesar de que les desaconsejen hacerlo, al final ceden y se inicia la caravana por el desierto.
Las dificultades del terreno y los intentos de salvar constantes obstáculos, van originando lazos de comunidad entre los jóvenes y el padre e hijo, a los que se les abren las puertas del conocimiento de otro mundo, de otras formas de vida…A lo largo de la carrera de obstáculos emprendida, siempre permanece, al menos para el espectador que yo soy, la esperanza de llegar al lugar de la otra fiesta, y ya de paso, saber algo de la joven desaparecida. Entre tanto, se pueden ver movimientos de camiones militares, y ciertas noticias de la radio que hablan de un estado de guerra generalizado, ¿la tercera guerra mundial?
La música sigue jugando su papel en lo que hace a la tensión -los jóvenes llevan en sus furgonetas un par de bafles de gran tamañoy potencia-, lo que unido con el árido paisaje desértico hace que el ritmo hipnótico se apodere de la pantalla y, por supuesto, del espectador…no seguiré destripando la historia que se desarrolla por aquellas arenas y piedras, que se verá que han sido escenario de guerras o de sistemas de prevención ligados a ella, y que en su extensión y oscura luminosidad provocan momentos de verdadero agobio, lo cual no es sino pura sintonía con lo que el cineasta pretende provocar,…y lo logra, vaya si lo logra. Se podría aplicar CQFD (Ce Qu´il Fallait Démontrer/ ou mieux, dans ce cas-là: Montrer).
En la medida en que la travesía avanza la sensación de que se va derivando hacia un viaje a ninguna parte, crece, por las monótonas pistas, llena de riesgos, inmensidad del desierto hace que se apodere de los viajeros y, por supuesto, en los espectadores de una sensación de pérdida.
Nadie debe esperar hallar en los diálogos profundidades metafísicas ni de ningún otro tipo, pero es que tampoco es necesario para contagiar el desasosiego, que se apodera de los personajes, encarnados con neta credibilidad por Sergi López y por el joven Bruno Núñez, y por el resto de protagonistas que se comportan con absoluta naturalidad, como si en vez de representar no hiciesen sino vivir un modo de existencia nómada a la que estuviesen acostumbrados, a lo que ayude tal vez la no profesionalidad de Stefania Gadda, Joshua Liam Herderson, Tonin Javier, Jade Ouki y Richard Bellamyun, que se estrenan en estas lides, siendo su caracterización -si es que la hay- en lo que hace a vestimenta y otros hábitos, lograda por sus aires punk, por decirlo así…sus actuaciones dan la impresión de que, de hecho, se representan a ellos mismos; hasta diré más, a pesar de que uno no se sienta especialmente atraído por los personajes y su modo de vida, de vestir, de colocarse, soy de la opinión de que acabará sintiendo simpatía o cercanía con ellos que dan muestras de humanidad, hospitalidad…humana demasiada humana.
Música, paisaje, fotografía, emociones y casan como los dedos en un guante, transmitiendo el pulso de una honda falta de esperanza, con aires de no hay futuro, en ciertas franjas de la juventud..hasta que el cuerpo aguante que cantaba Dominique A. Y una advertencia si es que resulta necesaria: abstenerse, reitero, quienes sean amantes de historias perfumadas, merengadas, etc. Y si alguien es capaz de no sentirse perturbado por la cinta, y la incertidumbre que transmite, que levante la mano.
La película fue galardonada con el Premio del jurado en el festival de Cannes y se llevó el Cannes Soundtrack del mismo festival a la mejor banda sonora, creada por David Letellier, alias Kangding Ray.