Aviso

 

Una versión aceptada (aunque no comprobada) afirma que el gran escritor francés Víctor Hugo, calificó así, como “una constitución para ángeles”, la Constitución colombiana expedida en 1863 en la localidad de Rionegro por una convención de mayoría Liberal-Radical, después de un proceso constituyente que consistió en la guerra civil de 1860 al 62, encabezada y ganada por el caudillo y gamonal liberal caucano Tomas Cipriano de Mosquera contra el otro caudillo y gamonal cundinamarqués conservador centralista Mariano Ospina Rodríguez, presidente y gobernante en Colombia en aquellas fechas.

Dicha constitución escrita para ángeles con la que se pretendía enmarcar la actividad de los avariciosos endemoniados de carne y hueso de la oligarquía bipartidista colombiana, quienes a filo de machete con sus peonadas adscritas abrían la ruta segura del capitalismo metropolitano bastante  bien asentado en EEUU y Noreuropa; fue un librillo que en lugar de servir de ley de leyes positivas que condujera a la normatización de la sociedad, indujo a lo contrario: Un impulso aún mayor a la continuación del ininterrumpido (prácticamente sin final hasta ahora) proceso iniciado tras la muerte del Libertador Simón Bolívar de guerras civiles bipartidistas entre peonadas adscritas, una cada diez años, concluidas con un pacto en las

alturas oligárquicas, un nueva constitución política que daba origen a una nueva guerra. (Para una mayor compresión de la dinámica guerra-pacto en las alturas-constitución politica-nueva guerra, en la tradición politica de colombia; favor consultar mi ensayo en https://rebelion.org/wp-content/uploads/2020/11/colombia_libro_pinzon.pdf )

Hoy 22 de mayo de 2012, después de un enorme estallido social y popular que no dudo de calificar de histórico, iniciado el 28 de abril pasado y que ha sacado a la calle y a las carreteras la actividad política de la sociedad del corrupto “establo de Augías”, en que el fascismo narco paramilitar dominante convirtió el Congreso de Colombia, para instalar la deliberación democrática participativa  en el pavimento donde se mueven los colombianos; el torbellino de la historia en una vuelta más, vuelve a colocar el asunto de la guerra- pacto en las alturas-constitución-nueva guerra-nueva constitución, pero esta vez en un nivel superior a los anteriores, con una diferencia esencial:

El pacto ya no es en las alturas, a puerta cerrada, sino en las calles y con la presencia deliberante y constituyente del pueblo movilizado, indicando que en esta ocasión ha quedado claro que una cosa es un proceso constituyente y otra cosa es el librillo escrito de una Constitución política, resultado o reflejo mejor de una correlación en la lucha de clases. También abriendo la esperanza o la posibilidad de que se pueda cumplir esa aspiración doblemente centenaria del pueblo colombiano de tener una verdadera Constitución política que reglamente la vida pacífica, la democracia y la soberanía.

Se discute en las calles y aulas universitarias, en colegios y universidades, en salas de redacción de la falsimedia y hasta en los encortinados salones de la Casa Presidencial, acerca de una nueva Constitución en la que desemboque la actual movilización social como parte de ese proceso constituyente prolongado que después de tres procesos de paz frustrados: el de Betancur, el de Pastrana y el de Santos con sus correspondientes intervalos de guerras, barbaridades y 56 reformas constitucionales, que se inició poco después del pacto en las alturas de 1990, y se concretó en la aún vigente Constitución OJO neoliberal y contrainsurgente de 1991. La que excluyó deliberadamente a los movimientos armados FARC-EP, ELN y EPL y, reconstruyó un “Frente Nacional Ampliado” con algunos de los cabecillas cooptados de movimientos armados que se desmovilizaron en ese año.

La constitución colombiana de 1991, no es producto de una deliberación popular genuina. Fue un evento electorero llamado inadecuadamente como constituyente, desarrollado a puerta cerrada en una sala parlamentaria, citada por un manzanillo provinciano del partido Liberal llamado Cesar Gaviria, educado como un coime en la más estricta ortodoxia Neoliberal estadounidense y en la doctrina de la contrainsurgencia impulsada por el presidente Liberal Turbay Ayala, basada en la llamada Doctrina Lleras Camargo de 1958, y  quien como presidente de Colombia debió enfrentar los graves problemas generados por el episodio inicial de la war on drugs (guerra contra las drogas) impulsada por el gobierno de los EEUU contra los carteles de las drogas de las grandes ciudades colombianas, que ya se habían tomado la economía colombiana desde una década atrás, deslegitimando y corrompiendo en la práctica al Estado colombiano.

También para esquivar los problemas surgidos de la amenaza generada por la conformación de una alianza guerrillera amplia de los más importantes movimientos guerrilleros denominada Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar y gestada como respuesta a los diversos genocidios populares en curso tras la frustración del proceso de paz del presidente Belisario Betancur. Movimientos guerrilleros que si bien fueron excluidos de cualquier deliberación en aquella sala, siguieron existiendo por fuera de ella en la realidad colombiana y hoy reclaman un puesto en la sociedad.

Ese evento electoral fue claramente bipartidista, sin la presencia masiva de la ciudadanía que se abstuvo mayormente de participar en la elección de los delegatarios y que por lo tanto no reflejó ninguna correlación de fuerzas. Los escogidos discutieron allí un pacto en las alturas entre el partido Conservador representado por el ex falangista luego desarrollista Álvaro Gómez; por el partido Liberal de la corriente Lopista Horacio Serpa, defensor de las ejecutorias de los presidentes más recientes de su partido como López, Turbay y Barco, y, por uno de los cooptados desmovilizados de la guerrilla del M 19 Navarro Wolf, reivindicador de algunos puntos sobre el reconocimiento (en el papel) de algunos Derechos Humanos y de la teoría del Estado Social de Derecho. Los tres fueron quienes firmaron, legitimaron y legalizaron la constitución para ángeles endemoniados de 1991, con la que se reforzaron en Colombia las dos características esenciales del Estado capitalista moderno: La coerción y el consenso hegemónico:

1-En cuanto a la coerción, se dejó intacto en su teoría y prácticas contrainsurgentes el aparato de coerción militar, reforzando de manera alarmante el gasto militar en detrimento de otros gastos sociales como salud, educación o vivienda, etc. Se continuó dejando a la policía militarizada dependiendo del ministerio de defensa; se agrandó y militarizó el corrupto aparato penitenciario y carcelario del país (INPEC), a la vez que se crearon y agigantaron otras instancias coercitivas, una de ellas la Fiscalía de la Nación, según el modelo jurídico de los EEUU, con lo cual se permitió seguir con la guerra contrainsurgente traída.

2-En cuanto al Consenso, se creó el sistema político electoral vigente de castas tramitadoras corruptas, operadores regionales de clientelas electorales locales dependientes del poder fuertemente centralizado, bajo la cobertura de una reforma territorial (en el papel) que hoy está en la más profunda crisis. Así como se dio vía libre a la burocratización y captura clientelista por los partidos firmantes del librillo de la innumerables instituciones burocráticas, supuestamente creadas para la vigilancia y control del Poder (las famosas “ías” colombianas, como procuraduría, contraloría, contaduría, fiscalía fiscal, defensoría del pueblo, enpeñaduría del congreso, superintendencias, departamento de la función pública, ministerio de crédito público, etc) que son un desangre para el tesoro nacional dada su ineficiencia e ineficacia administrativa y social.

3- Y en cuanto a la función económica del Estado, se implementó a rajatabla la más despiadada reforma neoliberal de las instituciones, una de ellas la Reforma de la Salud Pública y privatización de la seguridad social mediante la ley 100 / 93 de Uribe Vélez, y el reforzamiento dentro del Estado del poder corporativo de los gremios en el desarrollo de la economía nacional.

La falsimedia adicta al cuestionado régimen colombiano, que ha sido reemplazada en un verdadero proceso destituyente en marcha, por la prensa alternativa honesta y creíble y por las redes sociales de la tecnología de punta; en lugar de gastar páginas y más páginas entrevistando gastados  y trasnochados participantes en aquel evento de 1991, que a estas alturas no saben diferenciar un proceso constituyente de la redacción de una Constitución, para que den una opinión sobre el cuadernillo que ayudaron a redactar, y lleguen a la misma conclusión tan poco seria de que esa Constitución del 91 “ está sin estrenar”, que “no se ha implementado”, que “el 80% no se ha aplicado”, y seguir en la misma paraplejia política de “que una nueva Constitución es un salto al vacío”, cuando tal vacío no existe porque ha sido llenado con la presencia de la movilización social en las calles y carreteras. Deberían más bien, destacar a los periodistas de que disponen para que vayan e interroguen a los jóvenes, a los trabajadores, a los desempleados, artistas, amas de casa, indígenas, afros y demás participantes y demostrantes de todos los sexos que existan, quienes están en las calles para que opinen y sobre todo digan abiertamente lo que piensan sobre el Estado que esa Constitución del 91 creó en Colombia y hoy defiende y sostiene a sangre y fuego con el Escuadrón Antidisturbios ESMAD en colaboración con los guachimanes y narco-paracos de las camionetas de alta gama y con las tropas enviadas por el general Zapateiro, el ministro  Molano y el subpresidente Duque.

Entonces comprobarán aquella verdad amarga de que no es solo el gobierno el que está cuestionado y deslegitimado, sino el congreso de Augías, el aparato fascista de coerción desplegado para reprimir y aplastar la movilización social, vía militar; junto con los principales pilares que sustentan el consenso hegemónico, por ejemplo la iglesia que se ha colocado del lado de los demostrantes movilizados. Una verdadera crisis de Hegemonía u orgánica, que solo se resolverá con una nueva Ley Constitucional que refleje los cambios en la base económica y en la supraestructura de la sociedad colombiana, ocurridos después de más de 40 años de acelerados cambios producidos por el neoliberalismo autoritario imperial y la correlación de fuerzas que esto ha generado.

Comprobarán que a pesar de todo los intentos por detener el mundo, este se mueve. Y cómo