Durante el nuevo paro nacional que inició el 28 de abril de 2021 y que ya lleva semanas de continuidad y altibajos con protestas masivas, sectoriales y parciales; bloqueos de vías; concentraciones, carnavales y conciertos; plantones y perifoneo; paralizaciones del transporte y algunos servicios; estallidos, levantamientos, represiones y enfrentamientos; quemas de estaciones, edificaciones y derribo de monumentos; por último, dudosas negociaciones y promesas para desmovilizar, la canción antigubernamental Duque Chao ha vuelto a resonar en el ágora pública. Según la encuesta Datexco, el 75.1% de colombianos apoyan el Paro Nacional y la canción es más viral que nunca.
La cortina riesgosa de la Copa de América y el juego entre el Junior y el River Plate, mientras resuenan las balas asesinas, los gases lacrimógenos, los gritos y sonidos, son una afrenta a la dignidad y al cántico popular, verdadera pasión futbolera, como la que expresaron este 14 de mayo de 2021 en Ibagué al cantar el Duque Chao con bengalas rojas, lo mismo Popayán, Cali y Bogotá, al rojo vivo. ¿Cuál es, pues, el origen y sentido de dicha canción?
La canción antiuribista nació el 1 de junio de 2018, cuando un trío anónimo de jóvenes de clase media democrática bogotana y precarizada, acompañados del piano, reajustaron la letra y sonido como una suerte jingle electoral en las elecciones presidenciales, estas disputaron a Iván Duque, candidato apoyado por todas las franjas de la burguesía, versus la Colombia Humana de Petro y Ángela Robledo. Más allá de la situación puntual del sufragio, la canción expresó una polarización de clases sin igual, a su vez, un profundo hastío con el retorno de Uribe al poder y la fisionomía represiva del régimen político autoritario. En efecto, el cántico era un llamado a la resistencia civil.
El ritmo pegajoso y estribillo del “Duque chao / Uribe chao / chao / chao” fue a su vez retomada de la famosa serie española de Netflix, La Casa de Papel (2017), consumida por las capas medias latinas y colombianas. La canción original, Bella Ciao (del 1943-45), fue el cántico italiano antifascista de la resistencia partisana, obrera y socialista, al fascismo de Benito Mussolini y Adolf Hitler, anunciando que a todo dictador y mal gobernante le llega su hora. Ésta sería, a su vez, una nueva versión de la posible original de 1919, la reinvención y reapropiación cultural de la historia. A Duque y Uribe, el Bonaparte criollo y su marioneta, al parecer, les está llegando también su hora final. Tienen los días contados. Ojalá, su declive vertiginoso se dé antes del dos mil veinte dos, siendo juzgados y apresados, sino ahora, después, por su violación sistemática de los derechos humanos y ser unos vende patrias.
Lo que comenzó como un emotivo y esperanzador jingle electoral, luego de la derrota momentánea de Petro y los ocho millones que votaron por él en la tensa segunda vuelta, se tornó en una canción del Paro y resistencia, del despertar de la situación prerrevolucionaria abierta del 21 de noviembre de 2019, expresión del tránsito a nueva etapa histórica abierta en el 2016, con el comienzo del fin del lastre de las FARC-EP históricas y el último ciclo de vida del conflicto armado de marras, el cual parece estar cerrándose, con apenas la supervivencia y acumulación de grupos restantes (ELN y otros).
Así pues, el Duque Chao del 21N se ajustó con una letra diferente y combativa poselectoral, de lucha directa, el cual se fue convirtiendo en la canción del paro, junto con el cántico bailable de Uribe paraco HP. Veíamos entonces orquestas sinfónicas y facultades de música en Cali y Bogotá, grupos improvisados y consolas, voces a capela y compatriotas de otros países y embajadas, entonadas en las calles: “si su gobierno sigue matando, no dejaremos de luchar, oh colombiano, vamo’ a la lucha, vamo’ a salvar nuestro país”, pidiendo cárcel para Uribe y denunciando su íntimo vínculo paramilitar y los Falsos Positivos, de él y su ex Ministro defenestrado y Nobel de Paz, Juan Manuel Santos. Hasta el momento hay versiones del Duque Chao de hip-hop con salsa, carranga, electrónica y guaracha, rock, sonido sinfónico y cantautor. Ya solo falta la versión K-pop y reggaeton. Esta canción viral también es disruptiva en términos del agit-prop, porque rompe con los rutinarios y desmoralizantes cánticos del perifoneo de la burocracia sindical y la vieja izquierda reformista anquilosada, sus loas a la derrota y a la tristeza.
La juventud colombiana y los trabajadores expresan su instinto de clase y anti oligárquico cuando cantan el Duque Chao y, a la vez, es paradójico, cuando portan camisetas de la selección de fútbol y la bandera tricolor, tanto en las calles como en casas. Tenemos un partido por la vida que ganar, por cambiar la historia del país y lograr la Segunda y definitiva Independencia del imperialismo yanqui-europeo y sus lacayos lugartenientes, la burguesía nacional criolla en todas sus fracciones gremiales y políticas. Aunque el arribo de la pandemia del COVID-19 en Colombia que promete llegar a los 100 mil víctimas mortales a finales de año, confinó en parte las luchas y el resueno del cántico del Duque Chao, el 28A volvió el espíritu de contagio.
Como era de esperarse, debido a la popularidad del slogan cultural y su poderoso mensaje político como consigna radicalizada, el Duque Chao fue haciéndose cada más visible e identificándose con el sentido de añorar la caída del gobierno por la vía de la movilización social directa de miles y miles: “Una mañana he despertado y hemos sacado al impostor”.
Como era de esperarse, el espíritu camaleónico del lagarto santista, Roy Barreras y Armando Benedetti, integrantes del Pacto Histórico de la Colombia Humana de Petro, buscaron reapropiarse del Duque Chao (#ChaoDuque), prometiendo impulsar una fuerte campaña de referendo revocatorio de mandato presidencial del alfil del uribismo y un proselitismo electoral anticipado, para la consulta abierta de candidatos. Promesas vanas y fetiche del sufragio, que solo el paro del 28 rompió al mostrar la confianza en las propias fuerzas y sus triunfos parciales pero concretos: el retiro de la reforma tributaria y a la salud, caída del Ministro Carrasquilla y canciller Claudia Blum, recorte de emisión del programa diario presidencial y demagogia de matrícula cero en las públicas con acuerdos incumplidos pasados, etcétera.
El destino de Colombia y el ajedrez de la lucha de clases impredecible se puede sentir en el sentido mismo de la letra y melodía resonante de la canción popular antigubernamental del Duque Chao: aunque menos improbable, podría suceder la renuncia, caída anticipada y estrepitosa del porcino antes de finalizar su mandato –la apuesta a que le apostamos los revolucionarios de varias fuerzas sociales y políticas–, o bien podría darse el ajuste de cuentas y derrota tardía de la corriente política neouribista y el régimen en los próximos comicios presidenciales –la vía de los reformistas institucionalistas heterogéneos–.
No obstante, si algo hemos aprendido, es a no cantar victorias que aún no se ganan y evitar el triunfalismo insensato. Así las calles y las encuestas muestren un nuevo sentir y hegemonía cultural antiuribista que, como nos muestra los Misak, la Minga, Graffiteros, Primeras Líneas y Puntos de Resistencia, también se yergue en oposición a todas las élites colombianas de la historia republicana, incluida la de Santos y los supuestos amigos liberales de la paz. La derecha tradicional puede triunfar de nuevo.
El jingle electoral e himno de resistencia del paro, tal ha sido la fisionomía cultural contradictoria de la canción Duque Chao. Las calles y/o las elecciones, tal es la encrucijada y batallas en la que tensionará sus fuerzas el país y las clases en pugna de su seno. De ser necesario y preciso, los de abajo echarán mano de ambos medios, la protesta, el voto y las armas, para sacudirse el lastre de la loza uribista y el resto de la burguesía tradicional, estando recelosas al fraude y toda conjura de la transición. Por su parte, los de arriba harán hasta lo imposible por impedir el arribo de un gobierno reformista con una dirección de clase media y con un pasado en el M-19, antes bien, buscarán que el descontento lo canalice, al menos, el centro de los Verdes y la derecha tradicional, del grupo empresarial antioqueño y otros pulpos económicos. De darse tal recambio hipotético, aparte del intento de desprestigio y desgaste exprés, incluso la posibilidad de un golpe militar y para-militar, el establecimiento buscaría una rápida cooptación y contención, tal cual vemos hoy a Gustavo Petro Urrego, hablando de tú a tú con potentados y grandes empresarios como el judío Jean Claude Bessudo y otros ilustres. Dándoles un parte de confianza que no van a tocar sus riquezas, no sabiendo uno entonces cómo se impulsará la política pública de redistribución si no es socializando parte de la plusvalía del capital, las jugosas ganancias acumuladas por años y décadas a costa de sangre, corrupción y represión.
Como sea, pase lo que pase, lo que sí sabemos es que el Duque Chao quedará en la memoria colectiva intergeneracional y la historia reciente como el comienzo de los cambios profundos de nuestra Colombia. Paso paso paso, se viene el colombianazo, la revolución colombiana, la primavera esperada por la que lucharon cientos de miles de víctimas y luchadores obreros y populares. Pasar la página del uribismo en el poder gubernativo, aunque será una corriente política y de opinión pública influyente por decenios, implicará un avance para la consecución de la apuesta de un gobierno de los trabajadores y el socialismo, contra toda tibieza de derecha e izquierda. Las masas trabajadoras tendrán que hacer una dura experiencia con otros y rápidamente ver la flaqueza y traición de sus sueños de las fracciones criollas y de la clase media reformista por “superar” o “humanizar” el modelo neoliberal, a la par que se forja un partido de trabajadores revolucionario en las luchas. Antes vivieron con el santismo y el propio uribismo camaleónico, mañana serán el fajardismo y/o el progresismo.
“Esta es la historia del colombiano, que ha muerto por defender la vida”. Por ellos y por todos, Lucas Villa, Dilan Cruz y Allison Meléndez, los 900 líderes sociales asesinados, hermanas y hermanos, hoy somos y estamos vivos cantando el Duque-Uribe chao. ¡Es el fin de una era y régimen, tal cual lo conocemos!