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El estallido social que explotó en Bogotá y se extendió por Colombia contra la criminalidad de las Fuerzas Armadas (FFAA) y sus socios narco paramilitares, deja más de 10 asesinados, centenares de heridos, un millar de detenidos y 3 mujeres violadas por la Policía.

Las órdenes impartidas por Uribe desde su encarcelamiento de “disparar a matar”, valen más que las directivas de la Alcaldesa, quien en teoría es la jefa de la Policía de Bogotá. Esto ocurre porque la policía militarizada depende del Ministerio de Guerra desde 1965 y no del Ministerio del Interior como en el resto del mundo. Además en el dispositivo bélico de la Guerra contra las drogas aplicado en Colombia, todas las Fuerzas Armadas obedecen órdenes de Comandos Unificados dirigidos por militares, que explica el trato de Guerra que el régimen da a la protesta social.

El desarrollo denunciado de una estructura mafiosa dentro de las Fuerzas Militares es igual dentro de la Policía, descomposición en la que caen las FFAA luego de décadas de perpetrar limpieza social y política contra la población, ordenadas como Operaciones Encubiertas Negables; junto a la corrupción interna que deja su alianza con mafias y Carteles de las drogas, también ordenada por la Doctrina de Guerra Híbrida alentada desde Estados Unidos.

El árbol podrido de las FFAA produce los frutos podridos que el pasado 9 de septiembre masacraron a la gente, además de disparar contra las viviendas de pobladores ajenos a la protesta. También procrea los delincuentes que vestidos de Policía escondieron sus insignias de identificación y ocultaron sus caras, mientras asesinaban y torturaban a los manifestantes.

El árbol podrido de las FFAA es producto de la Doctrina de seguridad que las clases dominantes mantienen desde cuando asesinaron a Jorge Eliécer Gaitán en 1948 -lo que generó el primer Bogotazo-; ahora este segundo Bogotazo demuestra que la Doctrina que adoptaron para enfrentar a la población como enemigo interno, fracasa en su función de Guerra preventiva.

El régimen simula cambios cosméticos sin cambiar su Doctrina de seguridad, para no pasar la página de la Guerra. En contraste, esta sublevación popular que rechaza el incremento de las masacres, el asesinato de líderes sociales, la persecución y amenazas contra opositores, demuestra que el escalamiento de la violencia contra el pueblo no lo hará retroceder, en su reclamo por cambios de fondo que dignifiquen la vida, la paz, la democracia y la soberanía.

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