Aviso

 Todos los 20 de julio deberían ser una fecha de esperanza y de regocijo, pues es el día del «Grito de Independencia«, si a esto podemos llamar independencia. Contrario, es un día lúgubre, cargado de un falso heroísmo y honor desde la historia oficial. En la celebración encontramos a la misma clase gobernante que luego de 210 años ha explotado y sacado provecho al famoso «grito«,  y a una inmensa mayoría de colombianos que lucha  y construye desde sus territorios independencia y soberanía. 

En medio de este contexto, a Bogotá arribaron el 20 de julio dos Marchas por la Dignidad, la Libertadora y la Comunera; nombradas así por los hitos del pasado. Hitos de hombres y mujeres que dieron su vida por la libertad; y que sus gestas hoy son reproducidas por cientos de comunidades que construyen desde sus territorios. A estas dos marchas  sumamos la primera Marcha de la Dignidad  que recorrió desde Popayán  hasta Bogotá y que es ejemplo de dignidad y resistencia.

Luego de sortear las dificultades del camino, llegaron victoriosas, recorriendo las sendas y caminos de antaño. al acercarse a Bogotá, realizaron una parada en el Puente del Común, lugar donde la lucha Comunera fue traicionada por las instituciones del Virreinato y los dirigentes hacendados; que un año después cobro la vida de José Antonio Galán Zorro, desmembrado por órdenes del virrey en Guaduas. José Antonio no fue a ese encuentro y traición, su ejemplo de dignidad nos dejó la famosa frase »En el nombre de Dios, de mis mayores y de la libertad. ¡Ni un paso atrás, siempre adelante y lo que ha de ser que sea!».

Detenidas por las fuerzas represivas del Estado colombiano en su recorrido,  asediadas por la burocracia que solicitaba municipio a municipio los documentos y permisos como si protestar y manifestarse no fuera un «Derecho Constitucional». Alegaban que la pandemia COVID–19 les permite limitar cual dictadura los derechos de los colombianos.

Estos impedimentos no fueron limitantes. La perseverancia y coraje de las marchantes, lograron despertar en la población la alegría de salir a recibirlos en los municipios por los que pasaron, como ocurrió hace 210 años cuando el pueblo se sumaba a ese anhelo de libertad; hecho que llenó de fuerza a quienes marchaban realizando esta gesta heroica.

Ese anhelo de libertad y fin de la opresión que convocó a los marchantes, contagió a sectores de la sociedad, estudiantes, docentes, trabajadores y desempleadas que acompañaron el ingreso y  la marcha; mientras colectivamente se teje unidad para construir una patria libre y soberana.

El paso por la capital de las Marchas por la Dignidad, fue un verdadero desfile de héroes; distinto al vulgar y tradicional despliegue de las Fuerzas Militares que se realiza cada 20 de julio.

Exigieron desde Monumento a los Héroes, respetar la vida de las lideresas y líderes sociales;  cumplir  los acuerdos de paz firmados en La Habana; defender la autonomía en los territorios; respetar a la comunidades ancestrales y negras y el fin del modelo capitalista, extractivista y neoliberal. Las proclamas de las Marchas no deben olvidarse, es momento para sumarse a la movilización, la unidad y la lucha social y política. Es momento de construir una propuesta de sociedad que permita, definitivamente, vivir dignamente en una patria libre y soberana.

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