En La Habana, un año y cinco meses después del atentado, el comandante Pablo Beltrán asegura rotundamente en entrevista exclusiva con Cubadebate que ninguno de los 10 miembros de la delegación de paz del Ejército de Liberación Nacional (ELN) estuvo implicado en el ataque a la Escuela de Cadetes de Policía General Santander de Bogotá. Ni siquiera él, como miembro del Comando Central (COCE).
Tras el hecho, que el 17 de enero de 2019 costó la vida a 22 estudiantes y al propio atacante, el presidente colombiano, Iván Duque Márquez, decidió romper los diálogos de paz con la guerrilla del ELN y reactivar las órdenes de captura contra los miembros de la delegación, en Cuba desde mayo de 2018.
Hoy, la posición de las autoridades cubanas de respetar el protocolo de ruptura de las conversaciones entre el Gobierno colombiano y el ELN, y la decisión de no extraditar a los guerrilleros, son usadas para cuestionar y manipular el papel de la Isla como garante del proceso de paz. Beltrán insiste en que los negociadores de la paz están “desligados totalmente de cualquier cuestión de operaciones militares” en el terreno colombiano.
—Comandante Beltrán, ¿cuál es su criterio sobre el argumento del Gobierno colombiano para pedir la extradición de algunos de los miembros de la delegación a raíz del atentado contra la escuela de cadetes?
–Primero, desde que nosotros llegamos a Cuba, en mayo del 2018, se hizo un compromiso. Fueron el Gobierno de Santos y el Ejército de Liberación Nacional quienes pidieron a Cuba albergar la mesa, como país garante. Por eso vinimos acá, por una solicitud de las partes. Y Cuba, como país garante, atendió a la solicitud. Segundo, cuando se fue a instalar el nuevo Gobierno, no dijo ‘oigan, vénganse’, sino que dijo: ‘Quédense allá y vamos a hacer una reunión discreta, vamos a mirar qué dejó el otro Gobierno y reiniciamos’.
“Cuando hubo el ataque de una guerrilla nuestra a una escuela de la policía militarizada en Bogotá, en enero del 2019, se les ocurrió decir que la delegación, aun estando aquí en La Habana, era responsable. Algo traído de los cabellos, ¿no es cierto? Porque nosotros estamos acá y, además, yo soy miembro de la dirección nacional del ELN, pero eso no quiere decir que esté al tanto o esté comandando operaciones militares en Colombia. Mi labor específica es todo este proceso de diálogos.
“Yo estoy apartado de eso, pero aun así insisten en decir que la delegación tuvo que ver con el ataque, y con base en eso piden a Cuba la extradición, pero la extradición la piden por intermedio de Interpol. Resulta que el estatuto de Interpol, en el capítulo III, dice que este tipo de asuntos no procede cuando hay conflictos entre partes, o sea, un conflicto interno colombiano”.
—¿Entonces usted descarta cualquier vinculación de la delegación de paz con el ataque a la Escuela de Cadetes de Policía General Santander de Bogotá?
–Sí, porque nosotros estamos acá, en La Habana, en una misión de paz y desligados totalmente de cualquier cuestión de operaciones militares; ni por comunicaciones, ni por mando, tenemos que ver con eso, porque fue el compromiso que hicimos con los dos Gobiernos, el colombiano y el cubano.
“Le digo, además, una especificidad de cómo está estructurado el ELN. Nosotros tenemos una dirección nacional, con cerca de 20 miembros; una especie de ejecutivo, el comando central, que somos cinco, pero también tenemos un organismo encargado del planeamiento y conducción de las operaciones, el Estado Mayor, que es dirigido por el responsable militar del comando central, que no soy yo. Entonces, las líneas de operación que se trazan, los detalles de los operativos, los momentos de los operativos, los blancos escogidos, eso es estrictamente del manejo del Estado Mayor”.
—¿En La Habana hay algún miembro del Estado Mayor?
–No, no hay. El responsable militar del ELN es Antonio García. Él sí estuvo aquí en unas negociaciones, pero como en el 2005, hace 15 años.
—¿Considera que la ruptura y la crisis que ha generado han sido usadas para atacar a los países garantes?
–Bastante.
—Hay informaciones que relacionan este tema con la inclusión de Cuba en la lista que confecciona el Gobierno de Estados Unidos sobre países que supuestamente no hacen lo suficiente en la lucha antiterrorista. ¿Cómo valora la postura de los garantes? ¿Se han ajustado a la legalidad, a los protocolos escritos en blanco y negro?
–Es una ley de las negociaciones internacionales de paz proteger a las delegaciones negociadoras, y el mecanismo que se usa es firmar un protocolo de retorno seguro. Nosotros firmamos la agenda de negociaciones el 30 de marzo de 2016 en Caracas, y el 5 de abril, cinco días después, firmamos los protocolos de funcionamiento, entre ellos el protocolo de ruptura, que está firmado por el Gobierno de Colombia, el ELN y cinco países garantes. Eso le da un estatus de acuerdo internacional; no fue que lo firmó Santos solamente, no, es un acuerdo internacional y como tal tiene que cumplirse.
“Entonces, lo que han dicho los países garantes al Gobierno colombiano es que no van a deshonrar sus funciones como garantes. El centro de la política exterior de Noruega es la promoción de la paz, y ellos acompañan cantidad de procesos en todo el mundo. El día que Noruega diga que invalida sus responsabilidades como país garante, es su final como acompañante de procesos de paz.
“Nadie en la comunidad internacional va a hacer eso, porque en un mundo que tiene que ser multilateral, cada vez que haya conflictos tendrá que haber negociaciones y equipos de negociaciones; de lo contrario, se acabaría el multilateralismo”.
—¿Y qué dicen los protocolos sobre ruptura? ¿Qué garantías de vida dan a las partes que se sientan a una mesa a dialogar?
–El Gobierno de Colombia adquiere el compromiso de retornarnos sanos y salvos a nuestros campamentos, de donde salimos a hacer estas negociaciones; los países garantes, como se ha acostumbrado durante toda esta negociación, el compromiso de acompañarnos desde que salgamos del sitio de la negociación hasta que lleguemos a un lugar seguro. Eso dice taxativamente el protocolo de retorno seguro.
“Los países garantes han dicho al Gobierno de Bogotá que su posición de exigir el cumplimiento del protocolo de ruptura es invariable; ni hoy, ni mañana, ni el año entrante, ni el siglo siguiente la van a cambiar. Y el conjunto de la comunidad internacional acompaña cada vez más a los países garantes en esa defensa de los protocolos”.
—¿Duque dio algún indicio de intención de ruptura de la mesa de diálogo antes del atentado?
–Lo primero que hicieron al día siguiente de posicionarse fue colocar a Ceballos (Miguel Ceballos Arévalo, alto comisionado para la paz) en una comunicación telefónica conmigo. Estaba yo aquí en La Habana. Me dijo ‘bueno, vamos a hacer una reunión discreta de varios días, una parte de la delegación del ELN que está en La Habana, yo voy con una parte de la Oficina del Comisionado de Paz y miramos por dónde podemos reencauzar eso’. Así comenzó el contacto. Duque habló de revisar y hacer un empalme con lo que había dejado Santos; pero nunca lo hicieron, ni siquiera se dignaron a recibir los acuerdos. Y cuando le preguntaron a Duque qué iba a hacer con los acuerdos que firmó Santos, dijo ‘esos no valen porque yo no los firmé’.
“Entonces hubo chistes en Colombia como ‘bueno, entonces que no pague la deuda externa, porque él no la firmó… ya que nos está comiendo la mitad del PIB’”.
—No firmó Santos, firmó el Estado colombiano.
–Claro. La Corte Constitucional dijo que por lo menos tres Gobiernos seguidos están obligados a implementar los acuerdos de Paz. Es lo que dice la Corte, pero al Gobierno no le importa.
—Aunque el acuerdo esté blindado jurídicamente…
–Si usted mira, el Congreso está cerrado, el presidente ya lleva 160 decretos gobernando, haciendo y deshaciendo todo lo que no pudieron hacer cuando el Congreso estaba abierto. El fiscal es un empleado del presidente… Eso es una dictadura.
Los países garantes han dicho al Gobierno de Bogotá que su posición de exigir el cumplimiento del protocolo de ruptura es invariable, afirma Beltrán.
—En los últimos meses, el ELN ha tomado algunas decisiones que han sido bien recibidas por la opinión pública en medio de la crisis del proceso de paz; por ejemplo, los cese del fuego y la liberación de retenidos. ¿Cómo interpretar estos gestos? ¿Están enviando un mensaje al Gobierno de Iván Duque?
–Tiene varias interpretaciones. Una, se le está diciendo al Gobierno que el ELN está en una disposición de paz, de andar una vía de solución política, y le invitamos a que se sume. La otra es que, en el conflicto colombiano, las principales víctimas son personas no combatientes, la población en general; las zonas más empobrecidas y excluidas son las que más sufren. Entonces, cada gesto que nosotros podamos hacer tiene fundamentalmente un mensaje humanitario, no es solamente como por congraciarnos con el Gobierno; es una invitación también y, en esencia, es un gesto humanitario.
—En los últimos días, usted ha dicho que no habrá más cese del fuego unilateral, que será solo bilateral.
–Sí.
—¿Por qué?
–Cuando el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, llamó en marzo a un alto el fuego para enfrentar mejor la pandemia, nosotros acatamos la propuesta e hicimos un cese unilateral, pero desafortunadamente fuerzas militares y paramilitares del Gobierno sacaron ventaja militar de eso.
“Por ejemplo, en muchas regiones donde nosotros estamos se incrementó la persecución y el asesinato de líderes sociales y comunitarios. Entonces, hoy decimos que tenemos la disposición de un nuevo cese acatando la resolución de Naciones Unidas, pero también le decimos al Gobierno que participe, que se incorpore en un cese bilateral que, en últimas, es lo que va a permitir enfrentar mejor la pandemia.
“No tengo un dato preciso, pero son varios los centenares de miembros de las Fuerzas Armadas de Colombia contagiados. Hay países que han debido confinar a sus fuerzas militares ante el alto nivel de contagio. No es solamente una cuestión que plantea la ONU; es que también hay una amenaza real de contagio dentro de las fuerzas armadas”.
—Pero ya el Gobierno respondió…
–El Gobierno está un poco enredado. Salió el presidente Duque en un tuit a decir que le ponía condiciones al ELN para entrar en un cese bilateral, y resulta que él está tocando la puerta equivocada, porque el que exige el cese de 90 días es el Consejo de Seguridad, no el ELN. Entonces, que le conteste al Consejo de Seguridad.
“Nosotros aceptamos la convocatoria, la exigencia del Consejo, y creemos que la mejor forma es desde la bilateralidad: que lo haga el Gobierno y lo haga el ELN. La respuesta que dio el presidente Duque al ELN es tocar en la puerta equivocada y no lo exime de dar respuesta al Consejo de Seguridad”.
—¿Qué opinión tiene sobre las condiciones que ha puesto Duque para el cese bilateral del fuego por 90 días? Por ejemplo, exige que liberen a los retenidos.
–Este es el lado sombrío del asunto, porque, desde antes de estar en el Gobierno, Duque era parte de una coalición de extrema derecha muy violenta que hay en Colombia, que dirige el expresidente Uribe y que se mueve con una consigna: ‘Hacer trizas la paz’. Entonces, todo lo que hizo el Gobierno anterior de Santos, ellos vienen a obstaculizarlo.
“Llegan al Gobierno y qué van a hacer, pues despedazar la paz. Y lo han hecho. Un ejemplo: producto del Acuerdo de Paz de 2016 se pactaron, con miles de comunidades campesinas cultivadoras de cultivos de uso ilícito, planes de sustitución voluntaria para eliminar esos cultivos y emprender otros, fomentar la economía campesina. Lo primero que hizo Duque fue acatar los dictados de Trump, que dice ‘eso no vale, y me hace el favor y me fumiga con glifosato’. A partir de ahí se disparó la protesta social en toda esa región, la gente reclamando el cumplimiento de los acuerdos y el ejército y la policía haciendo radicación forzada, maltratando a campesinos y asesinando a varios de ellos. ¿Por qué? Pues por cumplirle las órdenes a Trump.
“En Colombia hay una discusión muy fuerte, porque es una pérdida de soberanía y la gente que hace el análisis de la política exterior colombiana dice que nunca había habido una época tan sombría, de tanta incondicionalidad del Gobierno de Bogotá ante Washington. Entonces, el problema no es solamente que los colombianos queramos el proceso de paz, es que nos toca lucharlo con Estados Unidos para que lo deje fluir”.
—Eso nos podría explicar un cambio tan radical del Estado colombiano ante los diálogos con el ELN, la transformación de Santos a Duque. ¿Qué más o quiénes mueven a Duque?
–El lunes pasado al expresidente Uribe se le ocurrió decir en un foro, creo que en Madrid, que las fuerzas de la oposición progresista que quieren llegar al Gobierno en 2022 son una especie de reedición del castro-chavismo. Lo dijo el lunes el expresidente Uribe y el miércoles Duque lo repitió. Me acuerdo de lo que dice Freud, que cuando dos personas dicen lo mismo, hay uno sola que piensa.
Duque era parte de una coalición de extrema derecha muy violenta que hay en Colombia, que dirige el expresidente Uribe, comenta.
—Pero durante los primeros cinco meses del Gobierno de Duque ustedes estuvieron dialogando. ¿Podría citarme algunos ejemplos del acercamiento entre la guerrilla y el Ejecutivo?
–La coalición en el Gobierno es muy variopinta, una mixtura que va desde evangélicos fundamentalistas hasta la extrema derecha violenta, pasando por académicos de extrema derecha. Hay unos que están de acuerdo con el diálogo y otros que no. Nosotros enviamos un gestor de paz en diciembre pasado a hablar con el expresidente Uribe y se hicieron varios contactos. Finalizando diciembre, lo detuvieron.
“Entonces, si alguien va con buena voluntad a hacer unos contactos discretos y el mismo que lo atiende lo penaliza, ¿cómo construye usted confianza? Veía yo en la prensa el jueves que en la cárcel donde lo tienen ya han pasado de dos docenas los contagiados por COVID-19. Ahí está pagando ese esfuerzo por la paz”.
—¿Podría decirse también que Ceballos Arévalo, alto comisionado para la paz del Gobierno de Colombia, cambió el discurso?
–Ese es un problema muy serio en Colombia, porque en la distribución burocrática de la coalición de Gobierno, el cargo de comisionado de paz se lo tienen asignado al Partido Conservador. Entonces, la fracción del Partido Conservador que está con Uribe gobernando lo hace con la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez, que es la jefa de Ceballos. Pero, a su vez, hay un tanque de pensamiento de una universidad de extrema derecha, Sergio Arboleda, de donde salieron Duque y Ceballos y el fiscal que pone las líneas sobre qué hacer en el Gobierno. ¡Sorpresa!, entre los dueños de esa universidad está la familia Díaz-Balart. ¿Qué pequeño es el mundo, no?
—Por parte de la sociedad colombiana y la élite política, ¿hay respaldo o rechazo a la ruptura del diálogo entre el gobierno y el ELN?
–Colombia vive hoy una especie de tormenta política que se avecina. Esta semana ha habido varios pronunciamientos a favor de que se reanuden los acuerdos de paz. El lunes, monseñor Monsalve, arzobispo de Cali, dijo: ‘Están ejecutando un genocidio con los acuerdos y con las FARC’. Van más de 220 excombatientes asesinados, más de 50 de sus familiares asesinados… Están desplazados, perseguidos. La intención de hacer trizas la paz no la dejaron solamente para los papeles, la sufre la gente.
“También el lunes, 94 congresistas de Estados Unidos le dijeron a Duque (o sea, al secretario Pompeo): ‘Usted tiene que garantizar el cumplimiento de los acuerdos de paz; segundo, tiene que detener el asesinato de líderes sociales en Colombia y excombatientes; tercero, tiene que desmontar sus fuerzas paramilitares’. El miércoles, un grupo importante de congresistas colombianos le dijo a Duque: ‘Presidente, pacte un cese bilateral con el ELN’. Están pasando cosas muy graves en contra de la paz. La tormenta política dejó de ser del ámbito colombiano y ya está en un ámbito más amplio”.
—¿En algún momento los han mandado desde Colombia a pararse de la mesa de diálogo?
–No, porque la instrucción primera que nos dio la dirección nacional es que nunca nos vamos a levantar de la mesa de diálogo, por grandes que sean los obstáculos, los ataques. Lo que le hemos dicho al Gobierno es ‘nombre a su delegado’. ¡Ah!, si usted no quiere sus delegados, entonces retornaríamos a los campamentos.
—¿Existe alguna probabilidad de que se retome el diálogo entre el Gobierno colombiano y el ELN?
–Sí. El mes entrante, Duque apenas cumple dos años de Gobierno. Le quedarían otros dos, y nosotros tenemos indicios de que todos los Gobiernos quieren pasar a la historia porque hicieron algo por la paz, pues eso da réditos políticos, aunque cuando no hagan algo muy concreto. Este Gobierno no debe de ser la excepción y, además, sigue creciendo la presión de la sociedad colombiana y la comunidad internacional por el respeto a los acuerdos de paz y la reanudación de los diálogos.
—¿A mediano y largo plazo ve una salida definitiva a la permanencia de la opción revolucionaria por la vía armada?
–Cuando hay un régimen que ya no solo mata a activistas de izquierda o dirigentes en Bogotá, sino a líderes indígenas, a campesinos, se está cometiendo un genocidio, un exterminio sistemático. Cuando usted enfrenta un exterminio de ese tipo, lo único que le salva es defenderse, resistir. En el caso nuestro, decimos que tenemos el firme compromiso de pactar un fin del conflicto armado, pero que eso implique también transformaciones, porque si usted remueve las consecuencias pero deja intactas las causas, el conflicto permanece.
“La causa más grave es la violencia de la política. La mayoría en Colombia considera que Uribe está contento metiéndole violencia a la política y él será el último que va a sacar la violencia de la política. Nosotros tenemos la disposición sincera, pero dudamos de que el sistema la tenga. Nosotros decimos ‘cuenten con el ELN para la solución política’, pero el ELN se va a defender y hacer resistencia.
—¿Qué condiciones pondrían para desarmarse?
–Colombia es un país muy complejo. Le voy a dar un dato de hace unos diez años, cuando hicieron una encuesta del número de armas que habían entregado a civiles simpatizantes de extrema derecha. Dos millones. El Ejército Colombiano y la Policía suman 500 000.
“Cuando uno habla de sacar la violencia de la política, no es solamente que el Ejército y la Policía dejen de considerar enemigo interno a todo el que se les opone, sino a que se pongan sobre la mesa las armas de todos, porque si solamente van a ser las del ELN, eso es un cuento para menores de edad”.
La mayoría en Colombia considera que Uribe está contento metiéndole violencia a la política.
—¿Qué lecciones saca Pablo Beltrán del Acuerdo de Paz firmado por las FARC y el Ejecutivo, así como del proceso para su implementación?
–En 2016, nosotros estábamos terminando la fase confidencial y comenzando la fase pública de negociaciones con Santos. Todo el mundo nos decía ‘hagan como las FARC’. El año pasado nos empezaron a decir, ‘cuidado, van a hacer lo de las FARC’. Eso es lo que se dice en la calle en Colombia. ¿Qué quiere decir?: que realmente enfrentamos un adversario que no cumple, ni la palabra ni los escritos. ¿Cuántos son los miembros de la ONU? ¿Cerca de 200? Eso para ellos no vale. Lo mismo hace el Gobierno con todos los pactos que hace después de cada protesta social. Entonces, si usted tiene que negociar con alguien que no cumple, ¿qué normas se inventa?
“En la última ronda que hicimos aquí, en La Habana, con Santos, íbamos a pactar un último cese bilateral. Con él pactamos uno de 101 días e íbamos a pactar otro, de tal manera que cuando él se fuera y llegara Duque encontrara un cese bilateral activo. No pudimos. Les pusimos una condición: una cláusula como la usada en negociaciones internacionales: si usted incumple, paga. Les dijimos ‘pongamos otra cláusula, si usted incumple yo incumplo’; o sea, el día que usted incumpla, me autoriza para que yo no cumpla, pero por reciprocidad.
“Creo que esa noche el delegado del Gobierno no durmió. Le dijimos ‘analice eso y nos dice mañana’, y al día siguiente nos dijo. “No, yo llamé a Bogotá y allá no quieren saber nada de eso’. Ellos no quieren saber de reciprocidad ni de costo alguno por incumplir, que es lo que garantizaría la seriedad de una negociación”.
—¿Cuál es la situación de la guerrilla? ¿Está aislada o aún cuenta con el apoyo popular?
–El sábado 4 de julio cumplimos 56 años de fundados… ¿Usted cree que si sectores importantes del pueblo colombiano no nos apoyaran, nosotros estaríamos vivos? ¿Qué técnica, tecnología, fuerza o recurso contrainsurgencia que haya inventado Estado Unidos no se prueba primero en Colombia? No es un asunto meramente militar; es, fundamentalmente, tener una inserción social. El que no la tenga muere, el que la pierda se extingue.
—Analizando la situación política de Colombia, la crisis del uribismo, la baja popularidad del actual presidente, las fuerzas políticas emergentes… ¿Tendrán las negociaciones de paz alguna oportunidad en el corto o mediano plazo?
–Tienen no una, sino dos oportunidades. En el corto plazo, un Gobierno, mientras más profundo esté en una situación de ilegitimidad –y también hay pérdida de aceptación–, podría recurrir a la mesa de negociación como para tomar un aire. En el mediano plazo –y es lo que nosotros pensamos que va a ser algo más serio–, la situación de Colombia está madurando para que en el 2022 haya un Gobierno de corte progresista.
“La fuerza progresista que se opuso a Iván Duque en el 2018 sacó el 44% de los votos. Algo histórico, nunca había ocurrido eso en Colombia. Esa fuerza está ahí y está creciendo. Para nosotros, tener un Gobierno de corte progresista sería tener un interlocutor válido para una negociación de paz”.
—Entonces, ¿llegarán a sacar la violencia de la política? ¿El ELN está dispuesto a hacer política en tiempos de paz?
–Ya estamos haciendo política, por una razón muy sencilla. En la tradición de cómo se organizaban las guerrillas, nosotros nos organizamos en un estilo más guevarista, porque la tradición era construir un partido, un ejército y un frente. Nosotros construimos una organización político-militar, que tiene más democracia que un ejército, por supuesto, pero también un nivel de centralización. ¿Eso qué implica? Que nosotros tenemos una guerrilla rural, de uniforme y fusil, pero tenemos un ELN insertado en la población, tanto en el campo como en la ciudad, una militancia clandestina cuya tarea es acompañar y organizar todos los días a la gente. No habrá una protesta política y social en Colombia donde no estemos, pero no van a llevar el brazalete ELN, son los ELN que están ahí con la gente.
El comandante del Ejército de Liberación Nacional, y negociador en La Habana, Pablo Beltrán.
—¿Habrá paz en Colombia algún día?
–A un dirigente de las FARC que mataron en esta guerra, Alfonso Cano –con él el ELN coordinó muy bien– le preguntamos sobre esto una vez en un debate, y Alfonso dijo: ‘Nada de lo que obtenga el pueblo se lo van a regalar, todo hay que lucharlo’. ¿Y cuál es el bien mayor? La paz. ¿La van a regalar? Hay que lucharla.
“Nunca vamos a abandonar el camino de buscar una solución política, pero siempre nos vamos a defender. No tenemos vocación de mártires. Uno escoge estas cosas porque considera que vale la pena vivir y morir por ellas; si no, no escogía este camino.»
En video, entrevista con el comandante Pablo Beltrán
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