El Secretario de Estado de los Estados Unidos se sonrió apenas lo escuchó. No se sabe si sabía que el Presidente de Colombia estaba diciendo algo que no es cierto, o fue para corresponder al gesto con el que Duque buscó congraciarse con él.
Los historiadores ya lo han dicho: los gobernantes de los EEUU no apoyaron al Libertador Simón Bolívar en su lucha por la independencia del imperio hispánico. Entonces decir lo contrario, más que un acto de ignorancia, es una zalamería de Iván Duque con el jefe de la diplomacia del imperio norteamericano para halagar su visita a Cartagena del pasado 2 de enero.
Duque que hasta ahora se había caracterizado por su incondicionalidad a los intereses de los EEUU, ahora le agrega un toque de zalamería.
Aunque fue nombrado por 10 millones de colombianos, Duque acata primero los dictados de Trump, que en su orden son promover la guerra contra Venezuela y reeditar la fracasada Guerra contra las drogas, haciendo a un lado los planes de sustitución voluntaria de cultivos de uso ilícito pactados con las comunidades campesinas.
En los 150 días de presidencia que lleva, a veces no oye a los históricos lugartenientes del ex presidente Uribe, para seguir los consejos de los tecnócratas recién ascendidos. Pero para eso está omnipresente Uribe para corregirlo, llamarlo al orden y sacarlo de las bufonadas.
Así han disciplinado al Congreso de la República para hacer aprobar la Reforma Tributaria, y también evitar votos de censura contra Carrasquilla, el ministro de Hacienda, y contra el corrupto Fiscal General Martínez.
Claro está, también han hundido las esperanzas de 12 millones de colombianas y colombianos que en agosto pasado votaron en la Consulta popular contra la corrupción, creyendo que el Congreso de la República iba a convertir en leyes este mandato de las mayorías nacionales.
Los Gobiernos colombianos son expertos en el trueque de cargos y sobornos para confeccionar mayorías en el Congreso, con las que legislan a favor de poderosísimos grupos económicos, como el de Luis Carlos Sarmiento; y para favorecer gremios del agro negocio, como los ganaderos y palmeros.
Las víctimas del despojo de sus tierras pierden la esperanza de que les restituyan lo desposeído, porque el paramilitar Ejército Anti Restitución de Tierras (EART) ha colocado a sus colaboradores en los cargos directivos de las agencias estatales encargadas de la tierra; mientras en el Congreso, otros de sus auxiliadores hacen leyes que favorecen a los despojadores en detrimento de las víctimas.
Para completar las desgracias, el Estado colombiano no suscribió la “Declaración sobre los Derechos de los Campesinos y de otras personas que trabajan en las zonas rurales”, aprobada en Nueva York, en la Asamblea General de la ONU, el pasado 17 de diciembre. La declaración de 28 artículos, que fue aprobada por 121 países, contó con 8 votos en contra y 54 abstenciones.
Es histórico que los Gobiernos en Bogotá administren los intereses de los multimillonarios colombianos y de los EEUU, por esto Duque se mantiene en la tradición histórica. Así deba aumentar el presupuesto de guerra y rebajar el de educación, para con represión y censura intentar sofocar a las mayorías que le protestan al Gobierno.
Para sofocar voces disidentes, Duque prosigue la costumbre del régimen de perseguir y matar líderes sociales y defensores de derechos humanos; así consigue el promedio de asesinar 2 líderes cada 3 días, sin importarle las críticas que le hacen desde la comunidad internacional.
La máquina de matar opositores la conduce ahora una cúpula militar y policial experta en asesinatos extra judiciales, conocidos en Colombia, como Falsos Positivos. Aquí también Duque sigue un comportamiento histórico de las élites dominantes.
Algunos seguidores de Uribe se molestaron porque en los carnavales de despedida del 2018, las comparsas mostraron a Duque como un títere del ex presidente; expresiones de crítica que intentaron censurar. A ellos hay que recordarles que la realidad no la desaparecen con leyes de censura, como hace poco se la impusieron a programas de la TV estatal o como la que incluyen en varios artículos del Proyecto de Ley sobre las TIC. Las mayorías nacionales remontarán la censura y la represión, y le exigirán al Gobierno que gobierne para todos los colombianos, no para una minoría multimillonaria, ni para intereses extranjeros. Estas mayorías seguirán luchando por la continuidad del proceso de paz y para lograr transformaciones que democraticen a Colombia.
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