En pocos meses, el carácter distintivo de este movimiento, que estuvo en la sombra durante el gobierno Santos, apareció de nuevo en diversos escenarios. Aquí los hechos.
“La vida parece perfecta porque funciona, pero si fuera perfecta no funcionaría”.
Preámbulo sugerente
La tragedia de Duque es que se cubre con ropajes de otros para tapar su esencia uribista. Su función no es otra que mantener el status quo, ganar tiempo para tapar los crímenes de Uribe y de la casta dominante (cada vez más entrelazados y a la vista) y detener el avance de Petro. Frente a esa situación está la actitud del idiota, el tonto y el (im)bécil. El idiota ve nítidamente esa desnudez y la señala con cierta ingenuidad y astucia, pero no logra que los demás vean al “otro”. El tonto toma en serio los ropajes y cree que estos actúan por sí mismos; así ayuda a cubrir al
“otro”. El imbécil está en la mitad entre el idiota y el tonto; lo confronta con su mirada penetrante, lo deja sin ropas y al atravesarlo, desnuda al “otro”. De esa forma, desviste a Duque y expone a Uribe. El idiota es un humorista; el tonto es un político; el imbécil, un revolucionario con vocación de mártir.
Hechos y desechos
Hasta el momento Duque intenta mantener el ropaje con el que se hizo elegir. Se podría definir como una especie de “fajardismo impostado” combinado con un “bucaramismo” burdo y ordinario. O sea, más lugares comunes sobre la lucha contra la corrupción, indefinición política en todos los temas y cinismo cubierto con sainete. Con la supuesta meta de “no polarizar” llama a “pactos nacionales” para tratar de llevarse bien con todo el mundo.
En la práctica Duque no ha gobernado. Se le vinieron encima los problemas y no ha sido capaz de tomar decisiones. El resultado de la consulta anticorrupción, la investigación de la Corte Suprema de Justicia a Uribe, las limitaciones fiscales del Estado y las presiones de la OCDE, el paro estudiantil universitario, el escándalo del Fiscal General y Odebrecht-Aval, el entorno regional incluyendo la migración venezolana, y otros entuertos, cogieron al gobierno fuera de base.
Su primer intento de “pacto nacional” fue una simple parodia a pesar de la buena voluntad de Claudia López y Angélica Lozano, que entre crédulas y desconfiadas en la palabra de Duque, apostaron a sacar adelante los puntos de la consulta anticorrupción, encontrándose con la realidad que el presidente ni siquiera controla la bancada uribista. Así, todos los proyectos legislativos del gobierno terminaron en nada, a excepción del debilitamiento de la JEP y el respaldo total al Fiscal General, en donde Uribe hizo sentir su poder.
Para ganar tiempo y mantener la imagen de “anticorrupto”, Duque nombró un gabinete “tecnócrata” pero totalmente inepto; con peso corporativo (gremial) pero con médula uribista. Al aparentar “transparencia” no puede usar la tradicional “mermelada” en forma abierta, pero lo hace en forma taimada y selectiva, generando resquemores y resistencias en sus propias filas y en las de los partidos aliados (caso de Embajadas, consulados y algunos institutos claves).
Un hecho de trascendencia ocurrido en este período que ha pasado relativamente desapercibido, fue el reacomodo ocurrido en la Corte Suprema de Justicia, la elección de nuevos magistrados de orientación conservadora y la designación de una magistrada con formación y vínculos castrenses para continuar la investigación a Uribe sobre manipulación de testigos. Es decir, han obtenido la principal meta que se propuso el Centro Democrático al elegir a Duque: neutralizar a la Corte Suprema y garantizar la impunidad de Uribe y sus cómplices. ¡Y van por más!
Una vez asegurado el terreno, se lanzaron a la tarea de buscar su segundo objetivo que no es otro que destruir a Petro. Aprovecharon el debate al Fiscal General organizado en el Congreso por la oposición para soltar y “viralizar” por los medios y redes de comunicación el video donde Petro recibe unos dineros en efectivo. Inician así el contraataque con el que intentan desviar la atención y ocultar la responsabilidad de Luis Carlos Sarmiento Angulo, el acaudalado multimillonario que es quien realmente está detrás del poder en esta precaria nación.
El ethos mafioso del uribismo entra en escena
En pocos meses, el carácter distintivo del uribismo, que permaneció a la sombra durante los dos períodos de Santos, ha vuelto a aparecer en diversos escenarios institucionales.
El más visible, es el comportamiento de la bancada del Centro Democrático y de sus aliados en el Congreso, que mostró toda su naturaleza agresiva, provocadora y despótica con ocasión del destape de Jorge Pizano en el caso Odebrecht y el debate parlamentario mencionado. Pero claro, la esencia mafiosa va más allá y está comprometida con la sospechosa muerte del auditor y la de su hijo, la reacción del Fiscal y de todo el establecimiento en defensa de “su institucionalidad”, el acoso a periodistas y políticos de oposición, y la forma como tratan de acorralar a Gustavo Petro por parte de abogados y “comunicadores” pagados por mafias de todos los colores.
Pero esa naturaleza mafiosa también empieza a aparecer en el poder judicial y en el ejecutivo. Es evidente que las altas Cortes Judiciales han sido cooptadas –en gran medida– por el uribismo. Los nombres de los “juristas” escogidos por Duque para conformar la terna del Fiscal Ad-hoc para el caso de Odebrecht, que son todos de la cuerda uribista y goda, deja ver que quien va apareciendo al frente de todas las decisiones del gobierno es Uribe, y detrás de él, toda la plutocracia oligárquica más unida que nunca. No importa lo que diga Duque de boca para afuera.
Mientras tanto en valles y montañas, las fuerzas paramilitares hoy disfrazadas de grupos armados ilegales, que están al servicio de narcotraficantes, despojadores de tierras y de proyectos agro-mineros y energéticos en diversas regiones del país, asesinan y desaparecen impunemente a líderes sociales y guerrilleros desmovilizados. Son las reservas armadas de un proyecto de nación de carácter criminal que hoy está en el gobierno y que no dudará en utilizar su fuerza legal e ilegal contra dirigentes de oposición cuando así se lo exijan las dinámicas de lucha en torno al poder.
La realidad es que en Colombia no hay espacio para las “medias tintas”. Son tan graves los crímenes que tiene detrás la casta dominante que no pueden darse el lujo de que llegue –ni siquiera– alguien como AMLO a la presidencia de la república. El dilema para la oposición democrática en Colombia es si se modera y acomoda al sistema para no tensionar la cuerda (aminorar los riesgos) o se radicaliza para conectarse con la mayoría de la población, incluyendo a los abstencionistas, y se organiza de verdad para enfrentar el “ethos” mafioso de la oligarquía.
Epílogo sugestivo
El idiota (humorista) ayuda en la tarea de desnudar el poder, pero solo llega hasta ridiculizar a Duque y a Uribe. De allí no pasa a excepción de que fuera un Jaime Garzón que pasó por tonto e imbécil y se convirtió en mártir. El tonto (político) también colabora, pero si es capaz de quitarse su propio ropaje. El imbécil (revolucionario) es el único capaz de enfrentar a esas mafias porque es por esencia irreverente y no tiene nada que perder. No obstante, debe protegerse y saberse rodear.
prensarural.org/spip/spip.php?article23773