No hay palabra ingenua en el discurso de la burocracia internacional que sutil o crudamente, mete sus manos en la situación venezolana. La mentira es un arma clave en la guerra de nuevo tipo que el sistema dominante hemisférico le viene aplicando al proyecto bolivariano.
La portavoz de ACNUR Aikatarina Kitidi señaló recientemente en una rueda de prensa: "Se cree que más de 1,5 millones de venezolanos viven actualmente fuera de su país, según estimaciones gubernamentales conservadoras, lo que significa que las Américas enfrentan uno de los mayores flujos de salida de la población desde la creación de ACNUR en 1950". ¡Falso!
Miente la funcionaria de ACNUR; y, como siempre, se evita analizar las causas más de fondo de las problemáticas humanitarias en el mundo. Ni con el pétalo de una rosa señalarán las acciones imperialistas que están detrás de casi todas las tragedias humanas de la contemporaneidad.
Imaginamos –basados en la experiencia histórica- las presiones que están ejerciendo los llamados “donantes”, es decir, los países que aportan dinero al funcionamiento de la maquinaria burocrática mundial, que son, casi siempre, los que menos atienden las Resoluciones de la ONU, los que más se benefician del imperante sistema de desigualdades, mismos que practican una geopolítica guerrerista, imperialista y violadora de los Derechos Humanos, causas sistémicas de las crisis de refugiados, desplazamientos forzosos, hambrunas, e inestabilidad en determinadas regiones del planeta.
No hay manera de sostener que la migración venezolana “significa que las Américas enfrentan uno de los mayores flujos de salida de la población desde la creación de ACNUR en 1950". Cuánta historia ha transcurrido, que la funcionaria se saltó con la garrocha del simplismo reporteril. Si partiéramos del principio de suponer la “buena fe”, deberíamos concluir que estuvo mal asesorada la señora Kitidi, porque se evidencia una gran ignorancia de la historia y de los procesos migratorios en el continente americano.
Nociones para comprender el fenómeno
Rescatando algunos datos de migraciones de países latinoamericanos, veremos cómo, no sólo han ocurrido movimientos mucho más numerosos que el venezolano, sino que, en términos porcentuales respecto de las poblaciones totales de cada país, el impacto resulta superlativamente más grave que el caso en cuestión.
Adicionalmente, debemos agregar que al no considerar las causas y circunstancias específicas del fenómeno migratorio, se están ocultando verdades históricas que nuestros pueblos necesitan prioritariamente conocer, para no repetir experiencias trágicas vividas en la región, como lo fueron las dictaduras fascistas tutoradas por el gobierno de Estados Unidos que urdieron la tristemente célebre “Operación Cóndor”, o las intervenciones armadas –explícitas o encubiertas- que el imperialismo gringo ha ejecutado contra pequeñas naciones con secuelas luctuosas irreparables.
No podemos dejar por fuera las condiciones económicas impuestas por el capital transnacional a algunos de nuestros países, que provocaron en el pasado reciente y siguen provocando en la actualidad, desangramientos financieros y ruinas productivas, obligando a gran cantidad de personas a tener que emigrar con fines de subsistencia. Y un último elemento a considerar, es el perfil del migrante, que puede variar según categorías socioeconómicas, educativas, culturales, definitorias del proceso de inserción productiva o marginalizada, de acuerdo a parámetros de capacidad adquisitiva, formación profesional, oficios y capacidades limitadas.
Vista de casos
Por curiosidades de hemerotecas pudimos ver que con fecha 23 de marzo de 2008 se supo que un total de 1.571.450 ecuatorianos habían emigrado desde las últimas décadas del siglo pasado, según cifras oficiales del Instituto Ecuatoriano de Estadísticas y Censos (INEC). Pero sólo en el periodo 1999-2007, lo hicieron más de novecientos cincuenta mil. Estamos hablando de que emigró cerca del 15% del total de población para la época; índice que superaría tres o cuatro veces el calculado para Venezuela. ¿Y qué dijeron las agencias al respecto?
Según datos publicados en 2015, El Salvador tenía 1.436.158 emigrantes, lo que supone un 22,75% de la población. Esta cifra ha aumentado y no se detiene la emigración; eso lo debe saber el personal de ACNUR destacado en Centroamérica, donde la problemática del llamado Triángulo Norte (que suma a Honduras y Guatemala) ha sido motivo de profundas discusiones, especialmente organizadas, con mucha altura y profesionalismo, por la Oficina Legal ubicada en San José de Costa Rica.
El 8,5 por ciento de la población centroamericana (4 millones de personas) ha emigrado en los últimos seis años a Estados Unidos, sin contar la que está varada en México, o en las vecinas del istmo.
Los números y problemáticas en el caso de México son alarmantes: con 12.339.062 de emigrantes hasta 2015, estigmatizados y despreciados en Estados Unidos, cuyo gobierno supremacista se empeña en levantar un muro como símbolo del desprecio que tienen hacia el mestizaje nuestroamericano.
Argentina sufrió una diáspora por la represión tras el Golpe de Estado de marzo de 1976, y aún hoy hay tres millones de argentinos (dos tercios son descendencia) radicados en el exterior. Situaciones similares vivieron Uruguay, Paraguay, Brasil, Perú y Chile, cada cual en su propia dimensión y especificidad.
¿Y qué decir de las migraciones del archipiélago tahíno? Cuba perseguida brutalmente por la torpeza yanqui sufrió la emigración atraída por la política de “pies mojados”, y durante el “periodo especial” por rudas secuelas del bloqueo, cientos de miles de sus ciudadanos se vieron en la difícil decisión de salir al exterior.
¿Y Puerto Rico, residuo colonial azotado por un régimen impuesto, que no le deja tomar su destino de nación soberana? Actualmente en Borinquén vive una tercera parte de sus ciudadanos de origen. Estudios recientes estiman que de 2017 a 2019, Puerto Rico pueda perder 470.335 residentes, o sea, el 14% de su población". Según Edwin Meléndez y Jennifer Hinojosa, autores de la investigación, “la población de Puerto Rico se reducirá un 14%, a 2,9 millones de habitantes, de aquí a 2019 debido al éxodo por las limitaciones que dejó el huracán María y que amenazan convertir la isla en otro Haití”.
¡Haití, ay Haití! Nadie sabe a ciencia cierta la población de esta martirizada isla de afrodescendencia. Las opiniones más avezadas calculan que de sus diez millones de ciudadanos, viven en el exterior entre tres y cuatro millones, la mitad de los cuales en USA y medio millón en República Dominicana. Funcionarios de Cancillería chilena mencionaban en un foro, que ya tienen en su país a cerca de cuatrocientos mil haitianos.
Si se sabe las veces que Estados Unidos intervino militarmente en Haití, y que hoy, su presencia armada –que llegó a movilizar hacia la isla 16.000 agentes tras el terremoto de 2010- tiene un costo millonarios en dólares, que en nada han mitigado la miseria que impera.
Colombia: “el riesgo es que te quieras quedar”
Escribir una historia de la migración colombiana a partir del siglo XX, tendría que comenzar estableciendo que Colombia nunca fue destino de inmigraciones significativas, y que la emigración –con proporciones de diáspora- nunca fue reconocida por el Estado.
La disparidad de cifras que distintos voceros han manejado a lo largo del tiempo, junto a las imprecisiones respecto de los países de destino, constituyen verdaderas trabas para una caracterización seria y un adecuado tratamiento del tema. Realmente, el Estado mantuvo históricamente una actitud apática con sus emigrados, especialmente con los millones de humildes que fueron a salvarse y tener derechos en Venezuela.
Por ejemplo, titulares de prensa recogieron información de la Cancillería colombiana, según la cual “en el primer semestre del año 2014, unos 487 mil 879 colombianos, abandonaron su país en búsqueda de una mejor calidad de vida y de trabajo” (coincidencia con la cifra que dicen ha entrado desde Venezuela, a la que han llamado “pesadilla”, y por la que EEUU acaba de otorgarle al gobierno colombiano más de dos millones de dólares).
Cuando hubo ese éxodo en 2014 ninguna agencia internacional ni ningún medio de comunicación pegó el grito al cielo como vemos hoy en la declaración de Kitidi.
Algunos expertos de ese país, señalan que su migración se ha caracterizado por el gran flujo en tres etapas: la década de 1970 que se movilizó el primer grupo de personas hacia Estados Unidos, en la década de 1980 una segunda ola hacia Venezuela, y en la década de los ‘90 una tercera ola emigra a países como España y Ecuador.
El informe avalado por el gobierno colombiano, a través del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), señala que los países a donde emigran los colombianos son: “Estados Unidos (34,6 por ciento), España (23,1 por ciento), Venezuela (20,0 por ciento), Ecuador (3,1 por ciento), Canadá (2,0 por ciento), Panamá (1,4 por ciento), México (1,1 por ciento), Costa Rica (1,1 por ciento), y con un porcentaje mínimo Australia, Perú y Bolivia”.
Esta conclusión del DANE reincide en un acostumbrado “error de Estado”. Tiene un vicio de origen y es el desconocimiento que el Estado colombiano ha hecho de sus connacionales que viven en Venezuela. Ya veremos las pruebas cuantitativas y cualitativas de mi afirmación.
Otros datos reunidos en un censo de 2009, dieron a conocer que en el exterior residían más de tres millones 378 mil 345 colombianos, cifra que hacía de Colombia el país con mayor migración en Latinoamérica (quizás sólo superado por la población mexicana en EEUU). Pero son muchos más.
Según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), en 2012 Colombia era el país con mayor cantidad de emigrantes en Suramérica, y era también el país de la región que recibe menos inmigrantes. En cifras porcentuales, se estimaba que, uno de cada diez colombianos residía en el exterior”.
Pero un amplio reportaje de Caracol Radio, citando un estudio independiente especializado, informaba en 2010 que “más de 5 millones 600 mil colombianos viven fuera del país. La cifra de colombianos que vivirá fuera, al término de 2010, será de seis millones, como consecuencia de la violencia, la pobreza y el deseo de encontrar un empleo que les permita sacar adelante a su familia”.
Concluía dicho estudio que: "Aunque la crisis mundial ha frenado el volumen de migración, los colombianos seguirán buscando alternativas lejos de su tierra y la migración por sus fronteras no va a parar (Venezuela, Panamá y Ecuador)". [1]
He aquí mi “carta” bajo la manga.
En el marco de la alharaca formada por la clase política colombiana con ayuda de la mediática transnacional antibolivariana, por el cierre de fronteras ordenado por el Presidente Nicolás Maduro en 2015, el partido Conservador de Colombia dirigió una carta pública al presidente Juan Manuel Santos, pidiéndole “que busque la forma de proteger los derechos de los cinco millones (5.000.000) de ciudadanos de colombianos que viven en Venezuela”. (¿A qué “forma” se refería? Interesante tema para otro escrito).
Vaya sorpresa, el partido Conservador que gobernó Colombia en múltiples oportunidades, muy activo en las andanzas conspirativas contra la Revolución Bolivariana, enuncia por primera vez en la historia una cifra realmente cercana a la verdadera.
La antológica “carta” confiesa lo que hasta ese instante era inconfesable para la elite neogranadina, que en Venezuela estaban desde años longos, “la mayor comunidad de connacionales residentes en un país extranjero” (y agrego yo: porque en el suyo no hubo “forma de proteger sus derechos”).
Ah, entonces no era que los colombianos sólo se mudaban a las exquisitas New York y Londres, también algunos pobrecitos se habían pasado la frontera hacia “Venecolandia” (porque en su país no hubo “forma de proteger sus derechos”).
La “carta” –leída como en confesionario- concluye que "el gobierno colombiano no puede ser indiferente al dolor y al sufrimiento de más de cinco millones de colombianos que constituyen la población más grande de nacionales en el exterior”.
¡Y descubrieron el agua fría!
“Causas y azares”
Sobre las causas que provocaron migraciones masivas en cada uno de los casos mencionados en este artículo, habrá que ahondar en siguientes reflexiones, pero si debo apuntar que, el inédito e inusitado éxodo de venezolanas y venezolanos es consecuencia de un nuevo tipo de guerra aplicada contra Venezuela, para derrocar al Gobierno Constitucional de Nicolás Maduro; guerra que se activó desde que, en tiempos de Chávez, la Revolución Bolivariana se convirtió en una esperanza emancipadora para los pueblos de Nuestra América.
El azar nos hizo poseedores de una inmensa reserva petrolera, que después de un siglo de explotación de este rubro, aún es la mayor del mundo; y nos colocó en el medio de un continente asediado hace dos siglos, por la avaricia y prepotencia sin límites de la horda criminal más peligrosa de la historia humana.
Concluyo ofreciendo a nuestros amigos del ACNUR, incluida la señora Kitidi y otros tantos funcionarios de origen europeo que allí ocupan puestos de mando, que organicemos un encuentro para hablar de la Historia de América Latina y el Caribe desde que esa agencia fue creada en 1950. Seguro, como Colón, “descubrirán” una geografía humana desconocida.
Nota
1] El estudio lo hizo la agencia Ibernet Media & Consultants, con sede en Nueva York. Indica que según las cifras del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) de Colombia en 2005 la cifra de colombianos que vivían en el extranjero llegaba a los 4,397 millones. Mientras, la suma de las cifras suministradas por cien asociaciones en el mundo alcanzaban los ocho millones, pero el estudio estableció la emigración en 5.673.000 de colombianos. Estiman que en los últimos 50 años alrededor del 20 por ciento de la población colombiana (unos nueve millones de personas) ha dejado el país.