Aviso

 

Para quienes disfrutamos del mundo del cómic, especialmente del que se edita en nuestro país, el sevillano Miguel Brieva siempre ha sido uno de los autores más relevantes y destacados.

 

“No solo de pan vive el hombre”, advierte la Biblia, y por eso doña Petra perfeccionó el arte de crear un círculo exacto en torno al condumio de un pueblo que se sabe de maíz.

 

¿Qué dimensión alcanzó la represión franquista en el País Valenciano? Permite una sencilla aproximación la línea de subvenciones promovida por la Diputació de València en 2024; por ejemplo, para las obras de rehabilitación del panteón dedicado a los republicanos españoles víctimas del fascismo en Alzira (municipio de 46.400 habitantes, Valencia); construido a finales de los años 70/principios de los 80 del siglo pasado, se trasladaron al Panteón los restos de 50 fosas comunes (200 personas).

Asimismo para la identificación de 54 personas asesinadas –entre mayo y julio de 1939- en el municipio de Sueca (28.000 habitantes, Valencia); las víctimas fueron ya exhumadas de la fosa común 126 del cementerio.

La cultura popular tiene... - Norberto Fornerino - Forne | Facebook 

“La cultura popular tiene amigos a montones, pero en ella se colean los zorros y camaleones…”

Así dice el verso de un canto de Guaraña, género de la música popular venezolana,  del grupo Un Solo Pueblo, letra Jesús Rosas Marcano. El verso lo dice todo, es la cultura del pueblo, que ha sido creada, adoptada, adaptada por el pueblo, que le identifica y forma parte de su imaginario colectivo y de su acervo, ella es la variable clave en la fórmula de éxito en la comunicación, en la política, en la economía. Aunque se coloque en el plano de inferioridad en la jerarquía cultural de hoy, sin ella no hay vida.

 

Un retrato incómodo del supuesto humanismo occidental.

Hay dos imágenes. Están separadas por el tiempo y la distancia. Una es en blanco y negro, obra de Douglas Martin, y la otra, más reciente, en color, cuya autoría me es desconocida. Fueron tomadas en lugares distintos y a la vez tan parecidos. La primera data del 4 de septiembre de 1957, jueves. En ella se ve a la joven Dorothy Dot Counts-Scoggins dirigirse al instituto de secundaria Harry Harding en Charlotte, Carolina del Norte. Una multitud enfurecida grita a su alrededor. A su espalda, un joven blanco eleva los índices de ambas manos. El efecto óptico hace que los dedos del joven que la increpa se conviertan en cuernos a ambos lados de la cabeza de Dorothy. La segunda imagen fue tomada el pasado 2 de mayo de este mismo año en el campus de la Universidad de Mississippi, Ole Mississippi. También hay una multitud enfurecida que grita a los estudiantes. Los que gritan lo hacen desde el otro lado de unas vallas de seguridad. Esta vez quienes reciben los insultos no solo son afroamericanos, también hay blancos, pero la mayor virulencia la reciben jóvenes racializadas. Participan en las protestas que entre mayo y junio se extendieron por los campus universitarios de EEUU contra el genocidio de la población palestina en la Franja de Gaza a manos de Israel. Estas imágenes encierran la misma historia. Hombres blancos enfurecidos escupiendo insultos a mujeres de color que los reciben a pecho descubierto. Sin protección, o con una que apenas si alcanza a ejercer de espectadora de la barbarie incrustada en nuestras civilizadas sociedades. Una barbarie que, de olvidada, ha vuelto a normalizarse en los discursos que se emiten desde tarimas y platós de televisión.