Ranchitos al borde del barranco, bodeguitas de una sola puerta, paredones a medio terminar, cepas de sábila, malojillo, patiecitos con gallinas, cochinos, carros destartalados y viejitos sentados en aceras de tierra es lo que se observa en esa calle de grea que abrió la gente del Coqui desde el sector Las Quintas hasta El Ojo de Dios, principal garita de la organización criminal enclavado en los copos de una montaña.  

La infraestructura, con horcones de pardillo, techo de cinc y sacos de arena alrededor, tiene una vista que da para toda Caracas. “Por eso la llaman Ojo de Dios”, comentó un soldado de los que ahora custodian el sitio desde donde se observa el estadio Brígido Iriarte, la piscina del “Club de la Policía Metropolitana”, la Biblioteca de la UCV, la Torre de David, la sede central del Banco de Venezuela, El Helicoide, los túneles de La Planicie, El Guarataro, la clínica Atias y la tumba de Joaquín Crespo levantado en el Cementerio General del Sur.  

“Aquí ellos tenían la punto 50 apuntando hacia aquella otra garita en Las Torres de La Vega”, explicó un militar-guía señalando con su dedo hacia una distancia aproximada de 80 metros, donde normalmente llegaban las comisiones policiales. “Desde aquí ellos hacían lo malo”, acotó el uniformado.  

Como un apéndice de la garita, los delincuentes abrieron una caminería reforzada con sacos de un kilómetro para caminar sin ser vistos. A eso se refería Jorvis Rafael Matamoros Bermúdez, el detenido que confesó la participación de colombianos en la confección de esa y otras garitas.  

En los alrededores de aquel sitio, quedaron regados las cajas vacías donde venían 720 balas calibres 7,62X39; casquillos, blísteres de Loratadine, envases de refrescos, bolsas de Doritos, Susy y Cocosette.  “Hasta aquí llegamos, no podemos avanzar hacia La Vega porque están buscando posibles minas en la vía”, indicó un militar.  

Base de Misiones

Cuatro cuadras antes de esa garita, está la Base de Misiones “Lucha y Esperanza Hugo Chávez”, convertida en cuartel general de la estructura criminal del Coqui y en cuyos espacios almacenaban municiones, armas y bolsas Clap. El patio de la Base era un desfiladero con una parte sembrada de maíz, batatas y  cebollín. El otro pedazo de tierra, en su parte plana, tenía un caminito que desemboca en la gallera, incendiada por los secuaces del Coqui antes de emprender la huida. Quedan los escombros y la pared circular hecha de bloque frisado. En uno de los cuartos fue donde hallaron la Bazuca, los 12 tobos de balas y los 20 kilos de pasta base para fabricar cocaína, cantidad que les arrojaba aproximadamente 50 mil dólares semanales, según cálculos.  

Balas incautadas en el operativo Gran Cacique Guaicaipuro

Esos ocho kilómetros de la carretera sin asfaltar, que une La Cota 905 con El Valle y La Vega, comienza justo en el tanque de Las Quintas, el punto conquistado por la Fuerza de Acciones Especiales (Faes) el jueves en la tarde, cuando ya iniciaba la huida de los cabecillas del grupo criminal: Carlos Calderón (El Vampi), Carlos Revette (El Coqui) y Garbys Ochoa (El Garbys), aún prófugos y por los cuales el Gobierno ofrece medio millón de dólares para quien proporcione pistas sobre su paradero.  

En esa estrecha calle de grea estaban varias casas que servían de “nevera” donde “enfriaban” a las víctimas de secuestros. Ahora lucen con las puertas abiertas y custodiadas por efectivos policiales dispersos por todo el sector. Algunas tenían bodegas como fachadas con sus respectivos cartelitos de “hoy no fío”. Bodegueros y vecinos permanecían en silencio. “Estamos bien”, llegó a decir un señor cargando un tobo de agua, mientras otros se guarecían dentro de sus casas. “Ya va a caer la noche”, se le oyó decir a una doñita.