En carta pública un grupo de cardenales expresaron su preocupación por las enseñanzas del papa Francisco y lo acusan de causar confusión en asuntos clave para la doctrina católica.
Cardenales conservadores del Vaticano cuestionan al papa Francisco por su exhortación apostólica Amoris laetitia ("La alegría del amor"), documento que intenta abrir nuevos caminos para los divorciados católicos y delinear una Iglesia más tolerante en aspectos relacionados con la familia.
En una carta publicada esta semana señalan los cuestionamientos al papa Francisco. La misiva no es nueva, la enviaron en septiembre, con cinco preguntas concretas que requerían sólo un "sí" o un "no" como respuesta por parte del papa para aclarar lo que los cardenales consideran dudas o imprecisiones que tocan directamente "la integridad de la fe católica".
Los cuatro altos prelados, representantes de los sectores más conservadores del catolicismo, apuntan que Francisco ha generado "grave desorientación y gran confusión entre muchos creyentes". Y le piden solución para las "interpretaciones contradictorias" que se desprenden de su tratado sobre el amor.
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Los firmantes son tres cardenales retirados, los alemanes Walter Brandmüller y Joachim Meisner, y el italiano Carlo Caffarra, más el estadounidense Raymond Leo Burke, el único en funciones aunque degradado en 2014 de un alto cargo en la Signatura apostólica y crítico asiduo del actual papa.
Difundieron la misiva después de esperar dos meses por una respuesta del pontífice que nunca llegó. Pero detrás del comunicado se vislumbra una confrontación mayor entre facciones del catolicismo que ya se había esbozado al momento de la publicación de Amoris laetitia, en abril de este año.
Amoris laetitia
Este tratado, de 260 páginas, es una guía de la vida en familia que propone una aceptación por parte de la Iglesia de algunas realidades de la vida moderna.
En él se pide una mirada compasiva, en lugar de crítica, de las "familias heridas" o divididas y se exhorta a los sacerdotes a tratar con compasión, por ejemplo, a los católicos divorciados y vueltos a casar, alegando que "nadie puede ser condenado para siempre".
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La exhortación había sido muy esperada entre los 1.300 millones de católicos del mundo y fue una de las jugadas fuertes del papa para darle su impronta a una Iglesia que pueda considerarse más abierta e inclusiva.