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La irrupción de las estudiantes de la Universidad de Columbia en Nueva York ha provocado una oleada de movilizaciones y ocupaciones de universidades mediante acampadas en decenas de campus en Estados Unidos.

Las exigencias de los jóvenes, a las que también se han sumado parte importante del profesorado, son claras: el alto el fuego permanente en Gaza y el fin del genocidio del Estado de Israel contra el pueblo palestino. En concreto, exigen también a las autoridades universitarias la desinversión y ruptura de relaciones académicas y de colaboración con el Estado sionista. Reivindican el boicot académico, es decir, el fin de todo tipo de relaciones con las instituciones académicas de Israel, en tanto que son parte indispensable de la maquinaria reproductora del aparato político y militar y, sobre todo, de legitimación y normalización ideológica del genocidio. También denuncian la complicidad del Gobierno de Biden. No podemos olvidar que Estados Unidos es el principal proveedor de armas para Israel, pues utiliza Israel como portaaviones en Oriente Medio. Como en el 68 contra la guerra de Vietnam, el movimiento estudiantil pasa a la ofensiva por denunciar las políticas imperialistas y colonialistas contra los pueblos del mundo.

Otros países se han contagiado. En México, Costa Rica, Francia, Reino Unido, Estado español y Alemania miles de estudiantes han sacado las tiendas para ocupar edificios universitarios en solidaridad con Palestina. Después de más de 6 meses de esta brutal escalada en la historia de la ocupación del territorio palestino, con más de 40 000 asesinatos y 2 millones de personas atrapadas en Gaza, las estudiantes han dicho basta al genocidio, a la complicidad y a la normalización.

Sin embargo, la represión de los gobiernos, consecuentes con sus políticas de complicidad, no se ha hecho esperar. En Estados Unidos, Francia o Alemania, la policía ha intervenido las acampadas –y en muchos casos han impedido que se lleven a cabo– con cargas, multas y toda una serie de prohibiciones. Una continuidad de lo que ya habíamos visto contra las movilizaciones populares en solidaridad con Palestina. En algunos casos han llegado al punto de prohibir que pueda hablarse en árabe, lo que denota el carácter racista e islamófobo de sus políticas. Los gobiernos se justifican alegando un supuesto contenido antisemita de las protestas cuando saben perfectamente de la diferencia fundamental entre esto y el antisionismo. Por eso atacan también a los judíos antisionistas que se manifiestan, porque son la evidencia contundente de que la lucha contra el holocausto es hoy la lucha contra el genocidio del pueblo palestino.

Sin embargo, como en muchos casos, la represión no ha hecho más que hacer crecer el movimiento, ganar más apoyos y que las acampadas cada vez lleguen a más ciudades del mundo. En este sentido, el movimiento estudiantil de la Universidad de Barcelona está convocando a ocupar el Edificio Histórico a partir de este lunes 6 de mayo. Exigen la ruptura de relaciones académicas de la universidad con las instituciones sionistas, pero también con todas las empresas cómplices del apartheid con las que se tienen convenios de colaboración. También denuncian al Gobierno del Estado, que ha mantenido el comercio de armas con Israel, y al Gobierno de Catalunya, que mantiene también todos sus vínculos.

Es fundamental todo el apoyo a esta iniciativa para que pueda ser también un precedente hacia otras universidades y, en general, hacia la movilización más contundente del movimiento de solidaridad. A lo largo de la historia, el movimiento estudiantil ha tenido un rol fundamental y ha sido punta de lanza para procesos de movilizaciones generalizados: contra el imperialismo y el colonialismo, contra el patriarcado, contra las dictaduras y la represión y, en general, en defensa de los derechos y libertades. Hoy tiene una nueva oportunidad para hacer historia.