Aviso

 

A la hora de escribir este trabajo, los medios informaban respecto al caso de Álvaro Uribe Vélez que había ingresado de “urgencia” a su finca familiar un equipo médico para revisar la salud del exmandatario colombiano.

Esta información corrobora los temores sobre el poder ejercido por Uribe Vélez para evadir responsabilidades ante la justicia. Se trata del mismo elemento que se ha escabullido una y otra vez de diferentes procesos y que hasta el día martes 4 de agosto no manifestaba afección alguna de salud. Pero, ¿quién sabe?

Sí, la Corte Suprema de Justicia dio un paso inédito, puede decirse que hasta temerario, y es muy probable que para un sector de las élites colombianas el expresidente colombiano ya no sea útil a sus propósitos. Que a pesar de tener una asombrosa capacidad de manipulación de la justicia, ya no es capaz de convencer ni de administrar el Estado en función de toda la casta de los poderosos. Su fracción de élite parece reducirse.

 

Ileso por lo más, juzgado por “lo menos”

La solicitud de aseguramiento o prisión domiciliaria sobre Uribe Vélez mientras dure su proceso judicial es un hecho significativo, mas parece el desenlace más inocuo para quien ha sido acusado de terribles crímenes y complicidad con los tradicionales carteles del narcotráfico colombiano.

A ver, los cargos por los que se procesa actualmente a Uribe Vélez son soborno y fraude procesal, una bagatela para el verdadero prontuario del implicado. Es tan nutrido el expediente que su principal discípulo político, el presidente Iván Duque, acudió a la fe y no a los hechos materiales para brindarle apoyo: “Soy y seré siempre un creyente en la inocencia y honorabilidad de quien con su ejemplo se ha ganado un lugar en la historia de Colombia”.

Sobre los cargos por los que actualmente se acusa al exmandatario haremos un resumen. Uribe intentó empañar el trabajo de investigación y denuncia del senador de izquierda Iván Cepeda (Polo Democrático Alternativo). Quería callarlo.

En ese contexto inventó que Cepeda ofrecía beneficios jurídicos a paramilitares a cambio de que lo acusaran a él. El truco le salió mal al mago de la extrema derecha colombiana.

La investigación demostró que fue Uribe quien manipuló y sobornó a testigos para obstruir la justicia. A pesar de que todo viene por allí, hay que ir al fondo: el senador Cepeda indagaba sobre Uribe y su relación con los grupos paramilitares.

Uno de los testigos, el exparamilitar Juan Guillermo Monsalve, preso por sus delitos, había dado testimonio de que uno de los grupos irregulares de extrema derecha se habría fundado en plena finca “Guacharacas”, propiedad de la familia Uribe.

El tema fue debatido en el Congreso. Pero en esas extrañas cosas del realismo mágico (a veces realismo cruel) colombiano, Uribe Vélez aún no ha sido procesado por los vínculos con paramilitares, sino por lo que les acabamos de describir.

Lo que ha eludido

Uribe Vélez ha eludido procesos tanto judiciales como legislativos. En el Congreso colombiano se ha debatido varias veces sobre sus vinculaciones con diversos delitos y ante la justicia sobrepasan el centenar. Lo extraño es que nunca ha sido tildado de peligroso caudillo político en los grandes medios internacionales, ni mucho menos mencionado por Estados Unidos en su estrategia ilegal de sanciones, al contrario, Uribe Vélez es muchas veces quien apunta hacia quien se debe “sancionar” y dice cómo participar junto a Washington en una agresión contra otro pueblo o país.

Recordemos en el contexto internacional, por ejemplo, que Uribe Vélez cometió un grave delito contra el Derecho internacional, cuando bajo su mandato y con el también exmandatario Juan Manuel Santos como ministro de Defensa, ordenó en el año 2008 el bombardeo de territorio ecuatoriano con la finalidad de atacar un campamento de las FARC. Recordemos que en el hecho las fuerzas militares colombianas abatieron a Raúl Reyes y a otros 20 combatientes de la organización insurgente, así como a cuatro estudiantes mexicanos que estaban en el mencionado campamento.

“¿Cómo se le puede creer a alguien que miente tanto?”, dijo ese mismo año, en una reunión de la Cumbre de Río, el entonces presidente ecuatoriano Rafael Correa, sobre las excusas de Uribe Vélez para violar el Derecho internacional.

En 2012, el exmandatario colombiano en un video afirma “que le faltó tiempo” para invadir Venezuela, más tarde en el año 2016, el mismo elemento pidió que se organizara una intervención internacional contra territorio venezolano. Todo un paladín de la violación al Derecho internacional. Todavía por allí Vargas Llosa suela invitarlo a que ofrezca sus servicios como paradigmático orador del “orden y la democracia”.

Lo que sigue eludiendo

Buena parte de las nuevas generaciones conocen a Pablo Escobar Gaviria, al cartel de Medellín, sus socios y esbirros, por las novelas y series que difunden con profusión las cadenas de televisión en Latinoamérica y plataformas como Netflix. Dichas mafias, surgidas desde finales de la década de 1970, están muy lejos de la épica que pintan los dramas novelados y muy cerca de la violación sistemática de los derechos humanos del pueblo colombiano.

Es precisamente en ese contexto donde se empiezan a sentir los pasos dudosos de Uribe Vélez, aquel que comenta que su odio a los movimientos guerrilleros y a la izquierda surgió a raíz del asesinato de su padre. ¿Pero cómo fue la historia?

Uribe es oriundo de Antioquia, el departamento colombiano cuya capital es Medellín. Su familia es de grandes hacendados, sin embargo no se podían contar entre los más poderosos potentados de la nación neogranadina.

En 1980, Uribe Vélez fue designado por el Ejecutivo como director de Aeronáutica Civil del departamento de Antioquia, una responsabilidad si se quiere administrativa, pero que tendría un “lomito”, en un entorno en el que esa región se convertía en uno de los principales centros de despacho de cocaína hacia Estados Unidos.

Pues, Uribe era un maestro de la aeronáutica, y pese a no haber estudiado ninguna carrera relacionada con su cargo, supo poner a Antioquia a la vanguardia de la conectividad aérea en Colombia. No estamos bromeando al respecto. Durante su período al frente de Aeronáutica Civil, Uribe entregó 2.339 licencias para el funcionamiento de pistas de aviación o para el tráfico de aeronaves. Ahh, se nos olvidaba, también autorizó el funcionamiento de una pista en la mismísima y famosa finca de Escobar Gaviria, la legandaria “Nápoles”, aquella donde se construyó un zoológico y que visitaron algunos famosos artistas que hablan hoy día de “decencia”… pero eso es otro cuento.

La carrera política de Uribe Vélez partió de allí y de dividir al partido Liberal, cuando más bien Uribe era un “gran conservador”, entonces todo lo tenía servido. Con el asesinato del candidato presidencial liberal Luis Carlos Galán en 1989 quedó la “pista” abierta para que ese partido se convirtiera en casi una franquicia que poco tenía que ver con sus orígenes.

Luego vino el Uribe gobernador de Antioquia, en 1995, y con ello la profusión de masacres en varias regiones de Colombia y la multiplicación de bandas paramilitares de extermino que tuvieron entre otros epicentros a Antioquia. Por cierto, ¡nadie se preguntó de dónde salió toda la plata para financiar la aparición de estos grupos que tenían la condición de mercenarios!

Ocurrió en 1997, la masacre de El Aro, en la que los escuadrones sanguinarios con motosierras mataron a 17 personas. Uno de los propios cabecillas del hecho, un delincuente extraditado a Estados Unidos y conocido como “Don Berna”, señaló que varios elementos del Estado colombiano coadyuvaron a la matanza, entre ellos el entonces gobernador Uribe Vélez.

En 1996 había ocurrido en los límites departamentales antioqueños una masacre, la de La Granja. Muchos testimonios, incluso de los criminales, vinculaban a Uribe Vélez con los hechos. Pero no pasó nada, el señor continuó su carrera hacia la Presidencia de Colombia.

El abogado y defensor de derechos humanos Jesús María Valle fue uno de los que lideró las denuncias sobre estos hechos y la participación del Ejército colombiano en la matanza. También fue asesinado.

Entre 2002 y 2010, Uribe gobernó a Colombia, en ese mismo período se registraron en la nación neogranadina 403 masacres. Con miles de muertos, heridos, desplazados, mujeres abusadas. ¿Dónde estaban los organismos internacionales?

En 2004, por ejemplo, en Puerto Asís, departamento del Putumayo, torturaron y asesinaron frente a los pobladores a 15 personas. En plena cancha de fútbol de la localidad. El Estado no hizo nada, ¿o sí hizo? El mismo año ocurrió la matanza de Buenaventura, los paramilitares mataron y desaparecieron a 24 personas, también torturadas.

Todo ello ocurría mientras Uribe decía que libraba una cruzada contra las guerrillas que llenaban de “luto” al país. En agosto de 2009, una banda paramiltar irrumpió en la comunidad indígena Gran Rosario, asesinaron a 12 indígenas y una de las mujeres asesinadas era la única testigo de un falso positivo que miembros del Ejército habían ejecutado en la zona meses antes.

Los falsos positivos, sí esa criminal práctica de matar inocentes y hacerlos pasar como “guerrilleros” o delincuentes, fueron también instaurados masivamente desde el uribismo. Condecorar a los criminales, criminalizar a las víctimas. Lo cierto es que hoy, al fin, algo de justicia ha habido.

T/ Chevige González Marcó
F/ Archivo CO
Caracas