Noruega, Nueva Zelanda, Islandia, Costa Rica, Kenia, Bután y Paraguay funcionan con un 100% de energía renovable o están cerca de esa cifra. El secreto, más allá de que son países poco poblados (o pequeños en superficie) son sus abundantes recursos naturales. Sin embargo, el mapa de los países más renovables del mundo está cambiando. El club está a punto de ampliarse.
Cada uno de estos siete países genera electricidad a partir de fuentes renovables tradicionales, como la energía hidroeléctrica o la energía geotérmica de primera generación.
La situación es diferente para el resto de países del mundo, que no cuenta con recursos hídricos o geotérmicos tan abundantes. Sin embargo, hay 10 nuevos países que van camino de generar más de dos tercios de su electricidad a partir de fuentes renovables, y es gracias a una fuerte apuesta por la energía variable.
Un informe de la Agencia Internacional de la Energía (IEA) pone el énfasis en los 10 países que están liderando la transición hacia las energías renovables variables, que son, es su mayor parte, la eólica y la solar.
Dinamarca destaca como líder de esta carrera, y se prevé que sea 100% de renovable a finales de la década. En los primeros nueve meses de 2024, el 72% de la electricidad danesa provino del viento y el sol, mientras que un 10% se generó a partir de la bioenergía, es decir, la transformación de biomasa.
Hay otros siete países europeos en la lista de aspirantes. Portugal, Grecia, Países Bajos, Alemania, España, Reino Unido e Irlanda avanzan rápidamente hacia un mix energético dominado por el viento y el sol. Portugal destaca como favorito de este grupo con la proyección de que en 2030, el 90% de su electricidad provendrá de fuentes renovables.
El futuro del consumo de energía
El informe de la IEA predice que las energías renovables representarán casi la mitad de la generación global de electricidad para 2030. Hoy en día es un 30%, por lo que hablamos de un salto enorme en cinco años.
Para hacer esto posible, los países tendrán que invertir significativamente en almacenamiento con baterías, infraestructuras de transmisión más robustas y programas de gestión de la demanda. La transición no solo será una cuestión de añadir capacidad eólica y solar, sino de construir un sistema eléctrico capaz de manejar y equilibrar esta nueva era de energía limpia.