La sabia decisión se basó en la previsión y la habilidad política que muchos dignatarios latinoamericanos han desarrollado, no sólo en las últimas décadas desde las Revoluciones Cubana y Bolivariana, sino incluso desde hace dos siglos, cuando Bolívar inició la lucha para liberar e integrar la región entera del colonialismo español.
El presidente Nicolás Maduro marcó el tono evocando, entre otros puntos, el camino hacia la construcción de la CELAC y el papel de Chávez y Venezuela fundado sobre el legado de Bolívar. Esto motivó un tuit en el que se indicaba que Chávez estaba efectivamente presente en la cumbre.
Antes de exponer su punto de vista sobre el proceso de la CELAC para solidificar aún más la integración, con la suerte de que el orden alfabético colocó a Venezuela como el último jefe de Estado a tomar la palabra, Maduro desafió a dos presidentes que lo precedieron y que habían lanzado falsas acusaciones de que Venezuela era antidemocrática y de que la OEA era indispensable y por lo tanto no estaba en contradicción con la CELAC.
Sobre esta última cuestión de la OEA-CELAC, la refutación del jefe de Estado venezolano, cuya sola presencia fue una sorprendente derrota del Norte —conformado por Estados Unidos y Canadá y sus pocos aliados latinoamericanos que han intentado derrocarlo y condenarlo al ostracismo en la comunidad internacional— afirmó con énfasis que, efectivamente, existe una añeja contradicción entre la OEA y la CELAC: es la vieja oposición del siglo XIX entre el monroísmo y el bolivarianismo. Maduro propuso, entre otras sugerencias que se evalúe, “la constitución de una Secretaría General de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, dotada de suficiente poder para que esa Secretaria General lleve las riendas de la construcción de lo que es el sueño que algunos de ustedes han dicho”.
En efecto, el 18 de septiembre aún no se daban las condiciones para una sustitución de facto de la OEA por la CELAC. Si esta medida se hubiera tomado prematuramente, habría sido contraproducente. En primer lugar, de las declaraciones de muchos representantes de gobiernos opositores de la OEA se desprende que la pandemia es una de las principales preocupaciones; por tanto, un debate prematuro y las inevitables contradicciones derivadas del cambio tectónico de la OEA a la CELAC restarían importancia a la lucha contra la pandemia.
En segundo lugar, otra preocupación inmediata expresada en México, en particular por las pequeñas naciones insulares del Caribe, es el cambio climático, que constituye un desafío directo a la existencia misma de estos pueblos vulnerables. En este contexto, una prioridad actual podría ser la política de los países latinoamericanos y caribeños respecto de la próxima conferencia internacional sobre cambio climático (COPS26), que tendrá lugar del 31 de octubre al 12 de noviembre de 2021 en Glasgow, Escocia.
En tercer lugar, nuevos cambios políticos hacia la izquierda en la región en el transcurso del año próximo ayudarían mucho a la composición de la CELAC en su objetivo de sustituir a la OEA. El escenario más evidente son las elecciones presidenciales brasileñas de octubre de 2022. Brasil se retiró de la CELAC bajo el gobierno de extrema derecha de Bolsonaro y por eso no estuvo presente en México. Luis da Silva, uno de los precursores de la CELAC, lleva la delantera en las encuestas para las elecciones de 2022. Además, Colombia (que boicoteó la Cumbre de México para protestar contra el gobierno de Maduro y lamer las botas de Washington) acude a las urnas el 29 de mayo de 2022 para la primera vuelta, donde el izquierdista Gustavo Petro está en este momento por delante en las encuestas. Chile vota por un nuevo presidente el 21 de noviembre de 2021, con la posibilidad de que una coalición de izquierdas sustituya a Sebastián Piñera de la era pinochetista. De hecho, debe encontrarse en una posición relativamente débil, ya que su representante en México no se atrevió a criticar a Maduro ni el objetivo de la CELAC de sustituir eventualmente a la OEA. Esto puede ser una buena señal en cuanto al resultado de las elecciones chilenas.
Por lo tanto, la orientación que consiste en combinar la institucionalización progresiva de la CELAC mientras se da la impresión de esperar pacientemente a que se produzcan nuevos cambios de izquierda en el panorama político de la región a fin de maximizar el aislamiento de los inevitables satélites de Estados Unidos (como, esta vez, Paraguay y Uruguay) es previsora y sabia.
Sí, hay una necesidad urgente de sustituir la OEA por la CELAC. Tal vez nadie fuera de la región, como la izquierda antiimperialista en Estados Unidos y Canadá, sienta esta exigencia apremiante como resultado, por ejemplo, del papel protagónico del gobierno canadiense en alianza con Estados Unidos en la promoción de un cambio de régimen violento contra el presidente Maduro, elegido constitucionalmente. Sería preferible que el gobierno de Justin Trudeau enuncie a su orientación pro-estadounidense, que contribuyó a su humillante derrota para obtener un puesto en el Consejo de Seguridad de la ONU en junio de 2020, y en su lugar respondiera favorablemente a la sugerencia de algunos jefes de Estado y de gobierno en México de formar una alianza con la CELAC sobre la base del respeto mutuo.
La sustitución de la OEA por la CELAC es inevitable. ¿Cuándo se producirá? Es algo que no se sabe. Sin embargo, las causas justas siempre triunfan, especialmente cuando son deseadas por toda una región. Vean el ejemplo de Cuba. Una vez expulsada de la OEA, ahora está en el centro mismo de la integración regional, hasta el punto de que incluso los enemigos mortales de la Revolución Cubana tuvieron que firmar un acuerdo en México para pedir a Estados Unidos que levante el criminal y genocida bloqueo contra Cuba. Además, en México, el presidente cubano Miguel Díaz-Canel le propinó un nocaut al representante uruguayo que expresó provocativamente su apoyo al cambio del Gobierno en Cuba.
Así, en ese memorable día en México, el espectro tanto de Hugo Chávez como de Fidel Castro volvió a perseguir a Estados Unidos y a sus aliados.
La eventual restauración de la CELAC en la tumba de la OEA significará un cambio mayor no sólo en la geopolítica regional sino también a nivel mundial. China hace su aparición. En julio de 2014, los dirigentes regionales y China declararon conjuntamente la creación del Foro China-CELAC. Por invitación de la presidencia pro témpore de la CELAC, el presidente chino Xi Jinping se dirigió a la Cumbre de la CELAC convocada en México por videoconferencia con subtitulado en español e inglés. Afirmó que el acuerdo abre una nueva vía de cooperación entre China, América Latina y el Caribe en su conjunto. Su nacimiento, hace 10 años, constituyó un hito en el proceso de integración de la región, ya que se produjo en medio de los esfuerzos de los países por preservar su independencia y su autosuficiencia. Señaló que China otorga gran importancia al fomento de las relaciones con esa organización y la apoya en su impulso de lograr una mayor cooperación entre sus miembros y en la búsqueda de soluciones para enfrentar los desafíos comunes.
Así, la eventual sustitución de la OEA por la CELAC representará un enorme cambio geopolítico a nivel planetario. Contribuirá aún más a la búsqueda de la multipolaridad mundial contra el objetivo occidental interminable de dominación del Sur global liderado por Estados Unidos.