Desde el 6 de diciembre de 1998, cuando el pueblo venezolano eligió a Hugo Cháves Frías presidente por primera vez y se inauguró la Quinta República a partir de la Nueva Constitución Bolivariana, dando inicio a un amplio programa de reformas democráticas con énfasis en la inclusión social, la participación popular y la inversión del gasto público orientado al bienestar de la población históricamente excluida; no ha descansado un día de los ataques de sus dos enemigos fundamentales: la oligarquía destronada del poder y expropiada de la renta petrolera; y los Estados Unidos que vieron en el primer gobierno bolivariano del continente, un desafío a su política de intromisión regional y control del recurso estratégico petrolero.
Todo gobierno que emprende un camino soberano y autónomo teniendo como meta la libertad y goce de los bienes comunes de la naturaleza para el bienestar de su pueblo, y no más el derecho de fuerza de una clase privilegiada, ha tenido que enfrentar poderosos enemigos internos como externos. La historia está llena de ejemplos de pueblos que por conquistar su libertad y derecho como naciones independientes, han tenido que enfrentar guerras devastadoras y sangrientas. Las luchas de Independencia de los pueblos de Nuestra América, no enseñan otra cosa. De disputar el poder y dominio al imperio colonial español en el siglo XIX, tras largas y devastadoras guerras de Independencia, surgieron los Estados modernos latinoamericanos. Y de disputárselo al imperialismo Estadounidense, a mediados del siglo XX, Cuba revolucionaria.
La lucha por conseguir la dignidad, la soberanía y la independencia que emprendió Hugo Chávez como presidente en Venezuela, con el fin de lograr el máximo bienestar para el pueblo, y que continúa el gobierno de Nicolás Maduro en medio de incontables dificultades y contradicciones internas; está siendo respondida con todo tipo de ataques por sus dos enemigos históricos fundamentales, que ofendidos por la pérdida de privilegios y dominio, la atacan por todos los flancos buscando agotar su capacidad de resistencia y legitimidad, y caigan sobre ella como aves carroñeras, el puñado de matones a sueldo atraídos como moscas por la falacia de la dictadura.
Cada pueblo forja su propio destino y el hermano pueblo venezolano con valor y dignidad está definiendo el suyo, enfrentado a la necesidad de vencer sus enemigos reales y preservar lo conquistado. Tal vez sea la nación con mayores condiciones para entrar en una guerra civil de impredecibles consecuencias, peligro que ha sabido evitar con contención, paciencia e inteligencia. ¿La impondrá como salida el procaz presidente de una potencia en crisis, con apoyo de la desesperada oligarquía? ¿Abrirá la derecha mundial otro frente de guerra en el continente, cuando se está intentando cerrarlo en Colombia? Nada más absurdo, pero probable.
El pueblo venezolano no necesita que hagamos análisis críticos desde la “izquierda”, lo que tal vez si necesita es que no seamos insensibles e indiferentes a la mentira, para no caer en la trampa de quienes la usan como estrategia de odio y miedo para retornar al poder y al dominio. Lo que menos conviene a la paz, la democracia y la vida digna de los pueblos.