Ya es hora de que quienes hacen equilibrios en la diplomacia tachen de su lista de “progresistas” del continente al presidente uruguayo y todo su equipo. En los últimos tiempos, tanto Tabaré Vázquez como su canciller Rodolfo Nin Novoa no dudaron en desprestigiar el difícil rol que juega Nicolás Maduro en su lucha contra quienes quieren desestabilizar a Venezuela Bolivariana. Justamente ellos, que como miembros del Frente Amplio han recibido de Venezuela sólo atenciones y en tiempos de Hugo Chávez (al que también ninguneaban por detrás) fueron beneficiados como país con múltiples apoyos económicos y salvavidas de
urgencia, que solidariamente ofreció la Revolución venezolana. Entre esas ayudas, están los 20 millones de dólares para reparar hospitales o diversas cantidades de dinero dirigidas a empresas recuperadas por sus trabajadores.
Hay algo intrínseco en el comportamiento taimado de ciertos líderes uruguayos conversos, cuando frente a las relaciones con Venezuela y también con Cuba prefirieron ser protagonistas de un juego de doble faz. Por un lado, se llenaban la boca de frases de conveniencia y por el otro, deslizaban dichos de un contenido despreciativo o burlón hacia los referentes de ambos procesos revolucionarios.
Así como en la anterior gestión de Pepe Mujica y Tabaré se le dio luz verde al TISA (acuerdo internacional sobre el comercio de servicios) con Estados Unidos, no se le escapa a nadie que la diplomacia uruguaya de los últimos dos años se ha ido alineando con los gobiernos más reaccionarios del continente. Coqueteos desenfadados con Mauricio Macri y Michel Bachelet, acuerdos con Juan Manuel Santos, de Colombia y con Horacio Cartes, de Paraguay, admiradores de la Alianza del Pacífico, y sobre todo, un comportamiento repudiable dentro del Mercosur para intentar expulsar a Venezuela o aplicarle sanciones a pedido de Estados Unidos y en consonancia con la embestida brutal que lleva a cabo otro uruguayo impuesto por Mujica al frente de la OEA, Luis Almagro.
Tabaré y Nin Novoa no se han privado de nada a la hora de atacar a Venezuela, y si faltaba algo, esta misma semana volvieron a impulsar otra declaración injerencista con los aliados pro imperialistas de la región ( Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Honduras, México, Panamá, Paraguay y Perú). En la misma vuelven a sumarse al coro del terrorismo mediático, condenando “la violencia que ha sido desencadenada en Venezuela” y urgiendo al gobierno de Nicolás Maduro a que “fije las fechas para el cumplimiento del cronograma electoral, libere los presos políticos y garantice la separación de poderes constitucionales”.
En igual sintonía que Macri, Tabaré pretende ignorar que si hay violencia en Venezuela es la que han ido gestando con feroz persitencia los núcleos más radicalizados de la ultraderecha que dirige ese golpista por el que ellos están reclamando, Leopoldo López. Encapuchados quemando todo a su paso, colocando cadenas de acero para degollar a motoristas, atacando un hospital materno-infantil, asesinando con francotiradores a inocentes ciudadanos, saqueando establecimientos comerciales e incendiando otros. Sobran videos y fotos en ese sentido, pero la pandilla mafiosa de Almagro y de la OEA siguen hablando de “manifestantes pacíficos”. El procedimiento es obtenido del mismo manual con que se inició la invasión terrorista a Siria, y las declaraciones de estos mandatarios está en sintonía con lo que los países de la OTAN sostienen sobre lo que ellos llaman “oposición moderada”, cuando se refieren al Frente Al Nusra y sus variantes letales.
Como buen amigo de Washington, Tabaré (al igual que ya lo hicieron Macri y Cartes) le falta el respeto a uno de los procesos del continente más legitimado por el voto popular. Cuando el oncólogo uruguayo, amigo de la secta Moon, masón declarado y de íntimas relaciones con el sionismo, afirma que Venezuela es “un drama” en vez de explicar que ese es el estado al que lo quiere arrojar la oposición que tanto él defiende, opta por subirse al carro de quienes intentan una y otra vez generar el suficiente desgaste para poder asaltar el poder y entregarle las riquezas naturales a Estados Unidos y la Unión Europea. Drama es confundir deliberadamente a los asesinos del pueblo venezolano con quienes están resistiendo día a día para que el país no se convierta en una estrella más de la bandera norteamericana. O los que a punta de declaraciones mentirosas siguen dibujando el mapa de una dictadura donde impera una de las democracias populares más participativas (junto con la cubana) de Latinoamérica y el Caribe.
Por último, Tabaré, procede con el resentimiento típico de los mediocres. De quienes ejerciendo el gobierno no son capaces de profundizar hacia la izquierda, porque definitivamente la han abandonado. De los que jamás podrán darse el lujo de reunir una muchedumbres adicta y leal como las que habitualmente se puede ver en Venezuela a favor de su presidente y del proceso. De los que se esconden detrás de frases rimbonbantes sobre el “diálogo” y “el respeto mutuo” pero en sus propios países atacan cualquier comportamiento disidente, aplicando la represión. Esos que, como Tabaré y Mujica, a pesar de tener mayoría parlamentaria no se animaron a juzgar a los militares genocidas de su pueblo. Más aún, algunos llegaron incluso a tipificar de “pobres viejitos” a los torturadores más brutales de la última dictadura, para justificar que sigan en libertad.
Tabaré y su gobierno podrá seguir firmando resoluciones contra Venezuela y negándose a dialogar con Maduro, pero queda absolutamente claro que se acabó el tiempo del doble discurso: son definitivamente soldaditos ejecutores de las políticas que la derecha quiere imponer en el continente. A tomar nota.