Todas las cuerdas vocales ejecutan en Piedad Córdova una sinfonía de las luchas populares que nos representan en clave de “SÍ mayor”. Su voz ya no es asunto de una sola persona ni es sólo palabra colombiana. Es el clamor de humanidad que exige Paz por el pasado, por el presente y por el futuro. Con urgencia. Ya tenemos con Colombia muchas deudas. No hemos sido suficientemente solidarios ni nos hemos expresado como la Historia lo ha requerido.
Habrá que decírnoslo frente al espejo de la lucha para que nos devuelva el retrato correcto de lo que debemos estar haciendo hoy de la mano de quienes luchan sobre una “mesa de diálogos” por la Paz auténtica: sin trampas y sin traiciones. Esta es una gran lucha por la Humanidad. Es imposible, inaceptable, hacerse omisos o hacerse sordos incluso si se tienen debates o desacuerdos con unos u otros métodos de lucha. Hace mucha falta la crítica comprometida… en serio. En las “mesas de diálogo” por la Paz estamos todos involucrados, aunque no lo sepamos.
Uno no se cansa de advertir a Piedad Córdoba los peligros -que ella siempre parece aminorar- llevada por el fuego de una militancia irredenta y ascendente en favor de la Paz en Colombia y en el mundo entero. Uno no se cansa de admirar su motor -sus motores- humanistas que alimentan solidaridades de todo género. A Piedad Córdoba no le hacen falta argumentos para expedirse en abrazos amorosos -como se debe- con todo aquel que, como ella, da la vida por la Paz o es una víctima por la falta de ella.
Atreverse a hablar de Piedad Córdoba conlleva el reto de eludir simplismos apologéticos de ocasión o festivales de halagos bobalicones. Las virtudes que medio mundo encuentra en Piedad Córdoba deben ponerse a salvo del “culto a la personalidad” que suele servir para sacar de la vista las mil y un batallas que esta mujer enfrenta a diario, incluso sin medir ciertas consecuencias graves. Por eso, para ella y para quienes arriesgan todo por La Paz, uno debe exigir respeto por sus vidas y garantías contra la mano de los traidores que abundan, incluso camuflados como “buenos muchachos” negociadores. Una y otra vez Piedad Córdova ha puesto los pies en los escenarios más complejos y peligrosos. Ha visto el horror mientras ha visto, también, su vida en riesgo bajo el silbido de las balas. Algunos que hemos visto su llanto, su rabia, su impotencia… hemos visto siempre su ternura de acero y su claridad política incluso en los momentos más oscuros.
Contra Piedad se ha ensayado mil calumnias, mil puñaladas y mil traiciones. Hay operaciones mediáticas en su contra y de tiempo completo pero ella va y viene por el mundo, hace lo inimaginable para sumar voluntades. Explica con paciencia militante siempre fresca, una y otra vez, ese su sueño tan enorme y tan nuestro de ver a Colombia, inmensa y hermana, viviendo en Paz por fin y para siempre. Pero no en una Paz de tontos ni en una Paz de inertes. Piedad quiere una Paz dinámica, renovada y en pie de lucha. Paz en movimiento haciendo y haciéndose justicia social. No una Paz de los que están cansados y resignan todo sino la Paz como un Derecho Humano cúspide y brújula de todos los derechos. A Piedad se la ve, en escenarios más diversos, ser siempre la misma. Torbellino de sueños empeñado en que soñemos todos despiertos con la Paz para hoy y la Paz para el futuro.
Desde luego que la lucha de Piedad no es una sinfonía para una sola voz. Es el ensamble de millones de voces de un territorio en disputa añeja. Voces de mujeres y hombres que sin importar edad, color de piel, ni geografía hacen punto encuentro en la voz de Piedad. Gracias a su ejemplo uno ama más a la Colombia que nos han invisibilizado. Por la ternura de Piedad uno ama mejor las razones de las luchas que no quieren una Colombia secuestrada por terratenientes ni por burócratas serviles al imperio. Uno ama esa Colombia que expresa Piedad fraterna, pueblo, lucha y esperanza. Es irremediable y es necesario. Se trata de un amor a Colombia que es intenso y es doloroso. Que es telúrico e histórico. Que es ancestral y nuevo. Que es beligerancia por la Paz. Que es su pueblo. No dejemos que nos la traicionen.
Es premisa entender que -en el mundo entero- los métodos para conquistar la Paz han tenido diferencias sustanciales, contradictorias y polémicas… y es premisa también fijar puntos de unidad incontrovertibles para que la Paz no sea un término amorfo, ambiguo ni refugio de hipocresías “políticamente correctas”. Uno de esos puntos de acuerdo, anclado a una severa crítica al capitalismo, es la lucha por defender a los más débiles, frágiles y víctimas de la guerra desalmada que las oligarquías han desplegado contra los pueblos para saciar su voracidad de mercado despojando a los pueblos de lo suyo. La lucha por la Paz es una buena manera de no olvidar que la guerra es el comercio por otros medios y eso es monstruoso porque, entre todas las desgracias, son los pueblos los que, extorsionados, terminan financiando la violencia que se usa en su contra. Igual de monstruoso es que las víctimas lleguen a creer que la Paz no es asunto suyo o que la Paz ¡que es su derecho! es imposible o “utópica”.
La Paz en Colombia necesita de un portentoso movimiento comunicacional mundial. La lucha por la Paz es también una batalla en el territorio “simbólico”. Hay que decirlo de todas las maneras posibles. La Paz en Colombia no es asunto sólo “técnico”, es asunto amores y de fraternidad… de belleza y de unidad. En Colombia han cometido y se cometen atrocidades y horrores, incluso comunicacionales, que no pueden quedar impunes ni invisibles. No deben servir para inyectarnos miedos incluido el miedo mediático tan letal en muchas cabezas. Tiene que ser así.
Movimiento de la dignidad que toma la palabra y se hace clamor que exija respeto por la vida de TODOS y Justicia Social. Ese movimiento de comunicación portentosa por la Humanidad también es un desafío de cada día y de cada territorio de lucha. Estamos sometidos a una guerra desalmada que nos quiere hambrientos y sumisos, nosotros queremos dignidad y felicidad para los pueblos emancipados. En eso, Piedad Córdoba nos muestra un camino en el que “la Paz sí es… contigo”. ¿Cómo no seguirlo?