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Resultado de imagen para JESÚS Y CHÁVEZ, DOS VIDAS PARALELAS.

El viraje de la historia para sacar de contexto la auténtica vida de Jesús – el galileo -, oculta intencionadamente el pensamiento y la lucha histórica del proceso político y social revolucionario del pueblo palestino contra una oligarquía y un imperio hegemónico.

 

Tergiversar los hechos que configuran la vida de Jesús, e ignorar los que cuestionan el desprestigio y la “moral” de los aristócratas y oligarcas gobernantes, constituye una bofetada grosera a la humanidad.

 

La revolución hay que conquistarla, al pueblo lo mantienen engañado, haciéndole creer que es pobre por mala suerte o por voluntad de Dios.

 

La antigua Palestina – “Iudaeae” o judea – de Jesús, como Venezuela antes de Chávez, eran regiones colonizadas, la miseria querían acabarla con la represión.

 

La dinámica política palestina y venezolana estaba influenciada por partidos políticos pro - imperialistas. El Estado era un paraíso de gánster de la oligarquía y del imperialismo, unidos en odio común contra estos dos dirigentes consientes que la revolución la hacen los rebeldes, no los sumisos.

 

Sus ideas resultaban altamente subversiva y revolucionaria para regímenes basados en la desigualdad.

 

El auténtico cristianismo predicado por Jesús, como el chavismo, son contenidos de principios filosófico-políticos y sociales, mientras el imperio promueve y apoya oposiciones extremadamente reaccionarias y violentas para derrocar y asesinar gobiernos populares.

 

Ejemplo clásico: días previos al derrocamiento de Salvador Allende, Tanto el gobierno estadounidense, la ITT y la CIA, entregaron millones de dólares para financiar la campaña oposicionista y descrédito contra Allende, según declaró el exembajador de Estados Unidos en Chile – Edward Korry -.

 

En la República Bolivariana de Venezuela, el imperialismo aviva el odio contrarrevolucionario de la extrema derecha fascista, en un esfuerzo por derrocar el gobierno Chavista direccionado democráticamente por Nicolás Maduro. Las aristocracias y oligarquías como en tiempos de Jesús y de Chávez, están distante de las cadenas de la miseria, del analfabetismo, de la desnutrición, del desempleo, de la salud y de la falta de oportunidades.

 

En la oligarquía no existe la virtud de la dignidad como en los hombres de espíritu socialista y Bolivariano, que declinan sus intereses personales poniendo por encima el interés nacional, y promueven la integración entre naciones en torno a su descolonización e independencia soberana.

 

Jesús y Chávez no combatieron la riqueza, sino los ricos - la riqueza es necesaria, más no, su injusta distribución y acaparamiento -. Nunca defendieron la pobreza, defendieron los pobres y lucharon sin tregua por una existencia digna en un paraíso para todos, y no exclusivo de una clase élite y privilegiada, que jamás quiere al pueblo, sino para explotarlo, perpetuar la ignorancia y la miseria como instrumento de sometimiento. En contrario, Jesús y Chávez multiplicaron los panes, el primero dio comer a más de “5.000” personas, y el segundo invirtió la renta petrolera en Misiones Sociales para que todo venezolano tuviera acceso a “panes y peces” y no dos o tres familias de la oligarquía fascista que la acaparaba toda.

 

Según Jesús, Roma era el imperio y Palestina lo que el imperio quería que fuera. Y según Chávez, Estados Unidos era el imperio y Venezuela lo que el imperio quería que fuera.

 

La dependencia extranjera era tan brutal y devastadora, que el imperialismo era en estos dos países un Estado dentro de otro Estado.

 

Con la llegada de Jesús a Jerusalén, y la de Chávez al corazón y simpatía de los venezolanos, ambos pueblos se convirtieron en fuerza revolucionaria, cuyas ideas podían transformar todos los países colonizados en independientes, libres y soberanos. Pero surgió la conspiración contra estos dos dirigentes incómodos para los intereses imperialistas. Sus posturas éticas y sus principios morales, obligaron

 

a la oposición de la oligarquía fascista y pro-imperialista replantear su conducta apátrida y saqueo de los recursos naturales.

 

Condenaron la insensibilidad. Se necesita tener un corazón duro y perverso para permanecer indiferente mientras otros sufren, tal vez los mismos que les trabajan, los que le crean sus inmensas riquezas que acumulan, los que pagan impuestos, para que una oligarquía avariciosa y apátrida festinen el producto de ese trabajo. Mientras haya una oligarquía contra-nacional, no puede haber amor, paz y justicia social, tantas veces proclamada por dos hombres asesinados por quienes usaron el poder militar y económico para invadir y someter sus países.

 

Jesús y Chávez fueron hombres de acción, no pretendieron alcanzar la revolución a través de discursos y teorías, tertulias u oposición verbal, sino mediante la movilización y la unidad de lucha del pueblo organizado. Desarrollaron su doctrina hablando un idioma sencillo para que todo el mundo entendiera.

 

Toda concepción ideológica, por muy correcta y justa que sea para construir un país mejor, quedará invalidada mientras sus principios no se traduzcan en objetivos prácticos de unidad y acción. En contrario, no pasará de ser un movimiento o partido que convalide las políticas del régimen imperante. Es el pueblo, unido, organizado y movilizado, quien hace la revolución, y es él su forjador.

 

Eran hombre de la talla de los que llevan en el corazón, no sólo el coraje de una causa justa, sino el ánimo inquebrantable y brutal decisión de vencer obstáculos interpuestos al triunfo de la emancipación popular. Cuya victoria pertenece sólo a hombres que conciben el bien común como virtud plural para la humanidad.

 

Fueron ellos - entre decenas de dirigentes políticos asesinados, “crucificados”-, quienes con visión de largo alcance social y política, lucharon por el destino mejor de sus pueblos envilecidos.

 

Fueron hechos que inspiraron y dieron fundamento a una ideología que viró hacia una vertiente socialista, enmarcada en derecho y justicia social. Una idea contra puesta a la exclusión y violación de los derechos sociales.

 

Sin temer amenazas apocalípticas, trabajaron por la unidad y la lucha organizada, así lo sintieron al asumir la tarea de redimir sus pueblos de la ignorancia y la extrema pobreza que sufrían por siglos. Una misma familia, un 4 por cien de aristócratas y oligarcas privilegiados, acaparaban el 90 por cien de las riquezas materiales y financieras, de los recursos naturales de sus países. Una élite gobernante rica y poderosa apoyada por la aristocracia sacerdotal, concibieron una falsa filosofía que

 

proclamaba el paraíso celestial reservado sólo a quienes vivían en la pobreza, el hambre, el sufrimiento y la resignación.

 

El asesinato de Jesús y de Chávez, privaron a sus heroicos pueblos y a todas las naciones del mundo, no sólo de formidables luchadores, sino del ejemplo de una dignidad erguida, de valor social incomparable. Enfrentaron las oligarquías lacayas, sin doblar su honor, sin claudicar, y proclamaron la verdad incontrovertible y vigente para todos los pueblos del mundo.

 

Sus denuncias sobre terrorismo de Estado, los abusos e hipocresía, les merecieron desprecio y odio de la oligarquía contra nacional, que por décadas había bastardizado y humillado sus pueblos.

 

Hombres de sensibilidad social, llenos de amor y humanismo denunciaron la realidad imperante y vigente. Combatieron la mentira y la impunidad institucionalizada; la demagogia y la deshonestidad política; la sumisión a las potencias imperiales y la pérdida de soberanía.

 

Sin temer a las oligarquías apátridas y a los imperios, honraron la lealtad como ejemplo de dignidad revolucionaria. El amor hacia sus pueblos estuvo por encima de la cobardía. El revolucionario cobarde elude riesgos e incomodidades, no sufre las persecuciones de quienes quieren silenciar con violencia, injuria y calumnia, la voz que acicatea las injusticias del tirano. No asume responsabilidades ni sufre los momentos difíciles de la lucha revolucionaria. “no seré cobarde ante esta lucha amarga, prolongada y difícil,” dice san Lucas en el artículo 22/ 42 de su crónica evangélica.

 

Aunque Jesús y Chávez hayan muerto por causa violenta o inducida, viven en la conciencia de los pueblos. El espíritu y voluntad de estos hombres, en defensa de su patria, fue la fuerza que los sostuvo y, no murieron por otra causa que no haya sido por sus ideales. Siempre han vivido en el corazón de la gente, porque la posteridad eternamente glorifica a los héroes que renuncian su felicidad personal para conquistar la dignidad de sus pueblos y la unidad entre naciones. Su legado se ha convertido en causa de un resurgimiento ideológico ulterior, por cuanto el principio de la fe social se mantiene palpitante e inolvidable en nuestra propia mente y en la fuerza espiritual de los pueblos.

 

Defendieron la dignidad humana, se convirtieron en símbolo de lo más noble de la humanidad y vivirán en el corazón de los pueblos, en el recuerdo de generaciones subsecuentes por su papel protagónico en la historia política revolucionaria. Sus discursos fueron cáusticos e incontrovertibles, pero fueron oradores brillantes, políticos atractivos, hombres de diplomacia y de consenso.

 

Pese haber sido figuras históricamente relevante, pocos historiadores han hecho algo para recopilar sus pensamientos. Lo escrito sobre Jesús y Chávez por historiadores de la oligarquía capitalista y pro-imperialista es fragmentario y disperso. Pese a que les corresponde el mérito de haber desarrollado un programa

 

político en el cual se expusieron líneas maestras, sociales y políticas, en sus bibliografías prevalece el desconocimiento y desinterés, no existe ninguna edición sistemática de su brillante originalidad que los caracteriza como pensadores y luchadores excepcionales.

 

La revolución de Jesús y de Chávez, fue beligerante hasta el sacrificio ¡vencer o morir¡ porque las revoluciones, si bien es cierto que muchas veces se hacen por la fuerza de las armas cuando las condiciones exigen, también requiere de hombres de principios, capacidad y resistencia moral. Se debe recurrir a las armas sin la brutalidad que caracteriza la oligarquía si con estas se logra la libertad, las mismas que la tiranía utiliza para reprimir y someter. La violencia puede ser usada para el bien cuando exige amor, paz y justicia social.

 

Jesús y Chávez llevaron vidas paralelas, fueron la expresión del proletariado.

 

No basta decir que hicieron cosas grandes, deben aparecer aún más grandes por su invencible carácter revolucionario. La admiración de sus espíritus, de sus férreos principios, se inmortaliza y agigantan al saber que ellos fueron consecuentes hasta el final. Y deben figurar en la historia de la cultura humana, como los hombres más eminentes para inculcarlos en la mente de los pueblos y de los niños en su temprana edad, de tal modo que sus legados, en cada aniversario de la “crucifixión” y de la muerte criminalmente inducida, se conviertan en emblema de lucha nacional, con una orientación humanista que permita recuperar la memoria histórica de nuestros pueblos y de nuestros íconos. Hoy sus postulados resurgen con Nicolás Maduro, quien interpreta y pone en práctica sus pensamientos sociopolíticos y humanista.

 

Encarnaron el espíritu de hombres máximo y deben presentarse ante los pueblos como hombres símbolos de honor y dignidad, haciendo que sus ideas perduren despertando sentido revolucionario, de libertad y patriotismo, por ser el grito de todo hombre y mujer que reclama derechos y justicia social; de esa gente humillada que no tiene voz ni conocimiento para exigir sus derechos.

 

Aplastaron su existencia física, valiéndose de dos traidores que compartieron la comida en su misma mesa.

 

Escribió el historiador y evangelista san Mateo en su crónica 26: 14- 25. “Jesús fue traicionado por su hombre de confianza que mojaba el pan de la misma salsa del plato de Jesús”.

 

El 20 de marzo de 2016, Eva Golinger, refiriéndose a la muerte de Chávez escribió para RT – Russia Today -: “…uno de sus edecanes más cercanos…quien le llevaba su comida, su café, su agua,…es un testigo protegido en Estados Unidos”

 

Los asesinaron porque pensaban, y todo el que piensa es peligroso, pero no pudieron matar sus legados.

 

El imperio les asesinó, pero la gloria se quedó en sus corazones de batalla donde lucharon como héroes, para transformarse en leyenda. Fueron emblema de amor e incansables luchadores por la libertad y la justicia. Amaron sus pueblos para brindarles máxima satisfacción y felicidad plena, eran sus sueños luchar por el bien de la patria, y murieron por ella.

 

Porque los hombres no son lo que dicen, son lo que hacen cuando son guerreros de vanguardia.

 

La memoria de Jesús y su pensamiento pre marxista, su legado junto a Chávez, ambos de singular estatura ética y revolucionaria, y su indoblegable ejemplo de humanismo y dignidad, la recordaremos toda la vida como grandes luchadores.

 

Dos revolucionarios y dos mártires asesinados por dos imperios feroces y sanguinarios, continúan vivos ¡entrañablemente vivos¡