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Cortesía Revista Summa

Colombia goza de condiciones privilegiadas para la generación de energía eléctrica. La rica hidrología y geografía hacen que esta se pueda generar aprovechando la energía potencial del agua, que en teoría es un combustible con costo cero. Por este motivo, Colombia tiene un envidiable parque de generación con mayoría hidráulica y una porción (un tercio, aproximadamente) de plantas térmicas que utilizan carbón, combustibles líquidos (como diésel y combustóleo) y gas natural como energéticos primarios.

 

Tenemos mucha agua para generar energía, pero se necesita un respaldo

 

Pero el agua no siempre está disponible. Para garantizar continuidad en el suministro de energía en épocas de sequía, el mercado colombiano desarrolló un mecanismo denominado Obligaciones de Energía Firme (OEF). Para decirlo de forma simple, existen unas plantas que adquieren la obligación de generar energía en épocas de baja hidrología porque han recibido dinero que las obliga a hacerlo (cargo por confiabilidad o CxC). Esto con el fin de: 1) garantizar el suministro cuando hay épocas prolongadas de sequía y 2) evitar que los altos costos de generación sean trasladados a la demanda, o sea, nosotros.

 

El Cargo por Confiabilidad: no nos culpen de la desconfianza

 

Y entonces, ¿se mecatearon el CxC? Ese es el problema. Que ni Dios sabe. Lo que sí se sabe es que han sido USD 7750 millones desde el 2006 y hasta el momento no hay cuentas claras sobre el destino que se le ha dado a este dinero. El Ministerio de Minas le tira la pelota a la Superservicios, y esta la devuelve diciendo que en la ley que reglamenta el CxC no se le otorgan las facultades para realizar el seguimiento del uso que las térmicas le dan a este dinero.

 

Infortunadamente, razones centenarias tenemos los colombianos para desconfiar. Y como siempre le puede nacer otra pata al cojo, el senador Alexánder López ha venido denunciando desde el año pasado que parte de este dinero podría estar en paraísos fiscales.

Cortesía Celsia

Señores generadores y del Gobierno, ¿entonces a quién le preguntamos para no andar especulando?

 

En el mejor de los casos y creyéndole a las plantas térmicas, el CxC y el precio de escasez (precio umbral para que las OEFs suavicen el golpe) quedó mal concebido y calculado por la Comisión Reguladora de Energía y Gas CREG, y por lo tanto debe revaluarse dicho esquema. Repito, en el mejor de los casos.

 

Las térmicas son el respaldo, pero la infraestructura y la planeación es incipiente

 

En épocas de sequía, las térmicas deben asumir el faltante de generación por la escasez de agua. Ante tal reto, y para honrar las sanas costumbres de nuestro pueblo, la infraestructura de gas ha resultado ser insuficiente y débil.

 

Además, la planificación conjunta del mercado de gas y electricidad es prácticamente nula. Por eso fue que vendimos olímpicamente nuestras reservas de gas a Venezuela desde el 2007 y ahora nos quedamos colgados de la brocha. Y a falta de gas natural, las térmicas recurren a combustibles líquidos, que son mucho más caros y por eso pusieron el grito en el cielo. ¿Resultado? Alza de tarifas.

 

¿Y por qué no generamos con el viento o con el sol?

 

Una opción muy interesante para no depender de la disponibilidad del gas natural, sortear los problemas de presión en las tuberías o enfrentar los elevados precios de otros combustibles, especialmente en épocas de sequía, son las renovables no convencionales como eólica o solar. Y como Diosito es tan grande, también nos bendijo con ingentes recursos de esta naturaleza.

 

Pero hay un problema. El servicio de energía eléctrica en Colombia responde a un esquema de mercado, en el cual participan inversionistas privados que obviamente desean hacer dinero. Cuanto más, mucho mejor. La ley colombiana establece el principio de neutralidad tecnológica (supuestamente, para buscar el menor precio y proteger los usuarios), es decir, no pueden privilegiarse unas tecnologías sobre otras, por muy renovables o beneficiosas que estas sean. Como es mejor negocio una gran central hidroeléctrica o una térmica, los inversionistas no tienen que pensarlo dos veces.

 

Esto ha llevado a que nuestra matriz energética haya dejado de lado las plantas eólicas o solares, por no brindar márgenes de ganancia equiparables a los de las tecnologías convencionales. Es importante anotar que las mayores velocidades del viento en Colombia coinciden con las épocas de sequía, generando un matrimonio perfecto entre energía eólica e hidráulica, complementariedad caída del cielo y que nos negamos a aprovechar.

 

¡Cuánta falta hacen esas plantas eólicas en épocas como estas!

Las fallas en Guatapé y Flores IV

 

Para infortunio de los ya criticados participantes del mercado y entidades gubernamentales, se sumaron a la sequía dos fallas en generadoras importantes: Guatapé y Flores IV. Fallas que no estaban en los cálculos de nadie y que sin duda ponen en riesgo la continuidad del suministro.

 

Si bien son casos fortuitos, este escenario se suma a las críticas sobre la pobre diversidad de fuentes de generación en Colombia. Porque de algo estamos seguros: El fenómeno de El Niño en lugar de amainar, vendrá con mayor intensidad que antes, desatando sus potencias contra nosotros como parte de los problemas ambientales que el mismo hombre ha causado. Por lo tanto, no podemos estar a merced de la ley de Murphy. Si algo puede ocurrir, por muy baja que sea su probabilidad, ocurrirá.

 

Entonces, ¿vamos a permitir que en 5 o 6 años estemos ante la misma o peor situación?

 

Yo sí quiero que haya apagón

 

Haya o no apagón, es evidente que existen problemas urgentes que deben resolverse y el actual contexto puede constituirse en un buen punto de partida. Después de 22 años de la imposición a rajatabla de un anodino esquema de mercado, y reconociendo los avances y la robustez de la red de transmisión eléctrica, surgen muchas dudas acerca de los postulados que motivaron su implementación (ver http://conlaorejaroja.com/posacuerdo-ambiente-y-democracia-y-eso-que-tiene-que-ver/).

 

Este esquema ha privilegiado el margen de ganancia de los grandes participantes, y por lo menos en el negocio de la generación ha degenerado en un oligopolio en el que 5 empresas poseen el 77 % de la potencia instalada en país, con los consabidos problemas de abuso de posición dominante y distorsión del mercado a los que esto puede llevar. ¿Para esto era el mercado?

 

Por otro lado, se supone que la libre competencia liberaría presión sobre los usuarios e impactaría las tarifas hacia la baja. Pues sí las ha impactado, pero al revés. Porque el costo del kWh (dicho por Minminas, UPME y ASOCODIS) ha subido desde la puesta en marcha de ley 143 del 94. ¿Para esto era el mercado?

 

Además, el esquema de grandes centrales, fuera obstaculizar la diversificación de la matriz energética, también ha provocado problemas ambientales y sociales debido a la inundación de extensas áreas para embalses. ¿Para esto era el mercado?

 

Y fuera de todo, con inmensos recursos, nos vemos enfrentados a un posible racionamiento ¿Para esto era el verriondo mercado?

 

¿Qué esperábamos con el modelo privatizador?

 

Aunque pensándolo bien, el mercado sí ha servido. Ha servido para ratificar lo que sabemos sobre él, que es priorizar ganancias, aumentar los precios, abusar de usuarios, especular con el costo del kWh, generar problemas ambientales, despojarnos de nuestro patrimonio estratégico, desplazar comunidades, desmontar derechos laborales y la lista de mercado puede seguir (ver http://conlaorejaroja.com/cambio-climatico-el-mensaje-de-dicaprio-y-el-triste-papel-de-colombia/).

 

¿No nos habían dicho que el neoliberalismo nos alejaba de la corrupción, la ineficiencia y los altos precios? Nos vieron la cara y nos la siguen viendo.

 

¿Qué hacer?

 

Más allá de este soliloquio y de la irritación facebookera, es claro que algo huele mal. A pesar de los avances en el sector, el afán privatizador de los 90 no ha arrojado los resultados prometidos y nunca lo hará. El problema no es de los profesionales honestos, técnicos y capacitados de la CREG, XM, UPME o Superservicios (porque lo son), el problema tiene que ver con la esencia misma del libre mercado y con los intereses económicos y políticos de quienes toman decisiones.

 

Es el momento de repensar y reestructurar el sector energético para que este responda a las necesidades de la población y el país en su conjunto, en donde el bienestar general prime sobre el lucro particular, y el uso de la energía sea condición para la construcción de un país más digno y justo.