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Luis Britto García: Debemos detener el terrorismo económico en Venezuela –  Alba Ciudad 96.3 FM 

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El iracundo Zar Ivan Grozny, (Iván el Terrible) muere en 1583 y su único hijo Dimitri Ivanovich es asesinado en La falta de herederos es mal que nunca aqueja a los poderosos. En julio de 1605, el difunto hijo Dimitri resucita, asesina al adolescente zar Teodoro II y es a su vez asesinado. A trono vacante nunca falta heredero.

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Pero el dos veces difunto Dimitri resucita por segunda vez en 1607, reúne milicias y en 1610 mientras está borracho es
decapitado por el tártaro Piotr Urusov.

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Matar a un impostor es abrir la puerta a otro. En 1611, el tres veces asesinado Dimitri vuelve a la vida en la ciudad de Novgorod, y es asesinado por cuarta vez en 1612. Resucitar puede convertirse en mala costumbre.

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En el Londres de 1705 todos celebran, comentan, conocen o quieren conocer al deslumbrante George Psalmanazar. Dice ser nativo de la isla de Formosa, hoy Taiwan. Su libro An Historical and Geographical Description of Formosa, an Island Subjet to the Emperor of Japan detalla la Historia, la Geografía, la Religión, las costumbres, las vestimentas, el sistema monetario, el idioma, el alfabeto, la
gramática de Formosa, cuyos habitantes desayunan con carne cruda y serpientes y sacrifi can anualmente 18.000 niños a su Dios. Un grupo de admiradores le otorga una pensión que le permite continuar difundiendo sus fi dedignas informaciones. En sus Memorias, confiesa jamás haber estado en Formosa, y que todos sus relatos son sartas de mentiras. Nadie le cree.

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El 17 de julio de 1918 soldados soviéticos ejecutan en Ekaterinemburg al Zar Nicolás II Romanov, su esposa Alejandra y sus hijos Alexei, Olga, Tatiana, María y Anastasia. Dos años más tarde, la obrera polaca Franziska Schanzkowska intenta suicidarse, e
internada en el hospital siquiátrico Dalldorf de Berlín dice ser la resucitada princesa Anastasia, opacando a numerosos otros autoproclamados sobrevivientes de la ejecución interesados en cobrar la fortuna de los Romanov depositada en varios bancos
suizos. En 1991 pruebas de sus restos certifi can que su ADN no coincide con el de los Romanov, sino con el de su plebeya familia polaca Schanzkowska. La ciencia siempre echa a perder las historias bonitas.

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Tiempos de inquietud vive hacia 1982 la Venezuela Saudita. El negociado de la burguesía nacional de exprimirle dólares al gobierno para exportarlos de inmediato llega a su límite. Seguramente vendrá a rescatarnos la burguesía extranjera, aportándonos sus fortunas para lograr lo que no pudimos con las nuestras. El empresario minero Juan Manuel Mezquita conoce en Curazao al Jeque Alá Al Fadilli Al Tamini, quien está dispuesto a invertir 500 millones de dólares en Venezuela y países aledaños. Mezquita obsequia al jeque frascos rebosantes de pepitas de oro como muestras desus minas guayanesas. Convencido por esta generosidad, el Jeque viaja a Caracas a rescatarnos con sus fabulosas inversiones, y se instala en el Hotel Tamanaco, donde paga con cheques –
que para la época tardaban mucho en conformarse- y regala a los innumerables empresarios que lo visitan las mismas pepitas que le donó Mezquita y relojes Rolex también cancelados con cheques contra sus cuentas en los bancos Royal y del Caribe. A nadie extraña que el generoso musulmán baile salsa como guatireño, beba whisky como pagano y no hable una palabra de árabe. La crema de la crema de la perspicaz burguesía productiva, los más avisados inversionistas, los más astutos gobernantes, las más bellas damas de alcurnia se entregan al gran festejo donde el Jeque obrará el milagro de salvarnos con las esperadas inversiones foráneas. En medio del júbilo festejante, el Jeque recauda veinte millones de dólares y desaparece sin más rastro que un reguero
de cheques sin fondos para pagar festejos y conciencias. La policía sigue buscando al generoso musulmán, y las dirigencias esperando que vengan a salvarnos los capitales extranjeros.

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Boris Yeltsin, elegido presidente de la Unión Soviética, impone un programa neoliberal y disuelve la Unión Soviética. Lenin Moreno, sucesor del revolucionario Correa, electo Primer Magistrado implanta el neoliberalismo y permite a los yanquis instalar una base militar en las Galápagos. Un elegido por nadie se autoproclama Presidente interino de Venezuela: de inmediato lo reconocen
el Presidente de Estados Unidos y las cancillerías de cincuenta países. Poco después el elegido por nadie deja de ser
presidente de la Asamblea Nacional, que elige nueva directiva, y los Asambleístas cesan de ser diputados al vencerse su
período. Sin reparar en ello el autoproclamado –o más bien Estados Unidos y los cómplices que lo apoyan- roban a Venezuela casi todos los activos en el exterior. Quien dice impostor dice ladrón.

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Empeño imposible sería escribir la Enciclopedia de los Impostores. Son casi tantos o más que los personajes auténticos. La celebridad atrae impostores como la luz polillas. No hay jerarquía ni talento inmune a la impostura. Cinco condiciones son relevantes para postular a la paradójica condición de verdadero impostor. La primera, ser una nulidad. Nadie que vale algo quiere ser otra cosa; para pasar por otro es preciso un pasado que nadie recuerde. La segunda, un proyecto de ascensión social. Nadie
finge ser menos de lo que es. La tercera, encontrar un nicho vacío que ocupar. No funda el impostor fortunas, dinastías, escuelas, organizaciones ni ideologías: se instala en las ya creadas por otros. La cuarta, ser estéril. La moneda falsa corre sólo porque remeda a la auténtica: el impostor vive del modelo que suplanta. La quinta condición es el consentimiento del público en el engaño. Al creer un infundio inadmisible porque nos complace pasamos de víctimas a cómplices. Más fácil autoproclamarse que llegar a
gobernante legítimo, más cómodo que hacer elegir un Presidente de verdad, aclamar uno de pacotilla. Más sencillo que hacer una Revolución, esperar que los capitalistas la hagan por nosotros. Más provechoso sacrificar ideas a intereses, que intereses a ideas. Más fácil que ser, decir que somos. Revisémonos.