Aviso

 

Diciembre es un mes en el que las festividades de fin de año y la proximidad de uno nuevo atrapa la atención de la gente y las expectativas e incógnitas de qué deparará el futuro crecen, pero ahora los temores tienen más espacio. No hemos tenido un buen año, el 2020 pasará por nuestras vidas como un tiempo malo.

En el mundo, millones de personas perdieron sus empleos, muchos millones más reciben salarios inferiores a los que tenían hasta febrero pasado y son millones las víctimas de la pandemia. Han sido meses de incertidumbres, de días en los que la búsqueda de información para saber si las cosas cambiarán terminan en frustración, que se suma a la ya existente y lo hará a la que está por venir. Leemos con interés informaciones de los organismos especializados que un día nos dicen que la recesión económica está aquí para quedarse varios meses, después nos hablan de que la recuperación económica está en marcha y que se elevan las acciones de algunas grandes empresas en las principales bolsas de valores; sin embargo los salarios no se recuperan, los millones de desocupados siguen sin conseguir dónde trabajar y continúan falleciendo las víctimas de la pandemia. En un ejercicio de

catarsis mediática, los anuncios son insistentes: Europa se recuperará, el mundo se recuperará hasta finalizar… pero -siempre ese pero que endereza las cosas- a corto plazo el panorama es incierto.

Los cálculos del crecimiento económico se los hace bajo supuestos de la efectividad o no de las vacunas anti Covid fabricadas por empresarios que, seguramente, todas las noches dan gracias a dios por la pandemia que les hace brotar las utilidades más altas de los últimos años, y rezan para que la competencia fracase en sus investigaciones. ¡Se imaginan lo que significa vacunar a toda la población mundial, siete mil ochocientos millones de personas! Claro que habrá sectores que queden excluidos, los más pobres, lo que no es extraño. Los gobiernos de los países capitalistas más desarrollados y organizaciones supranacionales han hecho millonarias inversiones en las investigaciones anti Covid 19, pero el negocio de las vacunas está en las empresas privadas. ¿Cuánto han subido las acciones de las farmacéuticas en estas semanas?

Nos hablan de los grandes esfuerzos para enfrentar la crisis económica, 12 mil millones de dólares –es decir, el 13% del PIB mundial- han invertido los gobiernos para evitar un  mayor desmoronamiento de la economía. ¿Quién paga esa factura? Quién más sino los trabajadores y los pueblos, pero la incógnita es durante cuánto tiempo más. No solo se lo hace a través de la disminución o congelamiento de los salarios, del despido en masa de empleados y trabajadores, de la implementación de la flexibilización de las relaciones laborales, sino también a través de los recortes de los presupuestos estatales y del despojo de las empresas públicas de los sectores estratégicos.

La situación de la economía mundial es tan compleja que organismos como el Fondo Monetario Internacional ha tenido que recomendar el incremento de los impuestos a las personas más ricas y a las empresas. No lo dice con ese tono enérgico con el que impone sus planes de austeridad a los países con economías débiles y dependientes, señala que «los gobiernos quizá deban plantearse la posibilidad de incrementar los impuestos progresivos aplicados a los particulares más acaudalados y a los que se ven relativamente menos afectados por la crisis (por ejemplo, subiendo las tasas impositivas vigentes para las categorías de ingreso más altas, las propiedades más costosas, las ganancias de capital y los patrimonios), así como la posibilidad de modificar la tributación de las empresas para asegurarse de que paguen impuestos acordes con sus ganancias». No son los únicos preocupados, hace un año en el Foro de Davos ya se plantearon aspectos similares, su fundador Klaus Schwab hablaba de que las multinacionales deberían pagar más impuestos y tener cadenas de producción que respeten los derechos humanos; ahora sostiene que es el momento de un gran reinicio del capitalismo –The Great Reset- para «construir un nuevo contrato social que honre la dignidad de cada ser humano».

¿Qué es lo que está ocurriendo? ¿Están dando la espalda a los poderosos grupos que controlan el capital? De ninguna manera. En las élites de la gran burguesía internacional hay preocupación por la magnitud de la crisis del capitalismo, por la respuesta social que sus efectos puede provocar (que está provocando ya) y por el peligro que eso entraña para la estabilidad y permanencia del sistema. Se trata de medidas que tienen más efecto político que económico y social, actúan con la pretensión de mostrar un capitalismo «humanizado», en el que las empresas «no solo deben cumplir con sus accionistas, sino también con sus empleados, clientes, proveedores… con la sociedad», un discurso que ya se lo ha escuchado en el pasado. Cobrar más impuestos a los monopolios internacionales y a las grandes empresas está muy bien, pero eso no cambia la naturaleza del sistema, por más reset que realice. Que el FMI y Foro Económico Mundial piensen de esa manera implica el reconocimiento de que la sobreexplotación capitalista tiene niveles extraordinarios. Unos dólares menos en sus chequeras no quita el sueño a la burguesía, como sí lo hace pensar que los trabajadores decidan tomar en sus propias manos su destino y el de toda la sociedad.

Culminamos el año con muchas incertidumbres respecto del futuro inmediato de la economía y de las condiciones de vida de los pueblos, pero también con certezas. La más importante, a pesar de que no todos han podido llegar aún a esta conclusión, es que una vez más el capitalismo ha demostrado su incapacidad para atender las necesidades  de una vida digna de toda la población y que para lograr esto hay que superarlo. No se trata de «resetearlo», hay que eliminarlo.

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