El tiempo transcurre mientras el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se aferra al poder como una garrapata a la piel de un vacuno. Gana tiempo, mientras insiste en que le robaron las elecciones. "Hubo fraude, yo gané", no se cansa de repetir y alarma a sus compatriotas pues nadie imagina qué cosas tremebundas pudiera hacer en las pocas semanas que le quedan en la Casa Blanca.
Después del día de las elecciones, entre el 4 de noviembre y el 14 de diciembre, los estados deben contar y certificar los resultados del voto popular según sus respectivos requisitos de procedimiento.
Los gobernadores deben preparar, tan pronto como sea posible, un certificado de comprobación del voto, el cual se le debe entregar a más tardar el 14 de diciembre.
El 8 de diciembre, es conocido como el Día del “Refugio Seguro” y los gobernadores de estados que hayan promulgado procedimientos para resolver controversias o disputas sobre los compromisarios y los votos electorales, deben informarlo ese día.
Hasta ahí pudiera llegar la historia de Trump. Sin embrago, insiste en sus teorías del fraude e incluso su equipo presiona en los estados para que le sean reconocido delegados al Colegio Electoral que no ganó.
Ciertamente esta elección, como se esperaba, fue muy peleada. Biden venció con cerca de 80 millones de votos contra 74 millones su rival. Perdió Trump pero alega el fraude y entorpece la transición del equipo de su contrario.
Entre sus acciones destaca sus solicitudes de recuentos y recontra recuentos de votos. Georgia, ya hizo uno y Trump perdió, pero se aferra a que puede ganar y pidió otro conteo el sábado 21 de noviembre.
“Debido a que el margen sigue siendo inferior al 0.5%, el presidente puede solicitar un recuento después de la certificación de los resultados. Ese recuento se llevará a cabo volviendo a escanear todas las boletas de papel”, dijo anteriormente el secretario de Estado de Georgia, Brad Raffensperger, en un comunicado emitido el viernes, después de que se había completado una auditoría estatal de los resultados presidenciales.
El segundo recuento de votos no será manual, sino mediante el escaneo de papeletas, luego que el primero dio 12 mil 284 votos de ventaja al presidente electo Biden, por lo que este viernes el gobernador y el secretario de Estado de Georgia, ambos del partido republicano, certificaron los resultados de la elección.
Trump insiste en que se cuentan boletas ilegales para perjudicarlo y evitar su segundo mandato pero, el equipo legal del todavía presidente, no mostró pruebas de fraude en ningún estado disputado en las elecciones y sus demandas son desestimadas en los juzgados estadounidenses por falta de evidencias.
El gobernante intenta complicar el escenario, es su característica de buscar confrontación y caos, lo cual mostró toda su vida. Es el hombre de las demandas, según sus críticos.
Al respecto, y muy aparejado a Trump, recientes análisis reflejan que en Estados Unidos las teorías conspirativas compiten con la información confiable.
Eso fue reflejado en un artículo del diario californiano La Opinión al valorar que en el país normalizar la mentira parece un objetivo de los altos cargos del gobierno.
Más preciso sobre Trump está el conteo del diario The Washington Post, según el cual, en los últimos cuatro años, el presidente derrotado compartió un promedio de más de 50 mentiras y afirmaciones engañosas por día. Sin hablar de las más de 30 mil registradas luego que el conteo se detuvo a mitad de su mandato.
El problema con esto es que sus acólitos le creyeron. El problema es que las teorías conspirativas hoy compiten con las noticias de fuentes confiables. El problema es que, en orden de ganar discusiones estamos normalizando la mentira, subrayó el comentario de La Opinión.
En las redes sociales, las mentiras viajan a la velocidad de la luz y alcanzan rincones impensados, puntualizó la publicación. Lamentablemente, el presidente no tiene la exclusividad, aunque eventualmente, acentuó el diario, Trump y sus mentiras no serán más que un recuerdo.
Hasta ahora, las acusaciones infundadas de fraude electoral del mandatario y numerosas demandas legales fracasaron a gran escala, y sus otras opciones para manipular el Colegio Electoral son extremadamente limitadas, estiman expertos y análisis de medios.
Sin embrago, hay alarma sobre la posibilidad de que los legisladores republicanos anulen el voto popular en sus estados y nombren electores favorables a Trump en caso de estancamiento en la certificación de los resultados electorales.
Pero, los sueños del mandamás de la Casa Blanca parecen desvanecerse. Cada vez más republicanos le dan la espalda y los demócratas alertan del efecto “corrosivo” de sus maniobras.
El objetivo del equipo de Trump es llegar “cuanto antes” al Tribunal Supremo federal, la corte a la que el mandatario se encomendó la misma noche electoral del 3 de noviembre, antes incluso de que se supieran los resultados y se confirmara que, según las proyecciones de los medios, había perdido frente al demócrata Joe Biden.
La misma Corte que preparó y llevó el balance 6-3 favorable a los conservadores.
El camino de Donald, nada que ver con el berrinchoso pato de los animados estadounidenses, no será fácil, e incluso, si el Supremo aceptara el caso y fallara a favor de él, algo muy improbable, necesitaría aún demostrar un fraude mayúsculo en varios estados más para revertir la ventaja de Biden en el Colegio Electoral, de 306 votos frente a 232.
Todo indica que el fraude es el propio Donald Trump.