"La esperanza sólo nos ha sido dada por los desesperanzados"
Walter Benjamin
De Walter Benjamin se desprende que lo hecho nunca está definitivamente hecho (Sobre el concepto de historia), que la historia no se ha cerrado, y no hay etapas superadas. Quiere decir que lo peor que nos ha pasado puede volver: los horrores de los campos de concentración, de las carnicerías humanas, y del fascismo son una amenaza actual.
Hace cien años, en la primera posguerra europea, de un paramilitarismo de Estado en Alemania, surgen los gérmenes del fascismo. Un camino semejante habría de recorrer en Italia, y en España. Y, desde finales del siglo XX, en Colombia.
La idea central es la defensa de la propiedad, concebida a la manera del régimen feudal, por lo cual es abiertamente anticomunista, ya que el comunismo propugna por modificar la propiedad y las clases sociales, lo cual hace imposible el fascismo de izquierda.
Por fuera de esta defensa no hay contenidos, sólo frases retóricas. Tal ideología es un vaciamiento de la política: desaparecen las ideas que impulsan a cambios sociales para erigir a la propiedad como principio sacrosanto, y los valores que propugnan como la tradición, la familia, la fe, son los necesarios para justificar la extensión del alambrado de púas, porque demás tradiciones, credos y familias son arrasados de la peor forma, ya que el método privilegiado del fascismo es el terror.
No solo hay vaciamiento de ideas en el fascismo, también hay abandono a cualquier moral, con lo cual fines y medios se dislocan, y la invocación de presuntos valores, la religiosidad, y el mismo despliegue belicoso, es la mampara para ocultar la inmoralidad de su política. Por eso validan como acto de guerra la masacre de campesinos amarrados; entregan las niñas indígenas para que las viole la soldadesca, o muchachitas colombianas a las tropas gringas. El fascismo colombiano superó en crueldad a los europeos cuando se atrevió a asesinar a sus conciudadanos para hacerlos pasar por enemigos abatidos en combate, aberración a la que ningún otro régimen ha llegado.
También han de tenerse en la cuenta otros métodos como la mentira y la calumnia en política, donde los fachos criollos tienen otro record mundial; la judicialización de opositores mediante expedientes construidos con pruebas y testimonios falsos; el recurso a la coerción desde bandas de paramilitares a los electores, o la intimidación de los militantes opositores por las mismas hordas; y ni qué decir del asesinato de líderes sociales. Hasta su único principio es trasgredido cuando necesitan. Es conocido como los fascistas colombianos han robado casi nueve millones de hectáreas de tierras a campesinos, y cómo defienden tal despojo en forma unánime.
Porque, a falta de un expediente racial, como lo hubo en Alemania, pretenden en Colombia crear una sociedad de castas, donde ellos puedan disponer de vida, cuerpo y bienes de las demás castas. Para ello reivindican, al igual que los nazis de hace un siglo, el llamado darwinismo social, esto es que por cierta "selección natural", la violencia, ellos han acumulado tierra y riqueza, y merecen eternamente conservarlas. Lo cual también se ha invocado por el colonialismo europeo en África, o el despojo sionista de Palestina, al autoproclamarse el más fuerte, o adaptado, y "naturalizar" su dominio sobre el otro
Porque lo que hay tras este pensamiento político es una instrumentalización del semejante. Donde se arguye la diferencia para imponer la desigualdad, entonces aparecen narrativas donde los pobres son culpables de su pobreza, a los desplazados por algo los desplazarían, las niñas violadas lo fueron por seductoras, a los líderes asesinados por algo los matarían, o las deficiencias en salud suceden por el desaseo de los pobres. Según ellos es ley natural: Unos nacieron para sufrir, ellos para enriquecerse allí donde otros sufren.
Esto no deja de ser un artificio para justificar el terrorismo del Estado, porque el fin clave del fascismo es la violencia como un instrumento para acceder al gobierno, y para conservar la propiedad, los privilegios, el poder.
De ahí que la guerra deja de ser un método y pasa a ser un fin para estos, en Colombia se han declarado enemigos de la paz. Procuran darle consistencia a un enemigo porque requieren de él para dar rienda suelta a su afán belicoso, pero es la guerra por la guerra. Y sin sentido heroico, porque se trata de hacer de las Fuerzas Armadas unas entidades al margen de la sociedad, de modo que las puedan volver contra la sociedad misma. Siempre está en la base de cualquier totalitarismo la policía como un insumo.
Porque la guerra que pregonan es una guerra sin Derecho Internacional Humanitario, sin normas, donde la distinción entre combatientes y civiles está borrada, que, además, tiene pretensiones de eterna. Y la razón de estas pretensiones es que con la guerra surge el estado de excepción, y con este podrán usufructuar el ejercicio abusivo del poder sin apegos a norma alguna, porque los códigos son para aplicarlos a los adversarios políticos, así sean necesarios montajes como los que hicieron contra Santrich, o los que han hecho contra el senador Iván Cepeda. Se trata del poder del Estado al servicio de una banda, y en contra del ciudadano.
Claro que invocan la defensa de las instituciones, pero instituciones sin ciudadanía porque en la política de los fascistas, aunque ellos se reclaman técnicos y no políticos, el ciudadano es un estorbo. Se requiere de seres obedientes, que no opinen, para eso está el caudillo que piensa y habla por todos. Nótese como en las organizaciones políticas del fascismo no quedan intelectuales, no quedan artistas, ni escritores, ni cineastas... a falta de estos han reclutado a un número significativo de reaggetoneros.
Insisten que la violencia es para alcanzar los fines del Estado, pero, como hemos visto en estos tiempos de estado de excepción por pandemia, los fines del Estado colombiano se van tornando pillaje y saqueo.
La composición y los mecanismos del fascismo criollo merecen un desarrollo más detenido que se hará en textos posteriores. Ahora se debe decir que mientras en Colombia un partido, que gobierna, pretende instaurar un régimen fascista, hay una ciudadanía activa, consciente que lucha contra este Frankeinstein que resucita en el siglo XXI, porque así como la historia no conjura los monstruos que ha engendrado, estos terrores tampoco han vencido a la humanidad, y la lucha por los grandes ideales siguen siendo actuales: aliviar los males que atormentaron a nuestros ancestros, buscar la libertad, la igualdad, la fraternidad. La Utopía no solo es deseable y posible, es necesaria en esta tierra.