
En los últimos meses, la campaña de boicot a Israel ha cobrado fuerza, especialmente en el ámbito cultural y musical. Numerosos festivales están siendo señalados por su complicidad directa o indirecta con entidades vinculadas al sionismo. La pregunta, sin embargo, es otra: ¿hasta qué punto estas acciones son realmente eficaces?
Si miramos al pasado, el boicot a Sudáfrica durante el apartheid fue útil, pero no por sí solo. Su eficacia residió en que se sumaba a un contexto político global de rechazo al régimen racista sudafricano. Es decir, no fue el boicot el que tumbó el apartheid, pero sí reforzó una lucha política ya existente.
Hoy, el Estado sionista de Israel atraviesa una crisis de imagen internacional sin precedentes. La denuncia del apartheid, de la limpieza étnica y del genocidio en Palestina está más extendida que nunca.
En este contexto, campañas de boicot -especialmente las que logran implicar a colectivos organizados, como artistas que se niegan a actuar en festivales cómplices- pueden ser útiles como herramienta política.
Sin embargo, hay que evitar caer en la ilusión de que cada acto individual de boicot es, por sí mismo, transformador. No siempre es posible que estas acciones se hagan de forma masiva. Y si no afectan directamente a las empresas o instituciones involucradas, no generan ningún tipo de consecuencia real. Se convierten, así, en meros gestos de coherencia individual. Sin consecuencias ni siquiera en el plano de lo simbólico a nivel social.
Además, el problema se agrava cuando la implicación de los grupos de presión sionistas es tan extensa que resulta difícil saber hasta qué punto estamos siendo coherentes en nuestro consumo o participación cotidiana. Por eso, el verdadero impacto está en las acciones colectivas, públicas, organizadas. Aquellas que no buscan solo la coherencia personal, sino la incidencia política.
En definitiva, no se trata de idealizar el boicot, ni de asumirlo como estrategia única. Pero en contextos de presión pública creciente como la actual contra el sionismo, puede ser una herramienta más. Siempre que esté al servicio de una lucha más amplia, más organizada, y profundamente política.
Al-Yudur Juventud Palestina