En un país altamente militarizado, una minoría intentó ejecutar un golpe de Estado sin contar con el apoyo del resto de las Fuerzas Armadas.
No se conoce a ciencia cierta cuántos militares participaron en la tentativa de golpe de Estado que inició en la noche del 15 de julio en Turquía. Lo que supuestamente se conoce es que los golpistas fueron dirigidos por varios militares de alto rango descontentos con el curso político
actual del país y que intentaron tomar el poder con el fin de restablecer el orden constitucional y el Estado de Derecho de la nación.
Los militares que participaron en el maremágnum de los acontecimientos indicaron que actuaban por su deseo de preservar la democracia y aseguraron que entre sus prioridades estaban: garantizar el Estado de Derecho y mantener el curso de las relaciones internacionales. Los consideran que con Erdogan en el poder, reina el autoritarismo, los derechos humanos son pisoteados con regularidad y el Estado se vuelve cada vez menos secular.
Desde principios del siglo XX, el Ejército turco, el segundo más importante de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), lleva décadas atribuyéndose la responsabilidad de ser el guardián del orden secular impuesto en el país euroasiático desde su fundación como República en 1923. Bajo esta premisa, Turquía ha sido testigo de cuatro golpes de Estado más la actual intentona que no prosperó.
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“El mandatario y su partido AK se han convertido en expertos en ganar elecciones, pero han cosechado dudas sobre su compromiso a largo plazo con la democracia”, sostiene Bowen.
Jeremy Bowen, editor de la BBC para el Medio Oriente, explicó al respecto que el golpe sucedió porque Turquía está “profundamente dividido en torno al proyecto del presidente Erdogan de 'transformar al país y por la contagiosa violencia de la guerra que sufre la vecina Siria”.
Según lo detallado por Bowen, el presidente Recep Tayyip Erdogan es un político islamista que ha rechazado la herencia secular de la República de Turquía, se ha vuelto autoritario y está intentando convertirse en un presidente ejecutivo fuerte al tratar de impulsar que el país migre de un Estado parlamentario a un Estado más presidencialista.
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Para Bowen toda esta situación ha causado mucha intranquilidad y Turquía se enfrenta a una creciente agitación que no culminará con este fallido intento de derrocar a Erdogan, lo que se traduce a una “demostración de esa convulsión” que vive la nación.
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¿Por qué falló el golpe?
Durante las primeras horas del levantamiento, los sublevados lograron con éxito el control de los edificios estatales, cortaron la señal de televisión y de radio, bloquearon parcialmente Internet y cerraron el aeropuerto principal. Pero lo cierto es que las acciones tan decisivas y resolutivas tomadas por los golpistas no aseguraron su triunfo.
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"Los rebeldes, sencillamente, no eran suficientes", explicó Evgueni Krútikov, un periodista de medio ruso 'Vzgliad'. Por Estambul, la ciudad más grande de Turquía, se movían de forma errática unos tanques y algunos fueron capturados por civiles. Los grupos que lograron controlar las instalaciones oficiales importantes solo contaban con un máximo de 10 militares, en su mayoría bajo el mando de coroneles.
Los golpistas "hicieron lo que pudieron, intentaron tomar el poder en un país altamente militarizado con un solo batallón de tanques y un par de unidades de helicópteros", explicó el periodista ruso.
Según varias fuentes, entre los líderes golpistas no había nadie de rango mayor al de coronel. Esto podría explicar el fracaso de la intentona, puesto que si eso es cierto, entonces se entiende que ninguno de ellos fuera capaz de dar ninguna orden a los militares que estaban por encima de ellos.
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Sin embargo, otras fuentes de información señalan el exjefe de las Fuerzas Armadas del país, Akin Ozturk, como líder de este operativo. El presidente Erdogan, incluso, declaró que la “minoría” de militares opuestos a la unidad nacional seguían órdenes del clérigo Fetulá Gulen, exiliado en EE.UU. Sin embargo, desde Pensilvania, Gulen ha negado su participación en los hechos.
Entre tanto, el primer ministro turco, Binali Yildirim, afirmó que todos los sublevados, incluidos los miembros de las Fuerzas Armadas de Turquía, se encuentran en manos de la Fiscalía y que serán castigados por sus acciones. El ministro de Justicia de Turquía, Bekir Bozdag, ya informó en la mañana de este domingo que llevan detenido a más de 6 mil personas y “las operaciones de limpieza continúan”.
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Lo cierto es que durante el desarrollo del golpe de Estado, había pocas señales del presidente Recep Tayyip Erdogan, quien se encontraba de vacaciones en el balneario Marmaris, cerca de la ciudad turca de Bodrum, mientras los insurgentes tomaban edificios y medios de comunicación.
Y aunque Yildirim, apareció como el líder que se resistía al golpe desde el primer momento, lo cierto es que el presidente Erdogan es quien ejerce el poder y quien tiene deseos de extenderlo. Si el golpe tenía como objetivo el éxito, lo primero que debían hacer los conspiradores era apartar a Erdogan y no pudieron.
A esto se le agrega la necesidad de que el grupo minoritario de militares que participó en esta cruzada debía asegurar el apoyo de la ciudadanía y en especial de la mayoría de los militares, algo que por lo visto tampoco pudieron hacer.