Yacouba Sawadogo, el hombre volvió fértil el desierto 

Detener la desertificación es, sin duda alguna, una labor titánica, pero a Yacouba Sawadogo, agricultor burkinés conocido como el hombre que paró el desierto, no le importó que lo tildaran de loco porque tenía un objetivo: curar la enfermedad de su tierra para hacerla fértil y combatir el hambre.

La larga sequía aceleraba el avance del desierto, la desaparición de los pozos, la flora y la fauna, aumentaba el éxodo de Gourga, su pueblo, y otros poblados cercanos hacia Costa de Marfil y Europa.

A finales de la década del 70 e iniciando la del 80, Yacouba se percató de que el clima estaba cambiando y buscó en sus raíces una técnica ancestral para regenerar el duro suelo, desbastado y estéril para sembrar. La práctica se le conoce en la lengua local con el nombre de Zaï.

“Me di cuenta de que las lluvias no eran ni frecuentes ni suficientes para nuestros cultivos”, cuenta Yacouba Sawadogo.

Hoy, 40 años después, un gran bosque con más de 60 especies continúa creciendo en Gourga, un poblado de la región de Yatenga, al norte de Burkina Faso, un pequeño país africano sin salida al mar y pocos recursos naturales, enclavado en Sahel, la zona de transición entre el desierto del Sahara y la sabana sudanesa en el sur.

Los árboles son fuente de vida

 

“Estoy convencido de que, si todos se movilizan para trabajar, podemos luchar contra el desierto. Controlar el desierto también es luchar contra el hambre al mismo tiempo. La desertificación debería ser una preocupación para cualquier persona, porque si no hay más árboles, el suelo se seca y se empobrece y, a la larga, no queda vida”, afirma Sawadogo a sus 78 años de edad.

Para Sawadogo, el Zaï, más que una técnica para producir alimentos, es una filosofía de relación con la tierra que él lo explica de forma sencilla: producir lo que la tierra puede dar, nunca sobreexplotarla ni conseguir más de lo que es razonable y sostenible.

Por esta razón el vergel de Burkina Faso no solo contiene cultivos de guisantes, alubias y cereales milenarios como el sorgo, nuevas especies de árboles y de plantas medicinales, sino también áreas boscosas que atrajeron distintas especies de animales.

Yacouba Sawadogo, el hombre volvió fértil el desierto 

En el documental El hombre que paró el desierto de Marc Dodd, estrenado en 2010, al mostrar el primer árbol que sembró y hablar del bosque que quiere dejar como legado a las próximas generaciones, Yacouba Sawadogo, afirma:

“Los árboles y los bosques tienen funciones diferentes, hidratan el ambiente y traen más lluvia a la región; son leña y madera para construcciones, sobre todo frenan el viento. Si el viento se ralentiza, todo crece mejor. Además, el nivel del agua subterránea es elevado por los bosques, de modo que los pozos de la región se han llenado de nuevo”.  

Su nivel de conciencia sobre la importancia de la naturaleza para la conservación de la vida en el planeta queda manifiesta cuando afirma: “Si cortamos 10 árboles diariamente y ni siquiera plantamos uno en un año, vamos directo a la destrucción”.

Las termitas y el compost

Además de rescatar el Zaï, Yacouba Sawadogo introdujo una innovación: incorporar compost y estiércol a los hoyos donde se siembran las semillas para proporcionar los nutrientes a las plantas.

El método empleado, sencillo y a bajo costo, consiste en cavar con un palo huecos en la tierra durante la pre-temporada de siembra para recoger el agua durante la temporada de lluvia y almacenarla durante los meses de sequía.

Luego de cavar los hoyos se llenan de compost y estiércol, al término de la primera lluvia, se cubre cada hueco con una capa delgada de tierra, y se incorporan las semillas.

Yacouba Sawadogo, el hombre que volvió fértil el desierto 

La red de túneles que hacen las termitas aumentando 4 veces la capacidad de absorción del suelo.

Atraídas por los hongos que producen estiércol y el compost en los hoyos, las termitas hacen una red de túneles que ayudan a romper el suelo, el agua y el abono orgánico circula aumentando 4 veces la capacidad de absorción de la tierra.

Para retener y embalsar el agua de lluvia, se colocan hileras de rocas a lo largo de los campos.

Estiman que esta técnica mejora hasta en un 500%, el rendimiento de los árboles, el sorgo y el mijo.

El conocimiento para la humanidad

Yacouba Sawadogo, el hombre que volvió fértil el desierto

Vista satelital del avance del bosque entre 1975 y 2005.

“Me gustaría que la gente tuviera el valor de crecer a partir de sus raíces”, dice el agricultor burkinés cuando se refiere a la técnica ancestral, enriquecida con las innovaciones que introdujo y por las que los ancianos del pueblo, otrora líderes, lo llamaron loco.

Cuenta Yacouba que estaban en contra de la variación que había incorporado al Zaï, defendían la tradición señalando que era imposible cavar huecos antes de la temporada de lluvias.

Incluso llegaron a destruir más de 10 acres de cultivos y bosques recién plantados, mediante un incendio provocado.

Pero esta acción no quebrantó la voluntad de Yacouba Sawadogo y respondió ampliando sus áreas de cultivo y enseñando su técnica Zai a las poblaciones de los pueblos vecinos.

Comparte sus conocimientos a través de talleres, orientando a los campesinos de otras zonas que lo visitan y ofreciendo semillas de excelente calidad.

“Quiero que este programa de entrenamiento sea el punto de partida para fructíferos intercambios en la región. “Si te quedas en tu pequeña esquina del mundo, tus conocimientos no servirán a la humanidad”, afirma.

Popularizar el método Yacouba Sawadogo

Yacouba Sawadogo, el hombre que volvió fértil el desierto

El 24 de septiembre de 2018 recibió, en Estocolmo, el Premio Right Livelihood, conocido como el Nobel Alternativo, por su labor de 40 años transformando miles de hectáreas desbastadas en un gran bosque que paró la desertificación y logró el regreso de la flora, la fauna, los pozos de agua y los refugiados.

 

Con información de Todo Noticias, Noticias Alternativas de África y Los Observadores de Francia 24

Fotos: Mark Dodd/EFE