La jornada a veces comienza a las seis de la mañana y concluye cuando las sombras de la noche cubren a Cali. Más de doce horas. “Con todo y eso, a veces no alcanzo a completar el monto de la entrega. Son $70 mil diarios. Pero recuerde, en semana, obligatoriamente descansamos obligatoriamente un día—por el asunto del pico y placa—, y cada quince días, descansamos dos.” Miguel Arbeláez continúa avanzando por la calle quinta. En algunos tramos, se forman embotellamientos de vehiculares. Él se compadece de mi angustia por llegar a tiempo a la oficina. Es taxista y conoce los gestos de sus pasajeros.
Antes de entregar el carro, deben dejarlo con el tanque lleno de combustible y lavado. En algunas ocasiones, cundo el propietario está de malas pulgas, se rancha y toca asumir los costos de algunos repuestos.
“Si se detiene el taxi, perdemos él y yo. Por eso prefiero pagar lo que sea. Ese día, por supuesto, mi presupuesto disminuye.” Esa ha sido su rutina por más de veinte años. Todavía no tiene casa, vive de alquiler. Sus dos hijos salieron de la secundaria y entraron a estudiar en el Sena. “Con este sueldo, no alcanzo a pagar la universidad.”, se queja, aprovechando la eternidad que parece durar el cambio de rojo a verde en el semáforo que tenemos enfrente.
“No cotizo para jubilación, porque no me alcanza, y para cubrir la salud, dependo del Sisben. El servicio no es bueno, dilatan mucho las citas médicas, no dan los medicamentos, pero igual, es un servicio imprescindible.” Miguel es pulcro para vestir, aunque admite, una muda de ropa debe durarle un buen tiempo. Hay otros gastos prioritarios.
Estamos llegando al edificio de la Gobernación del Valle del Cauca, subiendo por la calle novena. El tiempo se agota. “Cuando el dueño se aburre con uno, adiós. Toca irse con una mano atrás y otra adelante. Algunos le entregan, diariamente, un ahorro de $10 mil al dueño del taxi, que al final del año hace las veces de la cesantía. Sangre de tu misma sangre.”, concluye.
Ochocientos mil taxistas en Colombia
El Ministerio del Transporte no tiene un estimativo exacto de cuántos empresas de taxis hay en Colombia. No obstante, podría haber 500 que se concentran principalmente en Bogotá, Medellín, Barranquilla y Cali.
Esos empresarios integrados en cooperativas, poseen alrededor de 480.000 vehículos que, a su vez, emplean—si se le puede llamar así al tipo de vinculación que tienen—a 800 mil motoristas. Todo un ejército en Colombia, que igual, tienen sobre su cabeza una espada de Damocles: como no hay contrato laboral, en cualquier momento los botan a la calle sin un peso.
De hecho, todo lo que rodea este negocio, es subterráneo. De acuerdo con un análisis que se hizo, tan solo en Bogotá, en el 2017, se generaban $2.9 billones anuales, de los cuales solo el 1.2% se registraba oficialmente. Este porcentaje corresponde a los $36.000 millones que se recaudaban para esa época por concepto de afiliaciones. El 98% del mercado es informal y no declara impuestos y, por supuesto, no se puede controlar el movimiento de recursos.
Las plataformas digitales, una competencia despiadada
Desde el norte de Cali hasta Nuevo Latir, en el Distrito de Aguablanca, adonde viajo con frecuencia, el costo de un servicio de taxi es de $17.000; si utilizo una de las plataformas digitales como Uber, me ahorro $4.000, pero, si ese mismo trayecto lo cubro utilizando un transporte pirata, con las incomodidades que conlleva, desplazarme por esos casi 7 kilómetros, tiene un costo de $2.500. Eche lápiz. Comprobará que la competencia es despiadada.
Israel Ávalos, con quien dialogué para escribir la nota, se defiende por igual con plataformas digitales, especialmente los fines de semana y en quincena, y cuando el trabajo está flojo, como pirata.
“La entrega es mucho menor que en un taxi. Son $50.000 por día, ya que el carro no paga impuestos distintos a los de un particular. Me quedan entre $40.000 y $50.000 mil. Cuando pagan quincena y todo mundo se siente millonario, el margen aumenta.” Por ese motivo está pendiente del calendario.
En todo el país se han promovido protestas contra las plataformas digitales porque, en criterio de los promotores—que son taxistas—, su funcionamiento es ilegal. Adicionalmente, está copando todo el mercado.
El gerente de Uber en Colombia, Humberto Pacheco, dijo que actualmente la plataforma tiene 83.000 inscritos, a quienes considera socios-conductores. Desde su perspectiva, el servicio es eficiente y lo utilizan, mensualmente, alrededor de 2.1 millones de usuarios.
“El servicio como tal es eficiente, pero nosotros no somos socios de nada. Pagamos por el derecho a usar una plataforma, que es diferente a ser socios. Somos, entonces, usuarios sin ningún tipo de vinculación laboral”, asegura Israel, quien ha contemplado la posibilidad de utilizar otras plataformas. Tampoco se considera un emprendedor porque, en todos los casos, no hay ninguna garantía.
Un futuro cada vez más incierto
Aun cuando abordar un taxi o un vehículo que esté ligado a una plataforma es difícil en horas pico, sea en Cali o en cualquier otra ciudad, durante el resto del día usted ve a los conductores dando vueltas por toda la ciudad.
Un carrusel que puede ser cuestión de suerte. Unas veces se consigue carrera, otras no. Pero el tiempo pasa inexorable y, al término de la jornada, se debe entregar al dueño su parte.
Cuando el día está malo, se van blanqueados para su casa. Blanqueados es el rótulo que le ponen a los bolsillos vacíos y, si llevan algo, es muy poco. Toca compensarlo otro día, porque el alquiler, el pago de servicios básicos, los gastos imprevistos y la colegiatura de los hijos, no dan espera.
No en vano la canciller alemana, Ángela Merkel, cuestionó en su intervención ante la Organización Internacional del Trabajo—OIT—, en junio pasado, la robotización del empleo, que incluye a los motoristas que hacen uso de las plataformas digitales.
«La relación clásica entre el empleado y empleador también se va a transformar, ¿cómo podrán protegerse, por ejemplo, los derechos de trabajadores de plataformas digitales?, ¿cómo podrán complementarse la inteligencia humana y la artificial?‘, advirtió.
Ser taxista o transportador informal, no es buen negocio. Pero igual, se sigue ejerciendo esta labor porque el desempleo alcanza cada día cifras más preocupantes en Latinoamérica y, como dicen por ahí, la calle está dura…
Por Fernando Alexis Jiménez | @misnotasdeldia