Tras más de dos meses de paro y movilizaciones, los representantes estudiantiles llegaron a unos primeros acuerdos preliminares con el gobierno nacional para recuperar el presupuesto y fortalecer las universidades públicas en cuanto a su capacidad investigativa, mejoramiento de infraestructura, entre otros.
Por H2O* En los meses de movilización estudiantil del año 2018 la educación superior estuvo en boga de todas las personas en Colombia, debido a la presión que se efectuó en las universidades y ciudades por conseguir el presupuesto que la nación ha estado negando para la normal continuidad de las actividades universitarias y parece que al final, como una buena reforma liberal, todo se podrá solucionar cuando el dinero sea destinado de nuevo a las instituciones de educación superior.
Ahora bien, es bien sabido que si los gobernantes de Colombia se ufanan diciendo que este es un país con oportunidades, el cual cuida de sus ciudadanos y es altamente democrático, pues entonces sería lógico pensar que las manifestaciones estudiantiles en realidad no deberían haberse realizado al punto tal en que llegaron a incomodar las agendas políticas del gobierno nacional quien debería haber cumplido siempre con mantener e incrementar el presupuesto para la educación en vez de disminuirlo gradualmente, e invertir en la guerra.
Sabemos que vivimos en un sistema defectuoso que le hace creer a la clase media que ellos pueden ser como los grandes acumuladores de capital, que pueden gozar tranquilamente de todos los placeres que Huxley auguró en su obra “Un Mundo Feliz” para que las personas se mantengan controladas por medio del placer.
Pero a todas estas, los estudiantes debemos aprender a mirar más allá del liberalismo y del placer concedido por este “Mundo Feliz”, debemos dejar de ser reformistas pues de eso hemos tenido suficiente, al punto en que el país se ha convertido en una colcha de retazos reformistas y las contradicciones y necesidades más agudas no logran resolverse, ya que las reformas liberales mantienen los privilegios de una élite que se ha enquistado en el poder y que aparte habla de forma idealista de democracia.
Bajo las lógicas impuestas que seguimos, cientos de profesionales se graduarán de las instituciones de educación superior y gozarán de sus cargos, es decir, de su “Soma”, mientras muchas otras personas en Colombia no tendrán ni siquiera garantizada la educación primaria o secundaria y anhelarán cada día, por el contrario, que estos cientos de profesionales que se gradúan cada año lleguen a sus comunidades para aportar lo que han aprendido a costa del sacrificio de aquellas otras que no pueden ingresar a una universidad pública. Es por esto que no basta solo con pedir un presupuesto para la educación superior, sino exigir y luchar por una transformación de toda la base sobre la cual se cimenta la educación en Colombia.
En regiones como las del Bajo y Medio San Juan en el Chocó, por ejemplo, algunas comunidades tienen educación hasta el grado quinto de primaria y eso que no es de la mejor calidad, aun cuando existan profesora/es que quieran hacer todo el esfuerzo porque así sea ¿Pero quién marcha y pelea por ella/os? Nadie.
Estas comunidades están tan apartadas de las cabeceras urbanas y centros de poder del país, que ni siquiera los niños y niñas que viven cerca de la escuela, en comunidades vecinas tienen asegurada su asistencia a clases y, uno de esos factores viene siendo que no tienen un transporte asegurado pues se debe navegar por el río San Juan y la gasolina es demasiado costosa, como suele ocurrir en los lugares que son más apartados de las cabeceras urbanas y donde por lo general abunda la riqueza, la misma que termina concentrándose en pocas manos y carteles que alimentan las economías subterráneas.
Así que no basta con pedir presupuestos para la educación; no basta con que reembolsen el dinero perdido; ya no nos basta con tan poco, pues hace falta un gran despliegue de profesionales bien formados científicamente y no como los representantes que tenemos ejerciendo el poder. Como es el caso del que dice ser el presidente de Colombia que ni la historia conoce, sino que debemos arriesgar en ello todos nuestros esfuerzos para que quienes no pueden gozar de una vida digna en toda su plenitud lo puedan hacer.
Es realmente triste acercarse a estas comunidades e identificar todas las necesidades que tienen: alto costo de vida, conflicto armado, fenómenos que afectan la salud de las comunidades por la contaminación, así como la deficiente educación. Asimismo, es decepcionante saber que se están formando cientos de profesionales que nunca irán a los lugares más apartados del país, donde realmente pueden generar procesos de transformación.
Por ahora, se confía en que las apuestas políticas no queden limitadas a pedir derechos liberales que tendrían que estar resueltos tras la gran revolución burguesa liberal, sino también a encaminarnos como profesionales hacía los lugares en donde podemos aportar mucho más conocimiento del que a veces realizamos desde las grandes cabeceras urbanas.
Retornemos al corazón y pensemos en quienes no pueden marchar; en quienes viven tan lejos de nuestros lugares de confort, pues este país es tan extenso que se hace necesario coparlo de norte a sur, de oriente a occidente para que no nos quede grande, para que nuestros sueños de construir un mundo radicalmente diferente puedan llegar a todos los corazones que así lo piensan, desean y merecen.
*H20 es corresponsal y colaborador de Colombia Informa