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El nuevo orden multipolar post Biden 

Los indicios de senilidad del presidente estadounidense Joe Biden, el fiasco de ese país en Afganistán y la falta de acuerdos parlamentarios para aprobar su programa de New Deal con inversiones valoradas en billones de dólares, aunado con una inflación desbocada y la posible entrada en recesión de la economía el año venidero, podría desembocar en el triunfo republicano en las elecciones intermedias del 2022, que anticiparían un retorno triunfal de Donald Trump en las presidenciales del 2024.

¿Firma de un nuevo Tratado de Coexistencia Pacífica entre Rusia y EE.UU.?

 

La crisis de Crimea habría significado el retorno de la Doctrina Brézhnev (también llamada doctrina de la soberanía limitada), que instauró que “Rusia tiene derecho a intervenir incluso militarmente en asuntos internos de los países de su área de influencia”, instaurando una red de anillos orbitales que gravitarán sobre la égida rusa. El llamado patio trasero de Rusia estaría vertebrado en lo económico por la Unión Económica Euroasiática (UEE) integrada por Rusia, Belarús, Armenia, Kirguistán y Kazajistán, y en lo militar por la Organización del Tratado de la Seguridad Colectiva (OTSC), alianza de países desgajados de la extinta

Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) integrada por Armenia, Belarús, Kazajistán, Kirguistán y Tajikistán y liderada por Rusia con el objetivo de “contrarrestar las amenazas externas”, y que se habría plasmado en la llegada de tropas rusas y bielorrusas a Kazajistán para asegurar la permanencia en el poder del líder kazajo, Kassym-Jomart Tokayev, y asegurarse el control del cosmódromo de Baikonur, la mayor base espacial del mundo.

Respecto a Ucrania, el presidente ruso, Vladimir Putin, intenta conseguir que Ucrania no entre en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y que el contencioso ucraniano quede perfilado con la división de Ucrania en dos mitades, quedando el sur y este del país (incluida Crimea y el Mar de Azov) bajo la órbita rusa mientras el centro y oeste de la actual Ucrania navegarán tras la estela de la Unión Europea (UE). Así, tras la firma de un próximo acuerdo de paz entre Putin y el mandatario ucraniano, Volodimir Zelenski, la línea imaginaria que uniría Járkov, Dnipro, Zaporiyia y Jersón pasará a ser el nuevo Muro de Berlín de la Guerra Fría 2.0, con lo que Putin logrará el control total del Mar de Azov y la salida al Mar Negro a través de Jerson, quedando Odessa como única salida al mar de Ucrania. Sin embargo, Putin es consciente de la nueva dinámica acción-reacción en la que verán envueltas las relaciones ruso-estadounidenses a partir de este momento (Guerra Fría 2.0), que se traducirá en el recrudecimiento de la estrategia kentiana de EE.UU. para asfixiar la economía rusa. Dicha doctrina se plasmaría en la reciente implementación de sanciones contra Rusia que persiguen lograr su inanición financiera y una asfixia económica que desemboque en un default o suspensión de pagos, aunado con una inflación estratosférica que provoque una carestía de la vida inasumible por la sociedad rusa y que desemboque posteriormente en una revolución de colores contra Putin.

Las durísimas declaraciones de Biden sobre Rusia (“Putin es un criminal de guerra”) y la implementación de sanciones para lograr la asfixia económica y la inanición financiera de Rusia a raíz de la crisis ucraniana, han escenificado la llegada de la Guerra Fría 2.0 y el retorno de las tesis geopolítica de George Kennan, quien afirmó que “decir que el derrocamiento de los regímenes hostiles a EE.UU. es el objetivo principal de los servicios de inteligencia de EE.UU., es un secreto a voces”, que vendría simbolizado en el gazapo de Biden al afirmar que “Putin no merece estar en el poder”, de lo que se deduce que la obsesión de Biden de lograr el sometimiento de Rusia a los dictados de EE.UU. sería un obstáculo para lograr un nuevo Orden Multipolar basado en el G3 (EE.UU., Rusia y China).

Sin embargo, los indicios de senilidad de Biden, el fiasco de Afganistán, la falta de acuerdos parlamentarios para aprobar su programa de New Deal con inversiones en servicios sociales, lucha contra el cambio climático y construcción de infraestructuras valorados en billones de dólares, habría provocado una caída en su índice de popularidad hasta el 39 por ciento. Ello, aunado con una inflación desbocada y la posible entrada en recesión de la economía, podría desembocar en el triunfo republicano en las elecciones intermedias del 2022, que anticiparían el triunfo de Trump en las presidenciales del 2024 y que conllevaría la firma con Rusia de un nuevo Tratado de Coexistencia Pacífica y la entronización del G3 con primus inter pares en la gobernanza mundial de la próxima década.