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El fenómeno de la globalización económica ha conseguido que todos los elementos racionales de la economía estén interrelacionados entre sí debido a la consolidación de los oligopolios, la convergencia tecnológica y los acuerdos tácitos corporativos por lo que la tercera ola de la recesión económica que se avecina será global y vinculante y tendrá como efecto colateral el irreversible ocaso de la economía global. Para llegar a dicho ocaso. cuyos primeros bocetos ya están perfilados y que terminará de dibujarse en el próximo quinquenio, han contribuido los siguientes elementos:

El bombardeo incesante de la publicidad, el uso irracional de las tarjetas de plástico, la concesión de créditos instantáneos con sangrantes intereses y la invasión de una marea de productos manufacturados de calidad dudosa y precios sin competencia provenientes de los países emergentes habría favorecido la instauración del consumismo compulsivo en los países desarrollados. Para saciar dicha bulimia consumista, las multinacionales apátridas o corporaciones transnacionales intensificaron la política de deslocalización de empresas a países emergentes en aras de reducir los costes de producción, lo que se habría traducido en la desertización de incontables sectores productivos de los países del Primer Mundo y que habría quedado en evidencia tras la irrupción de la pandemia sanitaria.

Por otra parte, el brutal incremento del consumo de materias primas y productos elaborados por parte de China y resto de países emergentes debido a sus espectaculares crecimientos de los PIB unido a la intervención de los brokers especulativos ha conllevado una espiral de aumentos de precios de las materia primas que se ha traducido en una inflación desbocada que forzará a la subida de tipos de interés por parte de los Bancos Centrales y que significará la ruina para los países con una Deuda externa desbocada.

Dicha Deuda sería fruto de la sustitución de la doctrina económica de Equilibrio presupuestario de los Estados por la del Déficit endémico, (práctica que por mimetismo adoptaron las economías domésticas y las empresas y organismos públicos y privados), y que han contribuido a la desaparición de la cultura del ahorro, al endeudamiento crónico y a la excesiva dependencia de la Financiación Exterior.

Ello aunado con el crecimiento estratosférico de los precios del crudo y energéticos, forzará a dichos países a adoptar políticas de decrecimiento con la subsiguiente contracción del comercio mundial y que provocarán el finiquito de la globalización económica, teniendo como efectos colaterales el fin del turismo de masas, el retorno de las empresas deslocalizadas y la entronización de la economía circular y de los productos de etiqueta ECO que terminarán por perfilar el retorno a los compartimentos económicos estancos en el horizonte del próximo quinquenio.