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España: más de lo mismo

De acuerdo con los resultados de las elecciones españolas se obtienen una primera conclusión y, en consecuencia, se sostiene un supuesto inicial: las encuestas -una vez más- fallaron y, con ellas, nuestras predicciones, por lo que lo más seguro es que se integre un gobierno del Partido Popular (PP) -es decir, conducido por la derecha- con Mariano Rajoy como jefe.

 

España: más de lo mismo

El cuadro comicial lo completan el otro agrupamiento tradicional, el PSOE, con 85 diputados; la coalición Unidos-Podemos –de posturas que representan a parte de la izquierda-, con 71; la nueva derecha de Ciudadanos, con 32, y les siguen, entre otros, partidos representativos de corrientes regionales.

 

Hay explicaciones que ayudan a aclarar errores –incluidas los propios- inducidos por proyecciones que, al serlo, no pueden considerar todas las variables. Una de esas justificaciones viene de la mano de Herbert Marcuse cuando sostiene que el ser unidimensional adopta para sí el método dominante, algo que ya habían vislumbrado Max Horkheimer y Theodor Adorno. Compartimos la cita de este hombre formado en la Escuela de Frankfurt que nos dice: ”La función básica de los medios es desarrollar seudo necesidades de bienes y servicios fabricados por las corporaciones gigantes, atando a los individuos al carro del consumo y la pasividad política”. Si lo trasladamos al momento español, diremos que ganó el favor mayoritario de la ciudadanía la propuesta conservadora de recuperación económica y fracasó Podemos que intentaba hacerse de “El cielo (que) no se toma por consenso sino por asalto”.

 

Y aún hay otros elementos más que explican los éxitos de los partidos gobernantes del postfranquismo y en particular el triunfo de los liderados por Rajoy, que hizo centro en la inestabilidad: la consecuencia del referendo del Reino Unido, inclinados por el Brexit; el discurso del miedo, derivado de lo anterior, que se juntó con el temor a una propuesta de cambio; la campaña contra Podemos desplegada por el empresariado mediático que intentó instalar en la ciudadanía que esta corriente era una especie de ramificación-sucursal chavista –del que dependían parte de sus ingresos- contando para ello con la complicidad de la derecha venezolana.

 

Con los conclusión de los comicios por áreas, el PSOE obtuvo triunfos en la andaluzas tierras de Felipe González, en su natal Sevilla y en Jaén y Huelva, mientras Podemos lo hizo en las vascas Vizcaya, Guipúzcoa y Álava, además de las de Barcelona y Tarragona, dejando Gerona y Lleida para Esquerra Republicana; el resto quedó en el azul del PP.

 

Aunque hasta el momento los partidos no dan señales claras que indiquen deseos de integrar una alianza gubernamental, que se abstendrán o no votarán en contra de un gobierno conservador, Rajoy anunció desde Bruselas encuentros que le posibiliten presentar un cuadro que sustente en diputados –a partir del 19 de julio que se instala el Congreso electo- sus aspiraciones, basado en que el PP obtuvo 137 escaños, que lo convierte en primer aspirante con minoría mayor capaz de tejer acuerdos que le permitan alcanzar los 176 votos, o más, para conseguir el mandato. De inmediato dio inicio a las conversaciones con el único diputado de Coalición Canaria, Fernando Clavijo, aunque su ambición –declarada incluso durante la campaña- es conquistar diputados del PSOE.

 

El plan B de los populares es llegar a un acuerdo con la otra derecha, la de Ciudadanos, y sumar a algunos representantes vascos, gallegos y al canario, en una opción numéricamente incierta que, de concretarse, resultaría en un panorama político inestable. Por otra parte, la posición del directorio de Ciudadanos es la misma de las elecciones de diciembre pasado: negociar con el PP pero sin que Rajoy encabece el gobierno. Los legisladores vascos evocan, de su lado, las relaciones “tormentosas” con el PP, aunque éste no sea un signo inequívoco de negarse a negociar.

 

La clave para la elección del Congreso radica en que algún grupo se abstenga y deje formar gobierno al candidato con más respaldo parlamentario. En este caso las miradas se dirigen al PSOE que podría tener la llave de un gobierno en minoría de Mariano Rajoy. A ciertos sectores del PSOE, asimismo, no parece preocuparles el mal olor que despide la corrupción que rodea a Rajoy, que arrastra desde hace años; hay entre sus “barones” algunos que aconsejan la abstención en el voto de esa eventual investidura, con tal -dicen- de no someter a la ciudadanía y al país a unas nuevas elecciones. Un “sacrificio” que sirve de pretexto a ese laissez passer. Este parapeto de un disimulo con aspecto de lavamanos no alcanza a tapar que en el fondo se trata de un acuerdo con el PSOE que implica cierto grado de compromiso por parte de quien supuestamente sería electo, lo que “permitiría acercar posiciones”. Eso incluye “avisos por enfermedad” de algunos legisladores del PSOE o salidas del recinto parlamentario, “votando con los pies”, posibilitando el sufragio de los del interior contra el propuesto, que no superaría a un nuevo gobierno encabezado por el PP, con o sin Rajoy.

 

En fin, coincidimos con Vicenç Navarro cuando pinta al tipo de ciudadano en cuya cultura todavía está presente que “cuarenta años de dictadura hicieron mucho daño a España y continúan haciéndolo (…) habiendo hoy en este país una visión de la historia de España y de Europa muy conservadora”.

 

Las barbas en remojo

 

Y mientras se forma el nuevo gobierno, en Cataluña diversas corrientes no se apean de la posibilidad de independizarse de España, en tanto las elecciones de noviembre en el País Vasco también contienen en ciernes ese aire.

 

Ante ello, el jefe de gobierno español en funciones, Mariano Rajoy, se interpuso en Bruselas a las aspiraciones de la ministra principal de Escocia, Nicola Sturgeon, de quedarse en la Unión Europea pese al Brexit. Como un mensaje anticipado de la forma en que como presidente del gobierno se comportaría de intentarse por independentistas algo parecido en España, Rajoy declaró: "Si el Reino Unido se va en la negociación, Escocia también se va de las instituciones de la UE". François Hollande matizó: "En función de cómo sea esa negociación, podrá quizá considerarse una solución o situación que podría concernir a Escocia".

 

Lo que vendrá sí puede predecirse con certidumbre: habrán mayores índices de pobreza; no se reconstruirá el tejido social a partir de más y mejores puestos de trabajo; el salario seguirá perdiendo poder adquisitivo y bajará el consumo de las clases media y baja. Se seguirán los caminos del recetario de la Troika para países de la Unión y la Eurozona que se ubican en su periferia (a los que por lo alto o lo bajo seguirán llamando piigs), mientras seguirán las privatizaciones, crecerá la deuda general del país -tanto interna como externa-, y se “salvarán” las empresas de los amigos. Si el PP es elegido, no se podrá recurrir a explicar la situación general por la “inercia heredada”: algún pretexto sustituto se les ocurrirá.

 

Otra España –entretanto- se autocritica y busca qué de su propuesta progresista falló: ¿la pluralidad, la cohesión, dar certezas al votante y combatir los miedos de vivir en una Europa con democracias tutoradas y capitalismo salvaje? Empezar de cero, con modestia, plazos largos, con sentido de reconstrucción, parece la fórmula para superar el estancamiento.

 

Ahora que, mañana, con nuevo gobierno, éste nos contará una historia y -con el auxilio de citar a un colega argentino-, auguramos que lo hará con “el optimismo del corazón y el pesimismo de la inteligencia”.

Rubén Montedónico
Periodista uruguayo que en Montevideo trabajó en CX 8 - Radio Sarandí (1972-76). En el exilio (1976-19859 escribió en El Día, México; El Nuevo Diario de Nicaragua y Agencia Nueva Nicaragua (1983-90). Asimismo, en México lo ha hecho en Novedades, La Jornada y Aldea Global de México (1998-2014). En la actualidad, escribe regularmente en Uruguay para el Semanario Voces.