La oligarquía quiere acabar con la izquierda, como sea; combina todas las formas de lucha; la legal y la ilegal; la militar y la judicial; despliega todo el poder administrativo e institucional. Desconoce acuerdos y los enreda, engaña y entorpece.


En las próximas elecciones, la oligarquía va a apabullar a la izquierda; para las próximas elecciones, la izquierda no se va a unir. Tomando un calificativo muy usado por Tola y Maruja, se podría decir que es el “izquierdismo zorombático”. Porque saben lo que les va a pasar y se acomodan para que pase.

El problema de la dispersión es complejo. Son múltiples los intereses que se enfrentan, además de los que confabulan. También hay demasiadas ambiciones personales; cada quien se siente ganador y se sueña con su curul y su banda presidencial.


Como resultado de la derrota, se podrían perder algunas personerías jurídicas; entonces, quedarían sin respaldo aquellos que hayan llegado a cargos sobre esas plataformas. Como consecuencia, se acabarían los esquemas de seguridad y entonces los políticos de izquierda quedarán más al descubierto para las acciones que atenten contra su integridad.


En Nariño asesinan a seis campesinos (o nueve no se sabe la cifra exacta) y el gobierno despliega sus mecanismos de investigación, acompañados de observadores internacionales, como la ONU; luego se mata a un dirigente denunciante de esta masacre;  días después hay otro atentado contra pobladores; todo en la misma zona. Se muestra la efectividad de los mecanismos represivos del estado oligárquico, pero no su capacidad investigativa y constitucional para proteger a los ciudadanos, así sean “de segunda categoría”.


En Colombia siempre se construyen una justificación a la muerte de ciudadanos. Si se argumenta que “eran cocaleros”, nada concede el derecho a la ejecución. La solución al problema de las drogas ilícitas es el cuarto punto de las negociaciones de paz acordadas con el actual gobierno. Esto está directamente relacionado con la erradicación y la substitución de cultivos; entonces, la respuesta no es la muerte repetitiva.


La represión oligárquica ha sido eficaz; logra dividir a la izquierda, aisla y sectoriza las luchas y protestas. Por un lado los pilotos, por otro, los campesinos nariñenses y demás. Los pobladores de las ciudades no perciben el dolor de la guerra porque no han sido los más afectados; no hay solidaridad; los estudiantes que no asistieron a votar a favor del plebiscito de octubre de 2016, luego salieron en medio de aguaceros a expresar su respaldo al proceso ya derrotado. Parece que no va a cambiar mucho el panorama para las próximas elecciones.


Si no se inscriben nuevas cédulas y se masifica la participación popular, seguirán eligiendo las minorías a los políticos tradicionales porque se trabaja sobre un mercado electoral ya cautivo; es un 15% de los electores el que decide, conformado precisamente por los que viven de la “cosa política”, del clientelismo y de los contratos que son los soportes de la corrupción, del lavado de activos, de la evasión de impuestos, del despojo de tierras  y del neoliberalismo.

Octubre 29 de 2017