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“Una nación puede sobrevivir a sus locos y hasta a sus ambiciosos; pero no puede sobrevivir a la traición desde dentro. Un enemigo que se presente frente a sus muros es menos formidable, porque se da a conocer y lleva sus estandartes en alto; pero el traidor se mueve libremente dentro de los muros, propaga rumores por las calles, escucha en los mismos salones oficiales; porque un traidor no parece un traidor y habla con un acento familiar a sus víctimas, teniendo un rostro parecido y vistiendo sus mismas ropas, apelando a los bajos instintos que hay ocultos en el corazón de todos los hombres.” Cicerón, el traidor en la ciudad.

Asquea la figura de Juan Manuel Santos gagueando y tirando babas en inglés para congratularse con el copeti-amarillo presidente de los Estados Unidos Donald Trump; en los años de mi vida no había visto tanta obscenidad en un presidente como el de los colombianos, que a pesar de maquillarse para las cámaras no deja de ser un ser abominable. Engaña a todo el mundo, demostrando con su talante de hipócrita que tiene el mismo pelambre que su gemelo Álvaro Uribe Vélez. De rodillas ante la infamia norteamericana, prácticamente ofrece a Colombia como patio trasero para que invadan a Venezuela.

Escuchando a Santos, a un Nobel de paz, vociferando en contra de Venezuela no da más que ganas de decirle: “Cuélgate traidor, sigue el ejemplo de Judas” como buen representante de la elite bogotana, heredera del poder, nunca han sentido ni han vivido limitación económica alguna; al igual que toda la clase política colombiana, vienen perfumados con el incienso del poder. Que vocifere Uribe, patrón de esquina, o cualquiera del Centro Democrático, aun el mismo Ordoñez y sus secuaces no sería raro. Pero escuchar a Santos sin ningún recato a pesar de su investidura de Nobel gritando contra Venezuela por considerar a este un país que va rumbo al totalitarismo no da más que vergüenza.

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Juan Manuel Santos, haciéndole un favor a los gringos, mira el patio del vecino , la hermana República de Venezuela, argumentando bufonamente la violencia que se vive en este país por la Constituyente legal y legítima votada por los venezolanos que sí tienen dignidad; con estas salidas en falso del ilegitimo presidente de Colombia solo se busca disimular la podredumbre del Estado colombiano con cientos de senadores en la cárcel, otros próximos a ir a prisión y ahora con la justicia salpicada por las coimas de la corrupción. Además el silencio de Santos frente a los miles de asesinatos en Colombia durante su gobierno, siembra sospechas de su propia traición al proceso de paz, además, porque han venido exterminando paulatinamente a los líderes sociales. Habla de la violencia y el desempleo en Venezuela para tapar la miseria en que viven miles de colombianos. ¡Solemne hipocresía!

Con disimulo y haciendo un ridículo desde su feo aspecto de hipócrita, le suplica a Mike Pence Vicepresidente de Estados Unidos para que no ataquen militarmente a Venezuela. Se percibe de inmediato la falsedad de un presidente ilegitimo, que llegó al poder con dineros ilícitos de odebrecht. Juan Manuel Santos apuñaleó por la espalada a su gemelo Álvaro Uribe Vélez, el mismo que lo llevó al poder, y ahora apuñalea al gobierno venezolano que le ayudó fervientemente para el acuerdo de paz con las FARC. Afortunadamente él con sus olores de traidor se irá a Londres a vivir; los colombianos que hemos padecido ocho años de gobierno de Uribe y ocho de Santos le regalaremos la soga para que se cuelguen de un árbol. El traidor Santos con su jugada maestra de trasnochado tahúr no se salvará de pasar a la historia como un bellaco; hoy recibe el apoyo del sequito de trásfugas del Congreso Colombiano santistas, uribistas, godos, liberales, ordoñistas y demás, para que tape la podredumbre política colombiana poniéndose las rodilleras ante los gringos atacando a Venezuela. Los colombianos, y latinoamericanos dignos ante la repugnancia que provoca Santos jamás pondrán de nombre Juan Manuel ni a su hijo ni a su mascota, porque para “los buitres son buenos los traidores. Esta estrofa del poema de Everardo Rendón encaja perfecto en J M Santos.

A la muerte arrojé el precio de mi infamia,

En la memoria de hombres y relojes

Bambolea grotesco mi cuerpo de ahorcado.

Nadie quiere parecerse a mí ni que sus hijos lleven mi nombre

(Para los buitres son buenos los traidores),

Jamás la hipocresía se sumó tanto a mi cuenta.

Tomado de EL monólogo de judas. Everardo Rendón C