Nunca se dejará de admirar y agradecer a Juan Manuel Santos por haberse jugado su prestigio político por la paz en Colombia, que ha evitado tanto dolor y muerte en el país, principalmente en las regiones campesinas, tan afectadas por la violencia y la larga guerra.


Sin especular acerca del contenido del pensamiento presidencial con respecto al proceso de paz, en el sentido de que no va más allá de lograr el desarme de la insurgencia, hay que reconocer que Juan Manuel Santos no puede pensar más que como un miembro de la oligarquía.

Es decir, sus acciones se enmarcan dentro del anticomunismo místico, la contrainsurgencia histórica y la sumisión a los dictados del imperio. Tal como ha procedido su minoritaria clase en Colombia; en eso es coherente. No se puede esperar más.


Por eso en sus últimas declaraciones públicas arremete contra la constituyente en Venezuela y manifiesta que es el fin de la democracia en el país hermano. Este es un proceder siempre presente en las clases dominantes cuando la historia cobra sus cuentas. Cuando caía el feudalismo, los señores de la gleba, reyezuelos y monarcas, anunciaban el fin del mundo porque éste no podría existir sin ellos; pero el mundo no se acabó.


Igualmente, para las clases dominantes colombianas y latinoamericanas, no existe otra forma posible de vivir que no sea bajo la dictadura de un gobierno oligárquico proimperialista;  los demás debemos aceptarlo y sacrificar nuestras vidas y familias, con tal que ellos no pierdan sus privilegios; lo que se oponga a ello o sea diferente, es la anulación de lo que ellos entienden por democracia.


Véanse las cifras: En el 2014, cuando Juan Manuel Santos resultó elegido para su segundo periodo presidencial, Colombia tenía 47`121.089 habitantes, de los cuales estaban habilitados para votar, 32´975.158; votaron por Santos 7´816.986 (contando con el apoyo de los votos de la izquierda). Estos datos corresponden al 23% del potencial de electores y al 16.6% del total de la población.


Para el caso de la actual constituyente bolivariana, Venezuela cuenta con 32´034.051 habitantes, de los cuales estaban habilitados para votar 19´805.002; votaron 8´089.326. Esos datos corresponden al 41.53% de los votantes (según el dato oficial) y al 25.25% de la población.


En la sola comparación numérica, en Venezuela con menor número de pobladores, la constituyente tuvo mayor votación que el presidente de Colombia. La comparación  porcentual, es aún más significante en cuanto al respaldo ciudadano. Pero para las oligarquías, esto no es democracia porque es popular, soberana y transparente.


¿Qué miembro de la minoritaria oligarquía colombiana habrá sido elegido a un cargo público, sin delitos electorales? ¿Santander? ¿Los presidentes del Siglo XIX, cuando imperaba la democracia restrictiva? ¿Ospina Pérez?¿Los que cabalgaron sobre el asesinato de Jorge Eliecer Gaitán?¿La Junta militar?¿Los de las amañadas elecciones del frente nacional?¿Misael Pastrana, el usurpador?¿López Michelsen, el de la ventanilla siniestra?¿Turbay Ayala, el del estatuto de seguridad?¿ Belisario Betancurt?¿Virgilio Barco, el de las concesiones petroleras?¿César Gaviria?¿Ernesto Samper, el del proceso 8.000?¿Pastrana II?¿Uribe, el del constreñimiento paramilitar y demás delitos?¿Santos, el de Odebrecht?¿Los Char?¿Los Nule?¿Los Jattin?¿Los Zuccardi?¿La familia Suárez Mira?¿Dilia Francisca?
¿Algún otro oidor o virrey?¿trasteo y compra de votos?¿Alteración de planchas de la registraduría? ¿Gobernar bajo el estado de sitio? Son prácticas muy comunes en la política colombiana.


Ante el triunfo de la Asamblea Constituyente en Venezuela, el capo del centro democrático, dijo que no se debían aplicar sanciones económicas porque estas afectaban más a la población, que era mejor una intervención militar. Según su lógica, la guerra no afecta a las personas; todavía chorrea sangre de sus colmillos, no quiere soltar la guadaña. Lo que no dejó claro es si él va a encabezar la invasión, fusil en mano, o es apenas un cobarde azuzador, que espera que otros se jueguen el pellejo por él, en esta su declaratoria de guerra contra los pueblos latinoamericanos y del mundo.


El principal temor de los opresores es que el pueblo deje de tragarse el cuento y no esté dispuesto a matarse para conservarles sus privilegios, como ha ocurrido en Venezuela, hace doscientos años con Bolívar y ahora con Chávez y su legado.


Venezuela, otra vez heroica, resiste y persiste. Es la mejor forma de conmemorar los cien años de la Revolución Bolchevique, hundiendo al imperio burgués.

 

Agosto 7 de 2017